EL NORTE DEL SUR

Cinco pavos

El director de Medina Azahara propone la entrada de pago con valentía: sabe que molesta a sus jefes y a los ciudadanos

Turistas en una visita a Medina Azahara V. M.
Rafael Aguilar

Esta funcionalidad es sólo para registrados

Un paquete de tabaco . Más que una entrada para el cine de verano y algo menos que la de uno cubierto. Un tercio, en el mejor de los casos, de un pase para ver un partido de fútbol de segunda división. Una almohadilla de las que venden en los accesos de la plaza de toros para una corrida a la que uno no asiste por menos de treinta o cuarenta euros. Una ronda de cervezas para tres o cuatro amigos. Cinco euros. Calderilla . Nada que no esté al alcance de cualquiera o que descuadre las cuentas del mes. Ese es el precio que el d irector del Medina Azahara, Alberto Montejo , propone que abone todo el mundo (en ese todo el mundo están incluidos los cordobeses) que pase por la taquilla del yacimiento que dirige desde hace catorce meses y que hace poco menos de una semana obtuvo el título de Patrimonio de la Humanidad . Pura sensatez, pura valentía: la de plantearlo con naturalidad y hasta con desparpajo en una entrevista publicada por este periódico esta semana a sabiendas de que su afirmación podía molestar al común de los ciudadanos y a sus jefes de la Junta de Andalucía , a los que aseguraba que les ha comentado su idea de una manera informal pero sin obtener una respuesta clara hasta la fecha.

Montejo lo dijo en la terraza de la cafetería del yacimiento a media mañana de este martes. Erraría cualquiera que piense que aquello andaba atestado por la emoción de que el título internacional estaba fresquito y aún ocupando las portadas de los periódicos: un grupo de japoneses maravillados por las tostadas rociadas con aceite y tres vecinos de Buenos Aires. Allí no había nadie más , como tampoco lo hubo al día siguiente, el miércoles, con los viceconsejeros de la Junta de Andalucía como invitados estrella y sin mucha gente a la que saludar . «Los cordobeses, que vienen lo justo. Somos así», decía entre la autocrítica y el lamento el responsable de las instalaciones patrimoniales. «Y mira que la gente conoce esto: no ves que hay un grupo de rock de fama internacional que se llama Medina Azahara», añadía con sorna.

Sucede que entre los retos inaplazables de la antigua ciudad palatina prevalece el de que los vecinos que viven a siete u ocho kilómetros del enclave omeya muestren un interés por ella que vaya más allá de la mera alegría porque haya obtenido la cuarta distinción de la Unesco con la que se hace Córdoba. Insistía Montejo: «Sólo uno de cada cinco de nuestros visitantes es cordobés». El empeño ha de ser de la gente de pie de calle más que de la Administración que gestiona el bien. Por mucho que Aucorsa mejore el servicio de autobús que enlaza el centro con el centro de recepción de visitantes, por más que la Diputación provincial arregle la carretera que parte de la de la Palma del Río y va a parar al museo, por mucho dinero que la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir invierta en el proyecto del paseo peatonal desde Córdoba hasta las ruinas islámicas. Todo dará igual, o casi; todo será en balde, o casi, si el personal no deja pronto de pensar en Medina Azahara como un sitio pintoresco del que el cuñado se enorgullece porque deja preciosa la vista desde la piscina de la parcela.

Cinco pavos

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación