Municipal

Córdoba, la única ciudad que no cortó el agua en los años 90

En la última gran sequía, nunca se interrumpió el servicio pese a las presiones

Merino, junto a Mayor Zaragoza en un acto en los 90 EFE

RAFAEL RUIZ

La determinación de la CHG de poner en marcha los mecanismos del decreto de la sequía establece la primera señal de alerta sobre la situación que aqueja a los pantanos. En una gradación, lo primero es restringir el riego y, en última instancia, cortar el servicio de abastecimiento urbano, cosa que ya está ocurriendo en algunos lugares de la provincia que dependen de manantiales cada vez más secos.

Córdoba es una ciudad que puede presumir de un hecho objetivo. Cortar el agua corriente por motivos de sequía es algo bastante extraño y que muchos cordobeses ni siquiera han conocido en sus hogares al contrario de lo que ha ocurrido en urbes como S evilla. El caso tiene que ver con la presencia de un pantano de abastecimiento que es prácticamente exclusivo para la capital y que siempre ha sido una especie de seguro de vida de los distintos alcaldes.

Además, el de Córdoba siempre fue un ayuntamiento inversor en materia de aguas potables. En la institución municipal siempre ha existido la filosofía de que, en caso de duda, gastar dinero en tener redes modernas y una estructura razonablemente actualizada a costa de pagar el agua cara es un buen negocio. Al principio de la democracia, el saber popular le puso nombre a esa política. Al agua se le llegó a llamar Fino Anguita .

La vez que los cortes estuvieron más cerca fue en 1995 y, pese a las enormes presiones políticas que se desataron, el Ayuntamiento de Córdoba fue bastante tajante al respecto. Rafael Merino acababa de llegar a la Alcaldía y la sequía estaba desatada. Muchísimos puntos de la comunidad autónoma tenían severas restricciones y el verano apretaba. El nuevo alcalde llevaba apenas unos días en su despacho cuando recibió la llamada de la delegada del Gobierno en Sevilla, Amparo Rubiales , quien le instó a aplicar cortes de agua en un ejercicio de solidaridad interterritorial.

La conversación fue más una bronca monumental de Rubiales al regidor popular que se negó siempre a una medida de esas características. La Junta se sumó al baile y el entonces presidente, Manuel Chaves , hizo todo lo posible por quebrar la voluntad del Consistorio en el que nadie defendía la medida.

Existían razones de peso. En primer lugar, Córdoba tiene implantado desde hace muchos tiempo el ciclo integral del agua de forma que devuelve al río más de lo que capta (ya que se depuran también aguas de yacimientos subterráneos que no se usan para el consumo doméstico). Además, los servicios técnicos de Emacsa siempre sostuvieron (con Merino y con otros alcaldes) que cortar el agua es mal negocio. Entre lo que se acopia en bañeras y ollas más las reparaciones posteriores por el cambio de presión de la red, el ahorro es cero. La frase de Merino se ganó los titulares: « Tienen que mandar a la Guardia Civil para que corte el agua ».

Que no hubiera cortes no significa que no se tomasen medidas tanto en aquella crisis como en otras posteriores. La más usual, reducir la presión del caudal del agua en las horas de menos uso doméstico, por las noches, y espaciar los trabajos de baldeo . La de los años 90 fue una sequía atroz, con cinco años secos prácticamente seguidos. Y el debate volvió en 2006 con Rosa Aguilar en la Alcaldía. La regidora tomó la misma determinación que Merino, esta vez, sin necesidad de mentarle la Guardia Civil a nadie.

Córdoba, la única ciudad que no cortó el agua en los años 90

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