APUNTES AL MARGEN
A cien euros el tuit
La promoción turística es una cosa muy seria y no la almoneda a la que echar mano para dar premios, consolar cuentas de resultados privadas y aplacar las animadversiones
Desde aquí lo digo. Mi cuenta de Twitter está a disposición de la institución pública que así lo estime oportuno. Me acompañan dos mil y pico «followers», la mayor parte de ellos cuentas de apoyo a Susana Díaz manejadas desde un «call center». No es mucho, la verdad, pero suman y algunos hasta son amiguetes de los de tomar cañas. Llegado el caso, me hago fotos poniendo morritos y ya soy «influencer». Desconozco mi índice Klout -ni lo sé ni me importa, la verdad- y me lío con los números del «analytics». Pero si el Ayuntamiento de Córdoba está dispuesto a pagar 816 euros más IVA por ocho tuits, se hace un esfuerzo y basta. La patria, si no el interés general, así lo mandan.
El dato definitivo es que el gobierno municipal estaba de acuerdo en abonarle al Córdoba CF unos 650 euros añadidos por nueve mensajes en Facebook . La presencia en esta red social se la dejo mayormente al compadre Rafael González pero, si esas son las tarifas, estoy dispuesto a zambullirme en el reino del tal Zuckerberg hasta donde sea necesario. Si hay que poner a Córdoba en un pedestal , se pone buscando muchos «me gusta». Porque los euros así lo merecen. Nueve tuits y nueve mensajes de Facebook , que se escriben en un rato, valorados al precio de una nómina adulta de las antiguas. Con la firma del concejal debajo de donde pone, en letras grandes, « conforme ».
Reconozco mi estupor la primera vez que leí la factura de la iniciativa india del Córdoba CF apoyada con fondos municipales. Uno, que ha visto ya de todo, recuerda los famosos toros en una servilleta de papel. O al propio concejal García mentándole la familia al anterior gobierno, popular, por la estatua de Claudio Marcelo versión chulazo musculado. En ambos casos, puede decirse que hubo contraprestaciones ciertas: los toros y don Claudio existen (o existieron, en el supuesto de los astados). Los veinte mil eurillos de marras son una señal de buena voluntad entre la casa consistorial y la sociedad anónima deportiva. Un pelillos a la mar después de haberse dicho hijo de tal. Un signo de nuevos tiempos como en algunas culturas se regalaban a las primogénitas, la vaca de mayor producción lechera o el camello más veloz de la tribu.
El Ayuntamiento -versión IU- y la propiedad del Córdoba CF decidieron superar los malos ratos del solar del Canal y otros sinsabores con una relación más constructiva. Regada, eso sí, por esa mutua confianza que existe desde hace meses, cuando se superaron los amargos tragos de llamar a la Policía Local y ponerse de vuelta y media en los periódicos. Tengo la impresión de que el Ayuntamiento hubiese patrocinado el botijo del banquillo del filial benjamín del Córdoba si no se hubiese cruzado esa cuestión tan surrealista de buscar turistas en Bombay con la marca de un equipo que milita en la Segunda División. Con cientos de miles de fans, quién sabe si millones, en el subcontinente asiático. Primero El Arenal, luego España, después Bombay y, más tarde, el mundo.
Ya se ha defendido en estas líneas que conviene dilucidar qué es el Córdoba CF . Si es una empresa, si es una entidad dedicada a la promoción del deporte o si una mezcla de las dos. Se hizo cuando José Antonio Nieto regaló la parcela y cuando el actual cogobierno dijo que aquello era ilegal promoviendo -recuérdese- un cambio de ubicación a otro terreno pagado con los mismos fondos públicos. Trazadas primero las reglas del juego conviene que opere en igualdad de condiciones. Nadie duda a estas alturas que pueda recibir dinero del erario. Desde anuncios en las camisetas -una iniciativa publicitaria legítima- hasta un uso regulado del estadio municipal. La cuestión es que lo haga con la debida transparencia y una razonable contraprestación en cualquiera de los campos donde opere.
También se ha defendido aquí que el dinero de promoción turística de la ciudad de Córdoba no es el «fistro vaginal» de la Bernarda. La hucha de la que se saca pasta para aliviar cuentas de resultados, dar premios por buena conducta o aplacar las animadversiones. El dinerito para animar el autobombo o que los políticos de este nuestro gobierno municipal salgan guapos en los foros convenientes. Esto no puede ocurrir porque está feo y porque hasta los que han estado detrás de la cuestión saben, en su fuero interno, que se trata de una cagada mayúscula , descomunal. Que retrata una manga ancha, una liberalidad, que se ha tenido que corregir gracias a los controles internos que, esta vez, han funcionado.