Tribuna Libre
Conservar no es poner conserva
«Estoy harto de tener que decir a mis amigos que no pueden llegar hasta mi casa en coche para venir a visitarme»
Hace unas fechas fui a dar un largo paseo en compañía de mi hija pequeña que transcurrió en su mayor parte por un solitario casco histórico ; después traspasé las antiguas murallas del Marrubial y me dirigí a la avenida de Jesús Rescatado . Fue en ese momento cuando sentí un «deja vu». Lo visto ya lo había contemplado antes; la calle era todo un hervidero de vida, había un fantástico ambiente vecinal y comercial. Todos los locales abiertos de par en par, las aceras repletas de viandantes cargados de bolsas con diversas compras; las tiendas de moda, las zapaterías, las farmacias, los estancos y hasta un improvisado puesto donde se vendían vivos caracoles chicos y cabrillas estaban llenos de clientes. Había una actividad frenética, apetecible; el tráfico rodado era continuo , contribuyendo a crear ambiente; los coches pitaban con sus bocinas porque alguien había dejado mal estacionado el suyo para echar la Primitiva o atender ciertos encargos; los repartidores buscaban un hueco en el aparcamiento reservado para dejar sus mercaderías; una madre vigilaba y llamaba la atención a su hija para que no se saliese de los límites del acerado; también vi a unos policías locales regañando a una persona que había improvisado un pequeño puesto donde vendía ajos a dos euros . Lo dicho, ¡Todo un hervidero de vida y prosperidad sin Photoshop! Pero es que las calles adyacentes rebosaban de vida también. ¡Cómo hervía la avenida de la Viñuela! ¡Qué colas contemplé en una carnicería del barrio! ¡Cuánta gente comprando fruta y verdura en otros establecimientos! No había ni una franquicia , sólo negocios familiares donde te llamaban por tu nombre. También había un fantástico ambiente en la vecina avenida de Barcelona; terrazas repletas de personas desayunando y hasta alguno ya caña en mano. ¿Pero dónde había visto yo todo eso antes? Claro que sí, esa era clásica estampa de la calle Cruz Conde , no la de ahora, de locales vacíos, sino la de hace escasos años. ¿Recuerdan aquel ambiente próspero que también contagiaba a la calle Morería, Cabrera o Pastores?
Pensé que quizá estaba exagerando la catástrofe. Le propuse a mi hija Ana dirigirnos en ese momento al Centro y siento decir que no me equivocaba. Poco antes del mediodía, Cruz Conde estaba vacía, muerta, y sus aledaños, rematados y enterrados. La antaño vía comercial por excelencia de Córdoba tan solo estaba ocupaba por una madre primeriza que tiraba del carrito de su bebé, una chica sudamericana que hacía lo propio con un anciano y por tres personas más. Y mientras tanto, el gobierno municipal considerando como prioritario cambiar el nombre de la calle. Y que conste que el problema del Centro no es nuevo, ni de un color concreto.
¿Para qué ha servido la peatonalización de la calle comercial por antonomasia? ¿Por qué nos empeñamos en mezclar conceptos y confundimos paseo con zona comercial ? ¿Por qué se ha dado prioridad a un tipo de ciudadano exclusivamente, el peatón o el que va en bici, y se machaca a los demás? Así lo asevera mi compañero y amigo Rubén, que insiste en la máxima de que el elemento fundamental en las ciudades debe ser el ciudadano, todos los ciudadanos, no sólo el peatón o el que va en bici. Apuntilla diciendo que el ciudadano del siglo XXI , aunque cada vez más concienciado con la salud y el medio ambiente, va indisolublemente unido al vehículo, que no es enemigo, sino aliado del ciudadano.
Sepan ustedes que gran parte de lo que se conceptúa como «Centro de Córdoba» forma parte del antiguo y tradicional Casco Histórico. Está compuesto por antiguas collaciones o barrios como San Nicolás de la Villa , San Miguel, Santo Domingo, San Salvador u Omnium Sanctórum. Comparten pues ambos espacios problemas y limitaciones.
