Crónicas de Pegoland

Concertados

Diga usted que sí a la ley Celaá siempre que se la apliquen a otro

Protesta en el Colegio Cervantes Valerio Merino
Rafael Ruiz

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Si me hubieran dado un euro cada vez que me he encontrado a un político de izquierda tibia o de izquierda-fetén-de-la-buena dejando a sus hijos en un colegio concertado, ahora sería escandalosamente rico y estaría donando aceleradores contra el cáncer a los hospitales. En los tiempos en que mi vástago tenía edad de que lo acompañara a clase de la manita, veíamos pasar a las descendencias de la intelectualidad toda camino del centro privado que estaba en la acera de enfrente conocido por sus modernísimas técnicas docentes. Hasta daban ganas de matricularlo al chaval no fuese que se estuviese perdiendo una clase de ukelele fundamental para su futuro. Esos mismos, ay, son los que ahora nos comen la cabeza con la defensa de la enseñanza pública en la que sus criaturas nunca pusieron en pie por razones seguramente legítimas. Diga usted que sí, caballero, a la ley Celaá siempre que se la acaben aplicando a otro.

Lo público es el nuevo mantra que todo lo justifica aunque a veces dan ganas de preguntarle al que te da la turra si, por una casualidad, lleva a sus hijos a un colegio de la Junta, lo matricula en un instituto de todos o si guarda en la cartera una tarjeta de mutua sanitaria para no tener que aguantar las molestas esperas que nos tocan al común de los mortales. No me fastidia que cada uno elija lo que más le conviene a su dinero y a su familia, hasta ahí podíamos llegar. Lo que detesto es la hipocresía del que te dice que te conviene un camino, llega a casa y escoge exactamente el contrario para los suyos. La mejor forma de defender la escuela pública es matricular a nuestros hijos. La mejor estrategia para defender la sanidad de todos es ponerse en sus manos. Eso es compromiso. Lo demás es farfolla .

Los colegios concertados de Córdoba realizaron ayer una protesta contra una norma pensada para restringir la libre elección de centro. Bastaría con que hiciesen público un agradecimiento a todos esos padres y madres que han formado partes de sus ampas, a todos aquellos que han engordado —y de qué manera— el sistema que denigran. Siempre pensé que la mejor forma de defender «lo público» es tener los mejores colegios e institutos posibles , los profesores más competentes que se pudiese contratar, que hubiese tortas para llevar a los chavales a centros modélicos , con la mejor tecnología y unas instalaciones espléndidas. Pero no. Para eso hay que trabajar .

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