Francisco Poyato - PRETÉRITO IMPERFECTO

Las colas de Aucorsa

Miles de cordobeses se han topado estos días con unos servicios que costean y no están cuando se les necesita

Las colas de Aucorsa en la Feria han sido el mejor epítome del ecuador del mandato municipal en el que nos hallamos. El peor escenario posible —una celebración que llega a todos los hogares y tira de miles de turistas— para exhibir la incapacidad de prever y resolver problemas de calado que vienen mostrando los inquilinos de la planta noble de Capitulares. Una falla política que ninguno de los antecesores de doña María Isabel Ambrosio hubiera dejado que se abriera en momentos tan delicados y con tan enorme impacto en el escrutinio de la calle. Por algo ningún capitular es capaz de meterle mano al recinto ferial de El Arenal, que agudiza sus clamorosas lagunas a poco que el termómetro empieza a subir, amén de su estructura y sentido medular. Porque habrá miles de cordobeses que no suelan coger más autobuses públicos a lo largo del año, y se han topado estos días con la cruda realidad de unos servicios municipales que costean y no están cuando más se les necesita.

Sin duda, la «mejor» tarjeta de presentación de Ambrosio y compañía hacia la masa desconocida, justo un año después de una huelga inédita en los años de corporaciones democráticas que dejó a miles de cordobeses esperando la nada en las paradas. D e aquellos polvos vienen estos lodos: las horas extras, las averías, la falta de personal, la huelga encubierta, el convenio colectivo, el contrato-programa y la zancadilla política a modo de perspicaz chantaje... Pero si en algo se espera que la primera autoridad de una ciudad esté a la altura de las circunstancias y ponga toda la carne en el asador es en situaciones como éstas, para evitar que al menos se produzcan. O se reparen cuanto antes. Para anticiparse a un rosario de quejas interminable que veía pasar en coche oficial a la solución imposible. La ilusión de que el tiempo arregle por sí mismo el desaguisado es el único recurso ya a la vista, en una ciudad donde lo accesorio o secundario es algo inabarcable; donde lo complejo y trascendente es pura utopía. Y donde lo absurdo e innecesario, es nuclear. Mientras el cogobierno juega a contar bicicletas, al Monopoly de las peatonalizaciones o a los nuevos carriles-bus millonarios presa de la infografía se atasca en lo esencial: que se pueda ir a la Feria en autobús y no derretirse en el intento. El colmo hiperbólico en pleno colapso lo ha protagonizado indirectamente el concejal de Seguridad, reclamando taxis por Twitter desde las paradas de su barrio, como si nada tuviera que ver el Ayuntamiento en la ordenación de la otra pata del transporte público. Como si todo hubiera sido una tormenta perfecta.

Lo que está por venir en estos dos años que aún restan de corporación bebe en las fuentes de las colas de Aucorsa. Cada parte de este gobierno municipal tricolor empieza a jugar su particular solitario, posicionándose en los tiempos revueltos de la izquierda y en la pelea por volver al sillón capitular en 2019 con otra correlación de fuerzas y poder. Aquella famosa frase a modo de amenaza de José Manuel Mariscal, la joven promesa comunista, en los albores del mandato: «Cuatro más cuatro concejales suman más que siete». En ese plano de componendas y patadas debajo de la mesa camilla entre socialistas, comunistas y podemitas siempre acabarán perdiendo los mismos. Cada uno va a romper la baraja y quedarse con la parte más grande y quemar los pocos cartuchos que han sido capaces de guardar en este tiempo. Una solución para Rabanales 21, el metrotrén o cercanías, la piqueta en Ronda del Marrubial y algunas obras más en el plano turístico que atesoran enormes retrasos. Poco más.

La ciudad, mientras tanto, sigue esperando en la cola a que llegue un autobús para que la lleve a alguna parte.

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