SOCIEDAD
La Córdoba rural en la «España vacía», donde la gente vive bien pero se marcha
Los habitantes de los pueblos y aldeas que pierden población destacan su calidad de vida. Los jóvenes se van por falta de oportunidades
El debate sobre la despoblación del mundo rural vuelve a estar en la agenda política. Lo rescató Pedro Sánchez en campaña y lo ha tomado como eje de sus políticas la Diputación Provincial de Córdoba. Hay muchas ideas -algunas peregrinas, como trasladar instituciones a los pueblos-, pero ninguna de ellas ha resultado efectiva hasta la fecha. Lo único cierto e s que las zonas campestres siguen perdiendo población año tras año.
En la provincia los pequeños municipios y aldeas se concentran en el norte, cuyas dos comarcas, El Guadiato y Los Pedroches , han perdido un 7,4% y un 6,7% de población respectivamente en una década. De los 28 municipios al norte de Sierra Morena -un tercio del total de Córdoba-, todos menos uno, Obejo , se han dejado habitantes censados desde 2010. Ocho de ellos no llegan ni al millar de almas, y cinco ni siquiera suman 500 ( Fuente La Lancha, El Guijo, Santa Eufemia, La Granjuela y Valsequillo ).
Pese a tener una escasa población, la mayoría de ellos cuenta con servicios básicos más que dignos. Hay carreteras bien asfaltadas y con poco tráfico, salvo la malhadada N-432, espina dorsal que une las dos comarcas con el resto del mundo; ambulatorios y colegios rurales en casi todos los pueblos y aldeas; bares, tiendas y algún que otro hotelito; wifi con buena conexión y, desde el pasado verano, fibra óptica... Cuando hablan sus habitantes, todos alaban su calidad de vida. « Aquí se vive bien », dicen la mayoría. O incluso muy bien.
El Porvenir de la Industria , oxímoron del nomenclátor, es una aldea de unos 250 habitantes de Fuente Obejuna , municipio que administra otras 13 como ésta. Allí Jerónimo Tobajas, de 72 años, cuida un pequeño huerto de rábanos «para los perdigones» en lo que parece tierra de nadie. Más allá se extienden minas a cielo abierto abandonadas hace años, de cuando «toda Peñarroya comía de aquí». En las vetas trabajó Jerónimo durante tres décadas, tiempo del que le queda «una paga con la que estoy muy bien», hasta el punto de que «yo no echo en falta nada».
«Yo soy como el elefante, nací aquí y quiero morir aquí. Y estoy de capital hasta las narices»
Un vecino suyo, por nombre Antonio, tiene una opinión distinta. Sólo lleva tres meses residiendo en El Porvenir, suficientes para sentenciar que «esto es lo más dejado de las 14 aldeas de Fuente Obejuna». Oriundo de la aldea, Antonio se marchó con 18 años y, tras ejercer como abogado 36 años en Barcelona y 18 en Madrid, ha decidido retirarse a sus orígenes. « Yo soy como el elefante, nací aquí y quiero morir aquí. Y estoy de capital hasta las narices », dice con la seguridad del que conoce ambos mundos, el urbano y el rural. El letrado critica, precisamente, los planes de jubilación para los mineros del Guadiato desde la época de Felipe González. «Al pueblo le dieron unas pesetillas a cambio de que se callaran y por eso Fuente Obejuna no quiere saber nada de nosotros y nadie nos escucha», asevera.
Triángulo de la despoblación
Unos kilómetros más allá de esta pequeña aldea mellariense se encuentra el «Triángulo de la Despoblación» de Córdoba. La Granjuela, Valsequillo y Los Blázquez son tres localidades muy cercanas entre sí y con entidad de municipio; entre todas suman una cifra bonita: 1.505 habitantes en el Padrón de 2018, un 10 por ciento menos que hace una década. Siempre fueron pueblos pequeños pero a ese ritmo desaparecerán en un siglo.
