CULTURA
«A Córdoba tienes que saber conquistarla»
Ricardo Molina hablaba de la ciudad a los turistas en una de las primeras guías para visitantes que se publicaron en los años 50

Corría el año 1953. El poeta pontanés Ricardo Molina (1917-1968), del que este año se celebra el centenario de su nacimiento, había fundado hacía años el grupo Cántico junto a otros hoy reconocidos rapsodas -Juan Bernier, Pablo García Baena, Mario López...-. Molina ya era un poeta consagrado, pero no sólo escribía poemas. Quizás para sacarse unos duros, en una época difícil para cualquier escritor, en ese año de 1953, el mismo en el que se inauguraba el Puente de San Rafael, Ricardo Molina publicaba una bella guía turística de Córdoba en la colección «Andar y Ver» de la editorial Noguer.
Probablemente fuera una de las primeras escritas como tales; los «Paseos por Córdoba» de Ramírez de Arellano , por si alguien piensa en ellos, son de 1873 pero difícilmente pueden ser considerados una guía para turistas. Además, la obra de Ricardo Molina se publicó en español y en inglés. Parece que ya en fecha tan temprana la ciudad califal atraía a los turistas británicos y americanos.
El escritor describe la ciudad de manera poética, abundando en algunos tópicos como el misterio o la soledad de una ciudad que parece anclada en el tiempo. «Tienes que aprender a ver Córdoba. Querrás verla, vivirla, sentirla, hacerla tuya. Y entonces Córdoba, aunque no te rechaza, se retira un poco. No es de esas ciudades que se entregan fácilmente -tienes que saber cómo conquistarla. Sólo entonces se rendirá como como ninguna otra ciudad de Andalucía puede hacerlo». Que alguien encuentre una mejor y más bella descripción de Córdoba en cualquiera de las guías que hoy se venden por doquier.
No sólo la Mezquita
Molina ya era consciente en los años 50 de que el mayor atractivo de Córdoba, su Mezquita (nada de Catedral por aquel entonces), era al mismo tiempo una losa para el turismo. «Mucha gente tiene la idea de que una vez que se ha visitado, no hay ninguna razón válida para prolongar la estancia en la ciudad», dice el poeta pontanés. Casi como hoy en día, cuando los hosteleros claman por las escasas pernoctaciones de un turismo que viene en autobús, fotografía la Mezquita y alrededores, y se larga. Por eso Molina advierte al turista de que no se sienta «satisfecho» sólo con la visita al templo . Hay más cosas que ver, que el poeta divide en seis itinerarios que incluyen Sierra Morena, la Judería, San Pedro y San Francisco, San Pablo o Santa Marina -el «barrio de los toreros»-.
Los principales monumentos siguen estando ahí, 64 años después de que Molina publicara su guía, pero muchas cosas eran entonces irreconocibles. Como la Posada del Potro, donde el poeta describe que en la parte baja estaban los establos y en la superior los dormitorios; aún servía como alojamiento. Y Molina recomienda observar el cercano triunfo de San Rafael observando el paisaje de fondo, cubierto de campos de trigo; hoy desde allí se ven hoteles y el Campo de la Verdad.
Por supuesto, en la guía también hay sitio para el folclore y la gastronomía. Del primero ocupa un gran espacio el flamenco -Córdoba es «la capital del cante», dice Molina, un gran aficionado- y los toros. De la segunda, el poeta ya nombraba algunos clásicos, como el pastel cordobés, las perrunas, los polvorones, el rabo de toro y por supuesto el salmorejo, que al parecer en los 50 no llevaba tomate . Ese ingrediente se reservaba para lo que quizás fuera un manjar en la época pero que nadie en su sano juicio serviría en un restaurante de hoy, las «ranas con tomate», así tal cual. ¿Y qué hay del flamenquín? Ni se menciona. Cosas de los 50.