La ciudad perdida de Almanzor en Córdoba

«De nuevo, 'Madinat Al-Zahira'», por María Jesús Viguera

La experta rechaza de plano la tesis de la ubicación en la zona occidental de Córdoba del palacio de Almanzor

Huella del yacimiento de Turruñuelos ABC

María Jesús Viguera

Me piden comentar el artículo que don Manuel Ramos ha publicado en ABC el 5 de abril, titulado ‘Medina Alzahira, la ciudad de Almanzor: Claves para un enigma arqueológico en Córdoba’ , y lo hago con gusto porque es importante dar la bienvenida a la participación ciudadana en el reconocimiento del patrimonio histórico, en este caso sobre un enclave magno como fue la ciudad palatina de Almanzor, por él alzada desde 979, un año después de acaparar el poder sustituyendo en casi todo al disminuido tercer califa Hisam II, y compitiendo con la centenaria dinastía de los Omeyas incluso en el monumental boato representativo de construirse una ciudad propia que emulara y anulara la magnífica ‘Madinat al-Zahra’ , fundada en 940 por el primer califa, Abd al-Rahman III .

Almanzor utilizó un apelativo paralelo para calificar también su resplandor: ‘Madinat al-Zahira’, pero los destinos de ambas ciudades palatinas fueron distintos: derruidas con saña en las guerras civiles de la primera decena del siglo XI, al-Zahra, felizmente reencontrada, es hoy una de las glorias monumentales de la Humanidad , pero al-Zahira sigue tristemente soterrada, sólo advertida gracias a textos árabes que describen su brillo y tragedia. El artículo de Manuel Ramos testimonia que Madinat al-Zahira está oculta, no olvidada.

¿Dónde está al-Zahira? No han dejado de proponerse localizaciones como el polígono de las Quemadas, el del Granadal, El Arenal, por el meandro oriental del Guadalquivir, entre los arroyos de la Fuensanta y Rabanales, y alguna más, según suele ocurrir cuando un nombre carece de un ser visible determinado. Y ha llegado a aceptarse su ubicación al este de Córdoba, entre los ‘arrabales orientales’, como se sigue representando en planos del urbanismo histórico cordobés. Entre algunas conjeturas, destacan aportaciones, como las de Leopoldo Torres Balbás y Manuel Ocaña, o de infatigables rastreadores del urbanismo cordobés como Rafael Castejón, Rafael Fernández y González, Rafael Gracia Box, Antonio Arjona y otros. Como tema siempre latente: Alberto León, ‘La ciudad perdida: Madinat al-Zahira’ (conferencia en la Casa Árabe en febrero de 2020).

Con todo, se había alcanzado un cierto consenso que Manuel Ramos remueve ahora como «tesis tradicional» llevando su ubicación a Turruñuelos, por tanto trasladándola al occidente de Córdoba no tan lejos de al-Zahra, con la forzada hipótesis, improbable, de que las documentadas ubicaciones en la ‘Garbiyya’ (al oeste, de al-Zahra) o en la ‘Sarqiyya’ (al este, de al-Zahira) no se regirían por los puntos cardinales en relación con Córdoba, sino por la situación relativa entre ambas.

«Sueltos», sin lugar concreto al que adherirse, existen yacimientos a veces de gran magnitud, a cuyos contenidos arqueológicos no se les ha asignado ninguno de los nombres históricos que sólo guardan los textos. Es tentador bautizarlos, y es el propósito del artículo que ahora comentamos, que propone identificar a Madinat al-Zahira con Turruñuelos, este segundo enclave sensacional por su extensión y restos pero aún sin apellido histórico, aunque no faltaron propuestas, algunas publicadas en el Boletín de la Real Academia de Córdoba (2000) , interpretando Turruñuelos como la ‘Rusafa’, a partir de razones aportadas por Antonio Arjona : que se apoya en la localización geográfica de Turruñuelos, su entidad extraordinaria, y su uso continuado hasta después de la conquista cristiana, cuando los Condes de Hornachuelos mantuvieron durante siglos el cortijo de Turruriuelos. Confieso que no he seguido el debate posterior sobre estos argumentos, en alguna ocasión descalificados por faltarle «indicios concluyentes», pero situar Turruñuelos en otro enclave requiere desmontar las propuestas anteriores.

Es comprensible que queramos resolver la incógnita, pero debemos proceder con rigor, y comentaré dos puntos más del artículo de Manuel Ramos, quien, utiliza el significado que otorga a Turruñuelos como «terrón, tierra, arena, arenal» para señalar «que se podría encontrar más al sur, en la zona del Arenal», y que algún texto sitúa al-Zahira «en un lugar llamado ‘al-ramla’, que significa en árabe, precisamente, el arenal», y aclaro que así resulta para ramla, pero un turruñuelo es «elevación pequeña y redonda del terreno», de una raíz *tor-, *tur- cuya abundante distribución toponímica por la península ibérica fue bien comprobada por Dolores Gordon Peral (1972).

Acabo de leer un artículo de Feliciano Correa, publicado en el ‘Hoy’ de Extremadura (27 de marzo), donde vuelve en defensa del patrimonio histórico, centrado en la arruinada ermita de Santa María de Brovales , y nos recuerda que en ‘Los últimos recodos del camino’ (1992) escribió: «La gloria de granito por el suelo, convertía la grandeza tallada en vulgaridad pétrea, dando al paraje un regusto fantasmal» y lamentando que no se puedan aplicar más fondos al patrimonio artístico. Debemos reconocer que en Córdoba se hace todo lo posible, en varios frentes a la vez, como destacaba en 2018 el arqueólogo Juan Francisco Murillo, director de la Oficina de Arqueología de Gerencia de Urbanismo del Ayuntamiento de Córdoba, al señalar (https://asociacionhesperidesandalucia.es) como necesaria prioridad « la conservación del patrimonio que ya se ha incorporado a la ciudad ».

Los seres humanos construimos nuestra imprescindible historia con una labor tenaz y ardua de interpretaciones sobre las fuentes disponibles, y en esta labor colectiva todas las propuestas son bienvenidas, porque a veces las más o menos convincentes hipótesis conducen a los esclarecimientos o promueven acciones que a ellos nos conducen, y este artículo podría ser uno de los acicates. No debo soñar con lo que sería descubrir y restaurar Madinat al-Zahira , para que, tras muchos años y costosos esfuerzos, pueda ofrecerse también a la interesantísima contemplación histórica más o menos como fue, junto a su competidora fraterna de Madinat al-Zahra, ciudades refulgentes, que tanto representaron para los andalusíes y tanto pueden representar para nosotros.

(*) La autora es catedrática de Historia y Lengua Árabe de la Universidad Complutense de Madrid

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