APUNTES AL MARGEN
Como hemos aprendido tanto
El sector inmobiliario se despierta devolviendo los viejos fantasmas de una actividad muy necesaria pero que, desbocada, se encuentra en la raíz de muchos males acaecidos
La última estadística de precios de la vivienda publicada por el Ministerio de Fomento dice algunas cosas interesantes. Por ejemplo, que en la provincia de Córdoba el crecimiento del precio de los pisos fue muy superior , pero mucho, al del resto de la comunidad autónoma pese al diferencial de desempleo. En concreto, en un año en el que la inflación fue negativa, bien es verdad que por el efecto distorsionador de los combustibles, el incremento del valor de los bienes inmuebles de carácter residencial libre fue del 4,5 por ciento. Para que esa cifra se pueda comparar con algo, la media nacional fue del 1,8 por ciento.
«La construcción ha vuelto allí donde se quedó, tanto a las estructuras a medio terminar como a los solares»
No hay más que caminar por determinados barrios de la ciudad para entender que la actividad de construcción ha vuelto allí donde se quedó. Tanto las estructuras que quedaron a medio terminar como los solares urbanizados presentan ahora cierta actividad. Viviendas de nueva fabricación que entrarán en el mercado en meses. En el arco imaginario que se genera entre el centro de ocio El Tablero y el hospital Reina Sofía, no es que la actividad sea la anterior a la pavorosa crisis económica que aún nos asuela pero las grúas giran, los camiones descargan y en los andamios se ven profesionales de la construcción. El incremento de inmobiliarias abiertas , que llegó al paroxismo en los tiempos del «boom» con el «le compro la casa», es otro síntoma de que hay otro clima en un sector estratégico por la cantidad de mano de obra, cualificada y no cualificada, que es capaz de absorber.
Una vivienda, hoy, es mucho más barata, según las series históricas. Sin entrar a remontarse a los tiempos locos, la misma estadística asegura que el metro cuadrado anda ahora sobre los 1.600 euros cuando el inmueble tiene hasta cinco años. Hace apenas dos años superaba los 2.100, lo que implica un ajuste cercano al 24 por ciento. Los pisos nuevos están saliendo al mercado con un descuento muy importante por una razón bastante sencilla. Gana la banca.
Cuando todo se cayó, el suelo —que es un elemento básico en la ecuación de la vivienda— era propiedad de promotoras que habían acudido a la banca a la financiación de la operación. Ahora es el sector financiero —o, en su defecto, los fondos de inversión que han comprado terreno— quien tiene en su mano el desarrollo inmobiliario en las ciudades . Ha pasado de estar en la barrera del negocio a primera línea tras haberse dedicado a salir a toda prisa de sus promotoras. Un suelo yermo dejó de ser un activo para conventirse en nada. Solo fabricando pisos se puede hacer dinero con unos bienes que, en la mayor parte de los casos, tienen cubiertas las pérdidas por provisiones privadas o, en algunos casos, públicas.
«Tener un sector de la construcción robusto es bueno para la economía; perder la cabeza no lo es»
Los informes publicados en la prensa especializada resaltan un detalle. En un marco de precio del dinero artificialmente bajo —el Euríbor ha estado en negativo por primera vez en su historia—, la banca ha vuelto a conceder hipotecas por el cien por cien de la operación en un plazo de tres décadas. En principio, de una forma no sistemática. El primer paso fueron los llamados «pisos de banco» cuando el cliente presentaba garantías suficientes. El segundo, cuando el valor de la tasación era muy superior al precio de adquisición de la vivienda (los créditos hipotecarios se vinculan al dictamen pericial de valoración). El tercer paso es la generalidad. El cuarto es la crisis hipotecaria. El crecimiento en un año de los créditos concedidos se encuentra en el entorno del 25%.
No hay que confundirse. Tener un sector de la construcción robusto es bueno para la economía del país y de las ciudades. Perder la cabeza no lo es. Si algo se sabe de este país, es su tendencia a girar como una veleta, a no aprender de los errores cometidos . Del debate nacional sobre los desalojos —de una gravedad extrema— se puede pasar a una nueva burbuja. Sin transición, sin alertas de sentido común. Sobre todo, cuando los mimbres siguen siendo hoy los mismos. Dormidos y latentes, como el virus de una vacuna. Cuando no se ha tomado ni una sola medida realista para evitar el próximo drama.