coronavirus Córdoba
El confinamiento «relajado» entre naranjos y ultramarinos de los vecinos de Cañero
Las farmacias se han convertido en los principales puntos de apoyo para un barrio con una población envejecida
![Una calle de Cañero durante el confinamiento](https://s3.abcstatics.com/media/andalucia/2020/04/19/s/Canero-calle-confinamiento-k6OH--1248x698@abc.jpg)
El puesto de chucherías de la plaza de Cañero no es lo que era. No hay niños jugando frente a la iglesia, sólo algún vecino pasea a su perro y tres hombres de mediana edad se sitúan a dos metros de distancia frente a la tiendecita de alimentación, que ha cambiado su clientela. El barrio de Cañero pese al confinamiento por el Covid-19 sigue su ritmo, pausado, donde se escuchan los pájaros en los naranjos , y algún balcón abierto con música de comparsa gaditana.
Cañero es un pueblo en sí mismo. Los vecinos se ayudan. Si hay alguien mayor, le llevan la compra o las medicinas. El tendero de la plaza de Cañero, Francisco José García hace año y medio sólo que regenta este establecimiento en el que vende pan, bollería, snaks, y golosinas. Antes trabajaba en la hostelería, por lo que cree que ha acertado con el cambio, porque sabe de compañeros que lo están pasando mal. Francisco José asegura -con mascarilla y guantes puestos- que llega a casa y tiene su protocolo de higiene antes de ver a sus dos hijos de 2 y 9 años al volver a casa. En el barrio, los primeros días costó más hacer entender a los clientes que tenía que guardar la distancia o ponerse mascarillas pero prácticamente todos los vecinos lo llevan ya a rajatabla.
Las campanas de la iglesia repican a las 12.00 horas, eso no ha cambiado. Dos autobuses de Aucorsa completamente vacíos aguardan en un lateral del templo a que haya movimiento.
A pocos metros, en otra de las arterias de este barrio, l a carnicería de Antonio Sánchez es otro punto de referencia en el entramado urbanístico de casas bajas y naranjos en flor.
Antonio lleva 49 años con el mandil blanco como uniforme al que desde hace un mes ha incorporado una mascarilla y guantes desechables . Dentro del establecimiento una mujer recoge su pedido que ya había encargado por teléfono un día antes. «Así es más rápido, no es que se lo llevemos pero apenas tienen que pasar unos segundos dentro del local, pagar y irse», cuenta este carnicero hijo de carnicero.
En la puerta, guardando la distancia de seguridad está un hombre con aspecto extranjero. A la segunda frase se desvela su nacionalidad suiza. ¿Qué hace un suizo en Cañero? Hansspeper, ese es el nombre de pila impronunciable, sonríe y asegura que «no hay muchos que se llamen como yo en el barrio». Comenta cómo lleva casi dos años viviendo en este rincón de Córdoba. «Vengo por carne, sobre todo, para comer, hoy y mañana; alguna también congelo, pero guisos no hago», señala este vecino de acento suizo, que asegura que en su país sus familiares llevan esta crisis con «más libertad» pero que las cifras de contagios y decesos son similares por población.
Antonio, el carnicero, ha puesto en marcha una segunda línea de negocio, que es la comida preparada . «Tenemos un barrio con población mayor, y les viene muy bien que les acerquemos la comida tradicional ya preparada», asegura este carnicero, quien reconoce que han aumentado sus ventas porque ya los vecinos no van a las grandes superficies. Como contrapartida, esta carnicería ya no tiene como principales clientes a los hosteleros, que mantienen sus locales cerrados a cal y canto.
Unos metros más adelante, a las puertas de la Farmacia Cañero- San José Obrero , sus titulares María Dolores y María Luna Blanco mantienen a raya a la clientela con líneas de seguridad en el suelo, y un doble circuito para que los clientes pasen uno a uno. «Normalmente tenemos cola, y nuestros vecinos respetan siempre la distancia de seguridad. Tenemos las puertas abiertas, y mamparas protectoras en el interior», señala una de las las farmaceúticas, María Dolores Blanco.
Sin embargo, María Luna cuenta que sienten «miedo y estrés» por la situación porque están en primera línea . «Si alguien se encuentra mal vienen y nos preguntan qué puden tomar; no sabemos qué le ocurre».
Las hermanas Blanco junto con sus tres auxiliares Antonio, Rafa y Cristina -que se han volcado con sus vecinos- se han convertido en un consultorio para los mayores del barrio. Les llevan cada día los medicamentos a casa y les atienden al teléfono. María Dolores admite que muchas veces los mayores piden disculpas por «contarles la vida» pero que hay muchos que no ven ni tienen contacto con familiares y viven solos, y ellas son quizás con las únicas personas con las que puedan hablar en los siguientes días». Las hermanas Blanco les intentan tranquilizar y de esta forma también toman el pulso al barrio, donde llevan apenas un año dándole otro aire a una farmacia de toda la vida.
Otra de las farmacias, calle arriba, regentada por Carmen Arjona muestra un cartel en el que reza « No hay mascarillas ni guantes » porque de momento, llegan con cuentagotas y bajo demanda. Arjona asegura que no hay casos de contagio en el barrio porque «enseguida lo sabríamos; aquí se ayudan todos unos a otros», señala.
Unas casas más abajo, en un estanco, su propietaria, tras una mampara de metacrilato mantiene una cola larga en el exterior que se piden la «B» . «No tengo miedo», asegura convencida, «si esto lo tienes que coger lo vas a coger», añade.
En las calles, muchas furgonetas de obreros, desde pinturas a reparaciones o montaje de cocina que llevan días sin moverse a tenor de las hojas que han quedado arremolinadas en sus neumáticos . Aún así, Cañero mantiene su aire castizo y popular de Córdoba.