Arte floral
Festival Flora | Córdoba, colas para ver el edén de octubre
El Festival llena las calles en las puertas de su primer fin de semana con largas colas para las visitas
Córdoba vive dentro de una flor . De muchas. A la ciudad le ha crecido una delicada arquitectura efímera , la de la imaginación y el talento puestos al servicio de la expresión artística . La gente tiene ganas de salir de sí y mirarse en el espejo del arte vegetal. Lo dicen las colas de más de veinte minutos que hay por ejemplo en el Palacio de la Merced, que dan la vuelta a la esquina . Hace un sol suave de otoño y una turista japonesa abre un paraguas para resguardarse de él en Reyes Católicos .
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Dentro, en el patio central del edificio de la Diputación provincial , hay varios grupos de personas pasmados ante el 'La hora de avanzar' del estudio danés Tableau . Nacido con el deseo de deconstruir las nociones del diseño floral clásico para elevarlo a la categoría de arte, este grupo de presenta una estructura giratoria por la que circulan las miradas de los espectadores sorprendidos por la sencillez de su belleza. Quien haya estado en Copenhage reconocerá las sensaciones: el minimalismo del placer estético y el deleite de las cosas pequeñas.
El 'hygge' de Dinamarca
Allí, en Dinamarca le llaman ' hygge ': es la felicidad en la que se empeñan y que buscan en esa zona de Norte de Europa y que habita en el café humeante en el bar de una biblioteca o en un paisaje de árboles solitarios junto a un lago del jardín botánico. «Tenemos que ir, niño. En Escandinavia nunca hemos estado», le dice una mujer a su acompañante, entretenido en hacer fotos con el móvil .
En Viana , ese prodigio, dan ganas de quedarse, de no moverse nunca de Córdoba . Es un regalo poder entrar. Quien ha hecho allí posada de su creación es Tom De Houwer , un belga que, tal y como indica la información que los visitantes tienen a su alcance realiza «una certera simbiosis entre perfección y autenticidad: más allá de la espectacularidad de sus obras, se esconde una búsqueda íntima».
En el vientre del Patio de las Columnas se ha gestado una criatura ideada para el éxtasis silencioso: unos juncos dejan ver lo que esconden, un estanque de pétalos preñados de sutilezas. Las flores se miran en la quietud del agua remansada y se funden sin saberlo con la generosidad primitiva de la casa de la plaza Reja de Don Gome. «Hazme una foto detrás de esa reja, siempre me ha gustado», se escucha cerca de la media mañana. «Voy», añade otra voz.
Veladores sin sitio
A tiro de un paseo placentero está en Museo Arqueológico. Aquello es una fiesta. En los veladores no hay ni un sitio libre y la cola para tomarse una cerveza es casi tan larga como la que se ha formado para entrar a ver 'Espejismos: reflejos del paraíso', de Inés Urquijo y Nuria Mora. En el mismo acceso al antiguo palacio ya se aprecia la intención de la propuesta artística: aquello es una convocatoria al ensimismamiento, a la digestión pausada y solitaria de la sublimación del mundo vegetal. Silencio. Solo hay silencio, una agitadora sensación cuando una pareja se mira en uno de los cubos imperfectos colocados junto a los restos romanos. Al lado, unas naranjas a los pies de otra rara construcción de azogue dan la medida de este edén sin la manzana de Eva.
Cerca, en el Patio de los Naranjos, habita el corazón de Shane Connolly, el florista de la Reina de Inglaterra. Se trata de una construcción floral lineal en uno de los extremos de la estancia descubierta, llamativa por su originalidad, seductora por el color chillón del material vegetal que emplea. «Tenemos que volver», susurra un visitante.