Tribuna Libre

S.O.S. centros históricos

«Eran los turistas, y no los vecinos, los que llenaban aquel centro tuneado, que ahora, sin visitantes, presenta la imagen desoladora»

Un joven pasea con mascarilla por la calle Deanes ROLDÁN SERRANO

Manuel Ramos Gil

LOS centros o cascos históricos de nuestras ciudades se mueren irremediablemente. No es ya un problema de una ciudad o región en concreto, sino que esta pandemia se expande por todo el territorio nacional sin excepción. En poco más de dos décadas, políticas municipales erróneas han dejado vacíos los centros y barrios históricos de las ciudades y han dado al traste con la personalidad intrínseca de los pueblos de España . Han truncado el tradicional modo de vida y de convivencia de sus vecinos, ahora desplazados a las nuevas y alejadas zonas residenciales.

El político lumbreras de turno se levantó una mañana con una idea «genial»: la peatonalización de la calle comercial por antonomasia de su ciudad, a la que siguieron las adyacentes. Pero aquella genialidad aún le pareció poca cosa, por lo que decidió subir la apuesta con su segunda medida estrella: restricción de vehículos. ¿Era consciente aquel político de que acababa de sentenciar a muerte al centro histórico de su ciudad?

Casi todos los alcaldes de España se apuntaron a aquella moda e intentaron emular el «milagro» de Málaga . Tirando de fondos públicos, en pocos años, los ediles consiguieron tener su propia calle Larios en su pueblo o ciudad. Pero pronto comenzaron a saltar las alarmas. El « feedback » no era el esperado; alzan la voz primero los comerciantes, que constatan con horror el descenso alarmante de las ventas y la consiguiente imposibilidad de hacer frente a unos elevados alquileres.

«Las jóvenes familias emigran en masa a las nuevas y alejadas zonas residenciales»

El segundo frente activo fue y sigue siendo el vecinal. Ante las restricciones y las dificultades de movilidad en coche, pieza fundamental para la vida individual y familiar del siglo XXI , las jóvenes familias emigran en masa a las nuevas y alejadas zonas residenciales. Mientras, los pocos vecinos que quedan en el centro se muestran sumamente enfadados con las restricciones que sufren y que no padecen los barrios, sin saber exactamente el por qué, pues ni siquiera la Unesco exige tales medidas para el reconocimiento de una ciudad como patrimonio de la humanidad.

Y es en esa fase de monumental enfado cuando hace acto de presencia el tercer elemento perturbador para la vida en el centro: las terrazas, mejor dicho, el abuso de las mismas. Como por arte de magia, en pocos meses, miles de veladores inundan las recién estrenadas zonas peatonales, de suerte que al peatón le resulta imposible no ya salir a pasear con su familia, sino ni tan siquiera entrar en su portal. Pero si cabreado con la terraza está el vecino, más lo está el del negocio a quien los veladores le tapan su escaparate.

Los alcaldes se percatan de que decorado se les está viniendo abajo. En un abrir y cerrar de ojos contemplan decenas de carteles de «se vende» o «se alquila» en la calle que antes era la flor y nata de su ciudad. Pero ellos no se dan por aludidos y miran para otro lado; consideran que no tienen la culpa del vaciado, ni del envejecimiento de la población del centro y por supuesto tampoco, del cierre de negocios. Sencillamente nada pueden hacer. Por ello, como un vecino más se apuntan a diversas campañas surgidas desde el sector del comercio que gritan esloganes como «Ven a comprar al centro» o «El centro se muere».

«El comercio grita 'Ven a comprar al centro» o 'El centro se muere'»

Paralelamente, en un intento de subsistencia, algunos locales se convierten en bares, aunque ya no consiguen llenar. Los antiguos vecinos han muerto o están demasiado mayores para consumir y sus hijos se marcharon hace años con la familia, costándoles demasiado esfuerzo realizar visitas al centro.

De todo ello no tiene la culpa el Covid-19 . Pero lo cierto es que la nueva normalidad ha terminado por tumbar el decorado y demostrar que poca cosa queda tras él, una vez que el turismo sigue sin llegar. Porque precisamente eran los turistas, y no los vecinos, los que llenaban aquel centro tuneado, que ahora, sin visitantes, presenta la imagen desoladora que se repite constantemente en la prensa y redes sociales. Por suerte, la tradicional vida de compras, saludos, cafés y cañas se ha desplazado o simplemente ha sobrevivido en los barrios. Allí la vida late de verdad, con las tiendas de siempre, con aceras repletas de gente y con un incesante tráfico. Es un ecosistema auténtico, no un decorado, que muestra una personalidad diferente en cada ciudad.

Pero cuidado, el político ya ha posado su mirada en aquellas arterias comerciales de barrio, y no contento con haber matado el centro, amenaza ahora con aplicar a ellas también sus geniales ideas de peatonalización y restricciones.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación