Historia
Cien años del accidente ferroviario de Los Pradillos de Córdoba, una catástrofe que se pudo evitar
Se cumple un siglo de un suceso que dejó casi una decena de muertos y puso a la Compañía Andaluza en el punto de mira
Los periódicos de la época, entre ellos ABC, llevaron a sus portadas este trágico episodio de la historia negra de Córdoba
Era una noche fría de enero, en una Córdoba que poco o nada tenía que ver con la que es ahora. El tren mixto número 2 , compuesto por 23 vagones de mercancías y otros cuatro coches de pasajeros, descarrillaba a la entrada del túnel de Los Pradillos , antigua estación de la línea Córdoba-Almorchón, dejando al menos ocho fallecidos y numerosos heridos, aunque el cómputo total de afectados bailaba y generó polémica. La tragedia la vieron venir los trabajadores de la estación de La Balanzona cuando observaron como el tren pasaba de largo a una inusitada velocidad. El día 23 de enero de 1920, los periódicos locales y el ABC de Madrid llevaban a su portada el trágico suceso, del que se cumplen ahora cien años.
Por el estado en el que se encontraba el tendido férreo, el suceso no sorprendió a nadie. Corría el año 1920 y el Partido Conservador de Antonio Maura gobernaba desde hacía menos de un mes la España de Alfonso XIII. Eran los primeros años de un siglo XX en el que la crisis estallaba por diversos frentes. Entre ellos, el del ferrocarril . Las infraestructuras ferroviarias españolas demostraron su obsolescencia en un contexto que demandaba mejores comunicaciones para dar agilidad al transporte de mercancías en pleno auge de las exportaciones. Aún no existían empresas estatales de ferrocarriles como la actual Renfe, y las compañías privadas a menudo mantenían trenes anticuados y tendidos ferroviarios en mal estado. El caso de la Compañía Andaluza de Ferrocarriles , que controlaba la mayor parte de las líneas ferroviarias del sur de España, no era una excepción.
Periódicos de la época como «El Defensor de Córdoba» llevaban a sus páginas la demanda de mejoras en un servicio ferroviario que consideraban digno de países subdesarrollados. Sobre la línea donde se produjo el accidente, esta publicación decía que sus vagones de viajeros «en ningún país civilizado servirían para que en ellos se transportaran bestias», y criticaba «su horario imposible, sus retrasos crónicos» y «tanta y tanta cosa que hace pensar a veces si esta línea se halla enclavada en el desierto del Sahara». Con estos mimbres, cuando la noticia del accidente empezó a correr como la pólvora por Córdoba también se extendió la frustración de saber que el accidente pudo haberse evitado .
«El tren llevaba diez frenos y dos galgas y a menos que la Compañía no tuviese dotado el tren con el personal necesario , en cuyo caso su responsabilidad sería enorme, doce eran los guardafrenos que en el convoy iban», relataba, al día siguiente de la catástrofe, el periódico local «La Voz». El maquinista, el fogonero y el jefe de tren fueron detenidos tras el accidente como presuntos culpables del siniestro, pero fueron puestos en libertad rápidamente. Lo sucedido, concluyó la investigación, no pudo evitarse con medios humanos.
El convoy estaba formado por locomotora, furgón de cabeza, 23 vagones de mercancías, un coche de primera clase, otro de segunda, dos de tercera y el furgón de cola. Al adquirir velocidad, los coches que transportaban mercancías (entre ellas unos 200 cerdos que murieron asfixiados, carbón y leña ) mantuvieron estabilidad por su peso pero los de los pasajeros comenzaron a «saltar». El vagón de segunda clase colisionó contra la entrada del túnel y a causa del impacto la locomotora se descolgó, perdiendo una rueda y circulando sin control hasta parar a unos tres kilómetros, sobre el Puente de Hierro . «Hemos oído afirmar a personas bien enteradas que el número de viajeros pasaban de treinta, el de empleados de Compañía deberá constar de quince indivíduos, cifras que sumadas hacen ascender el de personas que conducía el tren a cuarenta y cinco», decía el diario «La Voz» en su crónica de la tragedia.
Sus tripulantes lograron avisar a la cercana estación de Cercadilla de lo sucedido para activar el dispositivo de emergencias, que resultó ser bastante precario. El suceso ocurrió sobre las dos de la madrugada y no fue hasta dos horas después cuando se puso en marcha el tren de socorro, en el que viajaba el médico de la compañía ferroviaria. El entonces alcalde de la ciudad, José Sanz Noguer , se trasladó al lugar de los hechos nada más enterarse de la noticia y tuvo que coordinar él mismo el operativo ayudado de trabajadores, la Guardia Civil y cordobeses a título individual que también se sumaron como voluntarios al oír sobre la catástrofe.
Aunque las primeras informaciones hablaban de siete heridos, las crónicas del masivo funeral hablan de hasta 16 cadáveres que hubo que retirar de entre el conjunto de vigas, metales y cristales en que quedó reducido el tren. En la edición de la tarde de ABC del día 26 de enero se narraba cómo la fúnebre comitiva que recorrió las calles, a la que se sumaron autoridades y vecinos, tuvo un seguimiento masivo. Durante la jornada, el comercio de la ciudad cerró en señal de duelo, y unas 8.000 personas -en una ciudad de, por aquel entonces, unos 74.000 habitantes- acudieron al funeral que fue costeado por el Municipio. Entre ellas, todo el personal ferroviario incluidos los altos cargtos de la Compañía, que en adelante ya no serían mirados con buenos ojos en Córdoba.
La catástrofe puso a la Compañía Andaluza de Ferrocarriles en el punto de mira. Organizaciones como el Círculo de Labradores o la Cámara de Comercio dirigieron enérgicas críticas hacia la empresa y entre los afectados cundió la intención de iniciar acciones populares para exigirle responsabilidades. También al gobierno, por permitirlo, y a pesar de que el entonces director de Obras Públicas , el señor López Molins, quiso asegurarse el perdón de los afectados por la vía de la reparación económica. Tras visitar el lugar del siniestro días después del accidente, acudió al Hospital de Agudos a ver los heridos del suceso, que se quejaban amargamente de «la tardanza en llegar los auxilios», y entregó 300 pesetas a cada uno además de un donativo a la superiora del centro, «para atender las necesidades del hospital», según recoge la edición de ABC del 29 de enero. La vieja política.