La ciudad con límites

Desconfío soberanamente de las ciudades a las que no se le ven los límites desde un punto central. Esa es una de las razones por las que Córdoba es un sitio estupendo. Desde el Gran Capitán es posible ver la parte no horadada de la Sierra. Desde la calle de la Feria, las suaves lomas de la Campiña . No hay que hacer un esfuerzo por imaginarse en un pueblo grande, con semáforos , pero sobre todo con límites. Donde es posible regresar a comer a casa a diario porque caminar sigue siendo una alternativa. Me parece la única opción posible: la ciudad manejable. La que cabe en los bolsillos y no genera un ataque de ansiedad a cada rato.

En Madrid , han descubierto a instancias del virus (y a palos) que son muchos. La Comunidad acaba de ordenar el confinamiento de barrios del sur de la capital con el criterio de que superan los 1.000 casos por cada cien mil habitantes en las últimas dos semanas. Por si les sirve la comparación, esa misma tasa en la provincia de Córdoba es de 164 casos. Existen puntos extraños como Santa Eufemia (768 habitantes) que supera los 6.400 casos por cada cien mil habitantes por el brote en un asilo.

Las zonas nuevamente confinadas en la capital del Reino , centro del Universo , coinciden con lugares densamente poblados de personas trabajadoras que precisan de grandes sistemas de transporte público para llegar a sus empleos, que compran en enormes supermercados y transitan por avenidas muy concurridas. Su vida es así: no es una elección. Es lo que hay.

La ciudad de Córdoba tiene una densidad población de 259 personas por kilómetro cuadrado gracias a un término municipal de tamaño XXL . La ciudad de Madrid supera los cinco mil habitantes por kilómetro cuadrado asumiendo ya términos vecinos. Madrid llega a la provincia de Toledo por el sur y a la de Guadalajara por el norte.

Aquí, los nuevos barrios del planeamiento urbanístico local se realizaron sobre bases muy concretas. Nunca se podían superar las 75 viviendas por hectárea de suelo. Pese a algunos experimentos lamentables, se han mantenido ciertas condiciones de ciudad compacta sin resolver como correspondía la realidar de la ciudad histórica, intramuros, que languidece mientras los nuevos barrios rebosan por los flancos llanos.

Vivir en ciudades como Córdoba , Cáceres o Ciudad Real nunca se tomó como una ventaja en determinados ámbitos como el laboral. La economía española siempre fue centrípeta. No era sencillo encontrar un profesional destacado en su campo que decidiese dejar pasar una oferta de «irse a Madrid ». Estudiar la carrera allí suponía acceder a mejores oportunidades salariales. Familias pudientes llegaron a situar su residencia fiscal allí gracias a un «dumping» tributario descarado. A las grandes empresas, a las instituciones, nunca se les pasó por la cabeza ubicar sus sedes en otras ciudades salvo el caso de Barcelona , otra que tal. Así, Madrid se ha hecho inmenso, adicto a grandes infraestructuras, y sus habitantes, personas necesitadas de medios de transporte colectivos de alto presupuesto, obligados a hábitos sociales donde la distancia no es una opción y aquejados de una carencia crónica de equipamientos. 

No creo que existan lugares seguros contra un virus , dejémonos de pamplinas. Sí creo que subirse a un metro en hora punta es práctica de riesgo en estos momentos. También, que esta enorme crisis ha generado una enorme ocasión de explicar que hay lugares donde la relación coste de la vida y calidad de la misma es una opción a tener en cuenta, sobre todo, para quienes toman decisiones relevantes para las vidas de otros. Que igual hay otra forma de hacer las cosas. Que quedarse o volver puede ser una opción satisfactoria porque hay motivos.