Jesús Cabrera - El molino de los ciegos

Un cogobierno fuera de lo normal

Postureo o deterioro real, el 26-J afecta al equipo que sustenta a la alcaldesa de Córdoba

en todos los cogobiernos se reproducen los mismos patrones. Al principio, todo son buenas intenciones, sonrisas más o menos forzadas y un esfuerzo desmesurado por mostrar a los demás que la relación es magnífica, que cómo no se nos había ocurrido antes y que lo que vamos a hacer será la leche. La sociedad, que de tonta no tiene un pelo, sabe a la perfección que al poco tiempo, en cuanto se diluye la efervescencia del acuerdo, la relación se enfría casi de la noche a la mañana y la convivencia de las fuerzas políticas que se reparten el poder pasa a ser algo así como los separados que deciden seguir viviendo bajo el mismo techo: se saludan educadamente cuando se cruzan por el pasillo, se ponen de acuerdo a la hora de arreglar la cisterna, pero rajan inmisericordemente el uno del otro cuando están de tapas con sus amistades.

Córdoba ha conocido varios casos de este tipo en las últimas décadas. Todos ellos han cumplido con estas pautas y ligeras variantes, marcadas más bien por la propia personalidad política de cada uno de sus protagonistas. Fueron periodos de cuatro años en los que no faltaron los preceptivos pellizquitos de monja, los codazos para las fotos, la zancadilla más o menos disimulada, el culto a la personalidad, la capitalización de todo lo aprovechable y, en definitiva, el mantenimiento con claridad de las lindes políticas, del mismo modo con que leones del Serengeti marcan a diario su porción de poder. Lo que no ha faltado en ninguno de estos cogobiernos es el magnífico fin de fiesta que irrumpe en la escena cuando las siguientes elecciones municipales se comienzan a vislumbrar en el horizonte.

Esta declaración formal de ruptura de relaciones forma parte del guion y a nadie sorprende cuando llega. En el momento en que la maquinaria electoral comienza a girar las pataditas dejan de darse ya debajo de la mesa y los puyazos se convierten en el fuego cruzado de cada día. Es lo normal, pero lo que no está contemplado en las rúbricas que ordenan estas cuestiones es que los muelles de las facas comiencen a sonar antes de tiempo. Las cargas de profundidad que han detonado en los últimos días entre las dos formaciones que sostienen el gobierno municipal indican que en las tripas de Capitulares no hay cristalitos, sino el almacén completo de Victoriano Villar. Hay quien lo achaca a las generales, pero siempre que las ha habido no se ha llegado a esta gravedad.

La concejal de Hacienda, Alba Doblas, de IU, ha sido la que por activa o por pasiva ha encendido la mecha de este conflicto, ya que por culpa de su gestión hay que pegar ahora un recorte de 2,7 millones a las inversiones previstas, que no es moco de pavo. Doblas, que no es un dechado de transparencia, ha tenido guardado en su cajón el informe que ha provocado esta situación y que ha generado el enésimo dolor de cabeza a la alcaldesa. Doblas, que se ha visto acorralada hasta por sus hermanos ideológicos de Ganemos, ha sido tan poco original que en el Pleno usó la técnica tan elemental de disparar por elevación y culpar al Gobierno central, lo que nadie se creyó, como si hubiera responsabilizado de este tijeretazo de 2,7 millones al Tratado de Versalles.

Queda menos una semana de campaña para las generales. Habrá que ver si esta situación tan atípica forma parte del postureo político y se diluye el día 27 o si engorda conforme pasa el tiempo. Si las relaciones entre PSOE e IU continúan deteriorándose a partir del 27 de junio vamos a saber lo que es recuperar la sonrisa y lo que es gobernar para la gente.

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