Pretérito imperfecto
Confina tú
Llevamos un epidemiólogo dentro. En Lucena hay transmisión sin control, dicen, y piden a la Junta que confine, pero poco
Desde que Sánchez decidió descentralizar la segunda oleada del coronavirus , evadirse aún más, y afianzar una especie de federalismo contra la pandemia subrogando el estado de alarma a las autonomías y sálvese quien pueda (y que entre ellos se peleen), a todos les quema la patata caliente del confinamiento en sus manos. El presunto impopulismo del cerrojazo a un barrio, un pueblo o gran ciudad le puede más a los dirigentes, por aquello del gravoso efecto económico que ya acumulamos, que las verdades y justas razones para ser expeditivos en situaciones intolerables, aunque tampoco exentas de cierto tremendismo. Pocos parecen dispuestos a ponerle el cascabel al gato, empezando por la simple aplicación de la norma que obliga a llevar mascarilla a cargo de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado y los ayuntamientos. Mejor que no salgan a dar más datos de denuncias para justificar que están haciendo algo, porque resulta en algún extremo ridículo para lo que podemos contemplar cada día en la calle y nos llega de nuestros círculos más próximos. Súbase usted a un taxi en Córdoba y le pueden telegrafiar en cinco minutos las cinco bodas con más de 150 asistentes del último fin de semana y el ir y venir nocturno a fiestas descontroladas en residencias privadas del norte de la ciudad o la mancha de las parcelaciones. Asómense después al portal en Internet de la Junta de Andalucía donde se computan a diario los contagios por municipios y hagan una sencilla resta.
Desde que en agosto empezaron a clausurarse ferias locales y a proliferar las paralelas justo en la casa de enfrente del ayuntamiento de turno ( Montalbán, sin ir más lejos ), hubo alcaldes que se pusieron, lógicamente, muy nerviosos cuando el factor reproductor del bicho empezó a expandirse por sus fueros y los del vecino. Ocurrió con Belalcázar e Hinojosa, o Montalbán y La Rambla. Y ahí siguen. El regidor montalbeño exigió a la Junta medidas contundentes y confinamiento. En Montoro no celebraron comuniones, sino una especie de concentración de las pendientes dentro de un mismo recinto -y con presencia de algún destacado dirigente político de esta provincia- que terminó con un caluroso brote. El alcalde de Belmez pidió a sus vecinos el autoconfinamiento tras otro repunte notable y las huellas fatídicas que dejó la primera oleada... Y en Lucena, los positivos empezaron a crecer de manera ostentosa hasta que a su cabeza visible le entró el natural tembleque.
Juan Pérez , que es un político sosegado, sin mucho colmillo retorcido y que intenta desmarcarse lo menos posible del partido cuando le toca sacar pecho por Lucena, le acaba de exigir a Salud contundencia ante «el alarmante incremento de casos» que vive la segunda ciudad más poblada de Córdoba. Esgrime la peor tasa de incidencia de las últimas semanas, si bien, hay cinco ciudades por encima de ella en Almería, Jaén y Sevilla sobre las que no se ha actuado. Desde hace seis meses, todos llevamos un epidemiólogo dentro que ha podido lucirse en las reuniones familiares de este verano de las que luego se salía escaldado. En este caso, nuestro regidor considera que hay transmisión sin control por lo que pide a la Junta que confine, pero un poco solo, vaya ser que la actividad económica de la que es, sin duda, la fibra industrial del corazón de Andalucía se vaya al garete. Ha decretado restricciones domésticas secundarias, aunque desconocemos si ha pedido a su «guardia de corps» que tire más de boletín. Pero, si acaso, que confine el Gobierno de Juanma Moreno , por si luego hay que repartir culpas. Soplar y sorber a la vez no se puede, estimado alcalde.
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