Mario Flores - EL DEDO EN EL OJO

Consideración navideña

No hay villancicos porque los pequeños están cansados después del esfuerzo de jalogüen

M. F.

No es cuestión de hacer ahora alarde de mi misantropía ; se acercan unas fechas que recomiendan templanza , generosidad en los juicios y amor fraterno . Pero como aún quedan unos días para la Nochebuena me voy a despachar con algunas consideraciones sobre la Navidad que, aún pudiendo constituir un desahogo, necesito hacerlas. Aunque más que sobre la Navidad mis observaciones giran en torno a la manera en que las personas hacemos frente a la feliz celebración.

No habré de detenerme ahora a valorar la actitud de cuantos en estos días se afanan en censurar las pascuas por aquello de que estas pueden suponer una ofensa para otras confesiones religiosas , ni tampoco quiero opinar sobre todos aquellos que hablan de fiestas del solsticio de invierno o que repudian el concepto de caridad cristiana en beneficio de aquel otro más prosaico e ideológico de justicia social .

Y no habré de detenerme en este anticlericalismo rancio, casposo y carpetovetónico porque tamaños desafueros se definen por sí mismos y retratan a los personajes tan nítidamente como ha quedado retratado el preclaro socialista que ha afirmado que los malos resultados de educación en Andalucía hay que atribuírselos a Franco ; ¡ahí es nada!

Lo que en todo caso parece claro es que el ser humano, después de tantos miles de años de evolución, aún no ha sido domesticado. ¿Qué si no representa que un año más el Ayuntamiento de Córdoba haya tenido que volver a lanzar un bando contra los petardos ?, ¿aún hay que recordar a los energúmenos que producir estruendos gratuitos que sobresalten a cualquiera, quiebren aún más los corazones heridos, produzcan hipertensión en ancianos fruto del susto o hagan infelices las vidas de nuestras mascotas son situaciones de todo punto inaceptables?

Nunca he entendido qué sentido tiene hacer explosionar estos artefactos en Navidad; ya me cuesta trabajo entender a los valencianos con sus tracas, así que no les cuento nada de esos malditos endemoniados que se dedican a joder la vida a los demás de una manera tan palmaria. Los papás y las mamás tirando petardos con sus hijos deberían tener un reproche penal especial y perder su guardia y custodia por educar a sus hijos en el gamberrismo , la alteración del orden público y el atentado contra la salud pública. Y además deberían verse obligados a escuchar tres días seguidos a todo volumen la canción «La salchipapa» de Leticia Sabater.

Se está perdiendo, no ya la buena educación, sino también las buenas costumbres . ¿Qué tal si sustituimos los petardos por alegres tonadas navideñas que en la garganta de nuestros tiernos infantes harían nuestra Navidad más agradable? Pero claro, resulta hoy bastante más factible encontrar a legiones de niños preguntándonos de manera extemporánea si elegimos «truco o trato» en jalogüen que encontrarnos con esos mismos niños entonando un villancico mientras piden el aguinaldo . Aunque claro, si para pedir el óbolo van a entonar aquel villancico cafre que dice «en la puerta de mi casa voy a poner un petardo pa reírme del que venga a pedir el aguinaldo...» menor que no canten y sigan con la chorrada esa del truco o trato.

Ya no hay villancicos ni hay aguinaldos porque, seguramente, nuestros pequeños están cansados después del esfuerzo de jalogüen; además pronto habrán de preparase para empezar a entonar el himno de Andalucía patrocinado por el régimen andalú que gobierna desde los visigodos en «la mejón tierra del mundo». No distraigamos a los enanos con fruslerías navideñas, si acaso démosles mejor un buen petardo con el que distraerse en vacaciones y continuar con su adoctrinamiento en «mala educación para la ciudadanía».

¡Ay Dios, qué cruz!

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