Mario Flores - El dedo en el ojo
Cerrado por vacaciones
Ya puestos, cubramos con una lona nuestros museos y monumentos, así por lo menos no se gastan
Si el hombre ha llegado a la luna (a pesar de la opinión de los descreídos que más atribuyen este hecho a un montaje de Stanley Kubrick), ¿cómo es posible que nuestro Ayuntamiento y la Junta de Andalucía sean incapaces de abrir sus museos cordobeses en días señalados como puentes y festivos? ¡Que no hace falta ningún Apolo XI para conseguir esa empresa, hombre!
Ni el Alcázar, ni Medina Azahara, ni el Museo de Julio Romero de Torres, ni el Arqueológico, ni el de Bellas Artes abrieron sus puertas los pasados días 1 y 2 de mayo de manera alterna y ambos festivos, pero ¿es que aquí no trabaja nadie?
Venga usted de Tomelloso, de Castro Urdiales o de San Sadurní de Noya para encontrarse con que en Córdoba le pegan con las puertas en las narices y le dicen que si quiere ver algo «vuelva usted mañana» o cómprese un libro con fotos. Para que la gamberrada sea mayor, sugiero a nuestro consistorio aliarse con la Junta para pinchar las ruedas del AVE a la altura de Puertollano y que les den por allí a esos malditos turistas y visitantes que vienen a importunarnos con sus dichosas visititas.
La marca Córdoba queda retratada de esta manera como una marca blanca de gran superficie, de esa que se coloca en la parte baja de las estanterías por tener los precios por los suelos. No debería, por tanto, extrañarnos que nuestras fiestas de mayo queden representadas por una cosa llamada «Rafalito» (ahí es nada) epítome de las esencias más vulgares, catetas y tópicas a cuya altura sólo divisamos los programas de producción propia de Canal Sur. Somos los mejores para lo peor y lo peores para lo mejor; así de claro.
No hay manera, oiga. O sí hay manera, porque la Mezquita-Catedral abrió sus puertas como si nada y nutrió sus naves con miles de esos visitantes frustrados que enjugaban su cabreo al albur de sus impresionantes columnas, arcos y capiteles. Que digo yo que si la Mezquita-Catedral funciona tan bien, ¿por qué se empeñarán entonces algunos en convertirla en un «espacio público, gratuito y de calidad al laico modo bajo el pedantísimo ‘Mezquita-Catedral de tod@s’ (disculpen la garrapata morfológica)»?
Algunos de los visitantes expresaron su legítimo y razonable cabreo profiriendo que no recomendarían a nadie venir a Córdoba. Ni yo tampoco. Mientras no se tome conciencia de la importancia del turismo para nuestra ciudad no haremos sino el ridículo y espantar la inversión. La gestión de nuestros museos es lo más parecido a una boñiga, y de boñigas no vive Córdoba. Este asunto parece ofrecer el fracaso de lo público cuando éste se sacraliza, se venera y prestigia pero se gestiona con el trasero.
Ya puestos, cubramos con una lona nuestros museos y monumentos: así no se gastan.