Los que aquí vivimos notamos cómo, poco a poco, se nos ahoga un poquito más; esa sensación que cada vez se asemeja más a vivir en una especie de gueto. Estamos hartos de que nos impongan continuas limitaciones ; en mi caso, estoy harto de tener que decir a mis amigos que no pueden llegar hasta mi casa en coche cuando pretenden venir a visitarme o a dejarme a mis hijos. Pero en teoría, estas restricciones son algo pensado para que mi vida y la de todos los residentes de la zona sea más beneficiosa, aunque no se dan cuenta de que ya mismo no habrá ningún vecino a quien beneficiar. Estamos hartos de que nos traten como si fuéramos niños.
Y como digo, todo este «buenismo» no está beneficiando para nada a los moradores, los está exterminando. En mi calle, perteneciente al tradicional barrio de Santa Marina , mis hijos son los únicos niños, y creo que ocurre lo mismo en muchas otras; es un dato objetivo. Despoblación y envejecimiento son los problemas fundamentales a los que se enfrenta el Centro y el Casco y ni los de ahora, ni los de antes y, probablemente, los que vengan, se dan cuenta de este terrible problema.
No saben que conservar no es lo mismo que poner en conserva. Nuestro fabuloso Casco Histórico no es una formación natural, como un parque natural que haya que poner en conserva, congelar, limitar o poner en cuarentena; el Centro histórico es algo creado por sus habitantes que, a lo largo de generaciones y siglos, han dado carácter a sus calles, callejas y plazuelas . Sin sus moradores pasados y, sobre todo, sin los futuros, nada quedará, salvo un parque temático, y eso con suerte. Convertiremos este lugar en un inmenso decorado, como ocurre ya en ciudades como Cáceres , cuyo casco antiguo se encuentra peatonalizado y restringido al tráfico.
La necesidad de la conservación
En mi opinión, es preciso conservar, no poner en conserva , y para conservar se requiere cultivar, dar vida y riqueza a los espacios clásicos de nuestra ciudad, facilitar el acceso, no restringirlo, fomentar el empleo y el comercio vecinal, porque si actúa en esas líneas seguiremos desayunando con tristes noticias, como el reciente cierre de la afamada frutería González de San Agustín , que la demora en la remodelación de Obispo López Criado, cerrada al tránsito durante varios meses, le ha dado la puntilla a un negocio de varias generaciones. Se multiplicarán igualmente los casos de casas ocupadas o envejecidas y arruinadas, y en pocos años, media Córdoba estará con el cartel de cerrado puesto.
¿Por qué no nos fijamos en otras ciudades, como Londres o Edimburgo? En ellas existen fabulosos paseos, pero no se les ha ido la cabeza como a nosotros con el «Rey Peatón». Las aceras del centro de estas ciudades se encuentran absolutamente rebosantes de vida. Con tu vehículo puedes llegar a cualquier punto de las afamadas Royal Mile, de Picadilly o Trafalgar Square. ¿Por qué nos empeñamos en cerrar al tráfico no ya calles comerciales, sino otras arterias tradicionales del tráfico rodado de Córdoba? Acuérdense de la calle San Pablo, cardo máximo de la Colonia Patricia romana, que ya lleva muerta una década , justo desde quedó cortada al tráfico. ¿Es que no lo ven? ¿Cómo se pueden ahora plantear restringir el tráfico también en Obispo Pérez Muñoz? ¿Pero qué pasa, estamos locos?
Será muy acertado limitar los gases nocivos, pero digo yo, que no solo en el Centro, sino en toda la ciudad. ¿ Por qué pagamos sólo nosotros , los del Centro y el Casco, el pato de la contaminación? ¿Es que en Arroyo del Moro o Ciudad Jardín los coches no contaminan...?