Coronavirus
La comunidad china en Córdoba, entre el miedo y el hermetismo ante la alarma del coronavirus
Más de mil ciudadanos de origen chino viven en Córdoba, y atienden desde la lejanía a una crisis que surgió en su país y de la que prefieren distanciarse
En Córdoba hay censados más de mil ciudadanos de nacionalidad china, según los últimos datos publicados por el Instituto Nacional de Estadística (INE), relativos al año 2019. Algunos llevan tanto tiempo viviendo aquí que se consideran cordobeses con todas las de la ley, y en los colegios e institutos de la ciudad estudian los hijos de primeras y segundas generaciones de inmigrantes que eligieron Córdoba para empezar una nueva vida. A ellos, la alarma mundial del coronavirus , cuyo germen está en la ciudad china de Wuhan, les suena tan lejana como al resto de sus vecinos: atienden a las noticias que llegan desde el país que habitaron o en el que aún vive parte de su familia, con la que se esfuerzan por mantener el contacto. En su día a día, sin embargo, chocan con una complicación añadida que tiene que ver con los prejuicios asociados a sus rasgos.
Tan es así la situación que el hermetismo de la comunidad china en Córdoba con respecto al coronavirus es total. Es muy difícil encontrar a un ciudadano de origen chino que acceda a contar cómo está viviendo la situación desde Córdoba, y los pocos que lo hacen ruegan que su identidad no trascienda. Nadie quiere asociar su imagen a la del virus de Wuhan, por más que insistan en que los chinos de Córdoba están afrontando la alerta sanitaria con exactamente la misma incertidumbre que el resto de sus conciudadanos, aunque más conscientes, por su conocimiento de la geografía china y de sus modos y costumbres, de que la histeria que se está generando es desorbitada.
«Nosotros vivimos aquí y trabajamos como el resto, estamos tan asustados como los demás españoles»
«Es un momento sensible, pero no tiene nada que ver con nosotros , que estamos aquí y trabajamos como el resto del mundo, y estamos tan asustados como los demás españoles», cuenta un empresario de la hostelería, de nacionalidad española pero origen chino, que pide como el resto de entrevistados que no aparezca su nombre. Suele viajar a su país en verano, a ver su familia, pero no lo ha pisado desde hace meses. En cualquier caso, recuerda que China es muy grande . «Mi familia es del Norte, y el virus está hacia el Sur. Hay muchos kilómetros de distancia, como de Córdoba a París», explica. También incide, como hacen los profesionales de la salud, en que la incidencia del virus es como la de una gripe y que su afección es más grave en personas mayores y enfermas. Por eso considera que la sociedad está «demasiado asustada».
En su día a día, trata de no hablar del tema para no alimentar la rueda de la histeria. En el restaurante, solo se refiere al coronavirus cuando sus clientes de más confianza se preocupan. Él, dice, los tranquiliza. No ha notado que esta crisis que nació asociada a la comunidad china haya tenido repercusión en su negocio , que es, recuerda, un comercio cordobés. «Si ha bajado la clientela no es ahora, por el coronavirus , sino porque la economía lleva tiempo perdiendo fuerza», explica en un perfecto español.
«Al principio estaba preocupada por mis padres, ahora son ellos los obsesionados por el avance del virus en Europa»
En los bazares chinos dispersos por los diferentes barrios de la ciudad, los ciudadanos que atienden tras el mostrador u orientan a los clientes por los pasillos dan la callada por respuesta. Los más esquivos se escudan tras una barrera lingüística que desaparece milagrosamente cuando se le pregunta por un artículo en concreto. Otros, como la familia que regenta una de las tiendas de ultramarinos del centro, echan balones fuera, insistiendo en que no tienen absolutamente nada que decir sobre el virus de Wuhan y que sus familiares están bien. «Son de pueblo. Allí no ha llegado», dice, sonriente, la tendera, mientras se afana en parecer ocupada.
Una joven nativa que ejerce como profesora de clases particulares de chino accede a contar su experiencia tras mucha insistencia y con la promesa de que no se revelará su nombre. Lleva en Córdoba nueve meses aunque llegó a España hace dos años. Su último viaje a China fue en septiembre, mucho antes de que la alarma del coronavirus estallara. Al principio estaba muy preocupada por el estado de su familia , que vive en una ciudad cercana a Hong Kong. En enero incluso mandó un lote de mascarillas que adquirió en una farmacia del centro. Ahora, cuando la incidencia parece haber remitido en el país asiático, se han cambiado las tornas: es su madre la que está «obsesionada» con el avance del coronavirus por los países europeos .