Los tres municipios están bien cuidados y disponen de abundantes servicios, tanto para personas mayores como para jóvenes, que son los menos. Las calles están bien asfaltadas y limpias y los pueblos rezuman calma, tranquilidad, paz de espíritu . Hay poco tráfico y menos ruido. Las casas están encaladas y sus ventanas dan pistas sobre la despoblación: abundan los carteles de «se vende», casi todos de la misma inmobiliaria de Peñarroya-Pueblonuevo. Se vive bien aquí, pero no lo suficiente para mantener, mucho menos para atraer, a los jóvenes.
En el bar Madrid 77 de La Granjuela despacha Eva, propietaria junto a su marido de un establecimiento familiar en el que lleva trabajando 22 años. « Aquí no nos falta de nada , y yo soy de La Granjuela de toda la vida», afirma con naturalidad. Sabe, sin embargo, que no todos piensan igual, más bien al contrario, y pone como ejemplo que «hubo 14 ó 15 quintos con mi marido y sólo tres se han quedado aquí». De sus tres hijos, dos están ya fuera del pueblo estudiando en Córdoba, pero todos pasaron su infancia en el colegio rural.
Lo de «rural» indica que los alumnos no están separados por cursos . En los pueblos y aldeas se ríen de las ratios de alumno por clase que tanto preocupan en las ciudades. En la Granjuela, asegura Eva, ahora hay 28 o 30 estudiantes y todos comparten el mismo profesor. Y sin problemas. Lo que en otro sitio sería un drama, esta empresaria que también lleva un pequeño hotel con algo de turismo rural considera que «es un lujo porque los niños se relacionan más y el profesor los conoce a todos». Entonces, ¿por qué abandona la gente el pueblo? Por falta de empresas y oportunidades para los jóvenes , repite Eva. Es el mismo mensaje que se oye en otros sitios.
Cuenca -sí, Cuenca- es sin duda una de las aldeas más remotas de toda la provincia. Son cordobeses (de Fuente Obejuna ) por poco. Cien metros más allá, salvando el río Zújar, y sus habitantes serían pacenses. Las 160 almas, según el registro del bar Casa Zamora, comparten ambulatorio, tasca y alguna tienda. Tienden la colada en la calle, donde corre el viento. El pan lo reparte a diario, a la hora del almuerzo, un joven que hace el recorrido desde la panadería El Granjeño de Peñarroya-Pueblonuevo , a unos 25 kilómetros. «Siempre me pagáis con billetes de 50 euros», se queja con gracia. «Aquí vivimos bien de la agricultura y hay muchas subvenciones , aunque antes teníamos cinco bares y ahora ya sólo queda uno», recuerda una anciana que, junto a su marido Antonio (80 años, 51 de ellos como camionero por toda España) regresaron a Cuenca tras vivir 40 años juntos en Puertollano. Ya llevan 18 años con gusto en esta pequeña pedanía mellariense donde, apunta Antonio, «no echo en falta nada. Aquí todo es gente buena».
«¿ La España vacía? La gente se va porque quiere . Luego vuelven con la jubilación, pero eso no sostiene un pueblo»
Entonces, ¿por qué abandona la gente los pueblos y las aldeas de las zonas rurales? Un agricultor de Cuenca tiene una respuesta clara, y la suelta desde la barra del bar: «¿ La España vacía? La gente se va porque quiere . Se casan y prefieren irse a vivir a otro sitio». Luego regresan con la jubilación, pero así no se sostiene un pueblo.
Desde Conquista (401 habitantes, uno de los pueblos más pequeños de Los Pedroches) el alcalde de la localidad, Francisco Buenestado (PSOE), ofrece una respuesta institucional a la misma pregunta, con un matiz importante. En su opinión, la despoblación del mundo rural no es un problema en sí mismo, sino «una consecuencia de la falta de igualdad de oportunidades , por eso se da el fenómeno y esto provoca que la gente se vaya». Buenestado tiene también soluciones para Conquista, algunas de ellas factibles aunque deberían hacerse cargo otras administraciones. Para empezar, «hay que mejorar las comunicaciones por carretera», pero también hace falta «un régimen fiscal que favorezca a los autónomos que trabajan en el mundo rural». O una aplicación real de la Ley de Dependencia, que «genera mucho empleo en el mundo rural pero está paralizada». A pesar de las carencias, Buenestado tiene una idea clara: «La calidad de vida no se pone en duda».
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