Pretérito Imperfecto
Córdoba Contemporánea
Córdoba se reivindica desde el pequeño formato con el arte de vanguardia, lejos de la pompa y el boato del fantasma de Miraflores

Que unas seiscientas personas se den cita a la vez en una sala de exposiciones en Córdoba ya es de por sí una noticia. Que se trate de las obras de un nutrido grupo de creadores cordobeses contemporáneos (llamados Córdoba Contemporánea) , le da un matiz relevante. Pero que, además, sea bajo el auspicio de un Ayuntamiento gobernado por «las derechas», que diría nuestra docta paisana Carmen Calvo , alcanza una dimensión transgresora en sí misma e hiriente para esa progresía cordobesa, en verdad rancia, que se ha adueñado durante tanto tiempo de la patente de corso de la cultura, moralizando sobre hechos admisibles, pontificando sobre falacias bien regadas por el canal oficial, como mandan los cánones; y denostando cualquier otra forma cultural bajo el peyorativo calificativo de casposo. Ellos, y la modernidad.
Si no tienen mejor cosa que hacer estos días, las salas expositivas de la ciudad se llenan de obras contemporáneas, lo cual en Córdoba no debería ser una paradoja, aunque ya se sabe que todo en esta bendita tierra encierra un cierto contrasentido. El impertérrito Luis Bassat -aquel publicista que osó aspirar a presidir el FC Barcelona - trae a la Fundación Cajasol una selección de obras de Miró, Tàpies, Barceló, Chillida ... de su fundación de Mataró.
Una breve muestra como entrante de la que este miércoles abrió sus puertas en la Sala Vimcorsa de la mano del Ayuntamiento de Córdoba , comisionada por nuestro compañero Félix Ruiz con un atino inmejorable, y que recoge los trabajos más granados de diez artistas cordobeses encabezados por Belmonte y su híperrealismo figurativo en escultura -popularizado en esos hitos urbanos dedicados a los Patios de los que a todos nos gusta alardear-. Este arrope municipal hacia un elenco de nombres contrastados, que no dejan de ser también marca de Córdoba, es crucial. Y su divulgación intramuros, más si cabe, tan acostumbrados al desaire y el desapego por lo nuestro como andamos.
Llegan aires contemporáneos, además, cuando Pilar Citoler vuelve a ofrecer parte de su colección privada a la ciudad. Con gallardía aragonesa tras el mayúsculo feo que una parte del PSOE le hizo desde la Junta de Andalucía para impedir que 1.300 obras de una de las mejores colecciones españolas de arte actual (de Bacon a Picasso) reposasen de manera permanente en Córdoba, Citoler pone sobre la mesa unas trescientas nuevas piezas que serían un aliciente inmejorable, amén de un desagravio cortés, para un escaparate cultural que aún sigue anquilosado en la frustración de 2016 y sin verdadera hoja de ruta como un valor más que añadido a las condiciones innatas de la ciudad.
La actual Junta de Andalucía y aquella otra parte del PSOE que no fue capaz de dar un golpe en la mesa para procurar un proyecto estratégico -parte del cual se sienta ahora en el Salón de Plenos- tienen una magnífica oportunidad para caminar junto con el Ayuntamiento en busca de esta referencia.
Mientras los fríos y robustos muros del Centro de Creación Contemporánea de Córdoba de Miraflores mimetizan los aires fantasmales que le siguen rodeando, al otro lado del río, y en pequeño formato, se reivindica un lugar para un arte de vanguardia que para nada debe chirriar en la esencia cordobesa, pero está muy lejos de la pompa, el boato y el despilfarro injustificado de un magnífico edificio como tal que vive de espaldas a los cordobeses como un capricho enojado en la soberbia que lo vio nacer, precisamente, de esa progresía cultureta que pontifica a golpe de boletín oficial.