PERDONEN LAS MOLESTIAS

Código ético

El señor Blázquez ha desenvainado la limitación de mandatos para frenar la candidatura de García. Veremos

Rafael Blázquez, Carmen González y Pedro García en una rueda de prensa VALERIO MERINO
Aristóteles Moreno

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SI el código ético fuera un artefacto, lo que el señor Blázquez acaba de hacer con Pedro García es colocarle una bomba de relojería debajo de su candidatura a eso que denominan confluencia. Dice el señor Blázquez que el coordinador de IU está inhabilitado para postularse porque lleva ya más de ocho años al frente de responsabilidades públicas. Y el código ético, por lo visto, limita la concatenación de mandatos en una misma persona para evitar la concentración de poder, democratizar las organizaciones y bla, bla, bla.

Ahora bien: ¿el código ético es un artefacto? ¿O un manual de buenas prácticas? Pues depende. Lo que la realidad demuestra es que nació como un marco deontológico de comportamiento y, a menudo, acaba convirtiéndose en munición de combate. De tal forma que hay códigos éticos que se estiran como un chicle Bazoka o se reinterpretan arbitrariamente como si los televidentes fuéramos tontos del haba .

Lo que sabemos hasta ahora es que el señor Blázquez ha enarbolado el código ético para neutralizar la candidatura de Pedro García. Otra cosa es identificar si el portavoz de Ganemos lo ha desenvainado como artefacto o como manual de buenas prácticas . Y no es exactamente lo mismo. A tenor por la reacción impasible del coordinador de IU, todo indica que el código ético, una vez más, formará parte del mercadeo político en el proceso de negociación.

Es decir: los cargos públicos de según qué formaciones se encuentran sometidos a una limitación de ocho años salvo que se diga expresamente lo contrario. ¿Y quien dictamina cuando se dice expresamente lo contrario? Pues el propio candidato, que suele ser, a su vez, el jefe de la cosa. O sea: juez y parte de todo el tinglado. Por esa razón, previsiblemente, el señor Pedro García se encontraba más fresco que una lechuga. Porque el código ético dirá lo que diga que cuando llegue su momento se interpretará como convenga.

Todo el mundo sabe que quien hace el código ético hace la trampa y las hemerotecas están llenas de juegos malabares al respecto. Aquí y en Pekín . En materia de acumulación de cargos y sucesión de mandatos hemos asistido a los trucos más estrambóticos que usted pueda imaginar. Conejos de la chistera , cláusulas invisibles, excepciones de la risa. Para perpetuarse en el sillón, los grupos de poder son capaces de montarte un «show» de ilusionismo que ríete tú de Juan Tamariz .

Ahí tienen, pongamos por caso, el típico juego de manos en que el secretario general asegura estar dispuesto a ser el candidato si el partido se lo pide. Pero, joder, si eres el puto amo de la organización. ¿A qué viene este postureo? En eso, el señor García no se ha salido del guión. «Si el partido me lo pide», impostó el coordinador de IU, «no voy a decir que no». Por favor. Que nos da el tembleque . En esa onda, le rogamos encarecidamente a los responsables de todo el tinglado este que actualicen una mijita la escenificación de la candidatura y eviten comedias de esta naturaleza.

Hasta aquí la simulación. A partir de ahora se abre un proceso de reflexión interna para determinar si el código ético se cocina en pepitoria o se fríe empanado en aceite hirviendo . Todo depende de la correlación de fuerzas internas y de la capacidad del señor Blázquez para mantener el pulso. Que, en nuestra humilde opinión, resulta muy limitada. Y luego, si la cosa se pone torcida, ya llegarán el señor Maíllo y Teresa Rodríguez con el pacto regional guisado y tiro porque me toca. O sea.

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