Luis Miranda - VERSO SUELTO
Centro sin gente
La ordenanza de ruidos se cumple y la calidad del aire ha mejorado: no se emiten gases de los coches ni de las cocinas
Ya casi nadie se acuerda, pero las calles que ahora son peatonales, y que hoy se disfrutan anchas, lisas y paseables, estaban llenas de coches y de semáforos. Había que caminar por las aceras y de vez en cuando hasta alguien había dejado el utilitario subido a un bordillo para hacer una gestión rápida.
Entonces era más difícil y más desagradable pasar una tarde primaveral entre escaparates o hacer compras de Navidad con el frío de diciembre y no había magnolios en Cruz Conde para enmarcar unas dulces horas sin nada que hacer. Ha mejorado la economía de la ciudad, porque las tiendas caras de grandes franquicias pueblan ahora los locales con facturaciones abultadas . Antes había panaderías y fruterías, sitios donde la gente compraba la comida y establecimientos de primera necesidad, que quizá aliviaran a quienes vivían allí, pero no movían tanto dinero.
Ha mejorado la convivencia , nadie podrá decir otra cosa. Quien viviera en alguno de aquellos pisos enormes, con escaleras monumentales, tenía que soportar los ruidos del bullicio que entraba a buscar los saldos de enero o del verano y sortear a auténticas multitudes para acercarse al portal de su casa. Ahora casi todos tienen sus pisos nuevos a extramuros donde pueden llenar las despensas y si echan de menos su vida en el Centro seguirán dando un paseo agradable y sentarse en los bancos delante de lo que fueron sus casas.
La ordenanza municipal de ruidos se cumple a rajatabla por allí. A partir de las nueve de la noche no hay un decibelio de más. Ningún adolescente molesta a los vecinos con guitarras a deshoras, no hay nadie que grite los goles de su equipo y despierte a una anciana que se acueste temprano ni se han dado noticias de parejas que se hayan encontrado con notas de sus vecinos pidiéndoles que sean menos fogosos. Los niños ya no temen perderse en las bullas del Centro buscando sus casas y si quedase alguno por aquellas calles incluso podrían volver a jugar a la pelota con los árboles de porterías, como en los viejos tiempos.
Un poco más abajo, en los barrios históricos , la peatonalización masiva ha dejado toda una postal. Las antenas ya no estropean la visión de las calles encaladas y hasta se pueden evocar épocas pasadas en la cal ajada de las casas abandonadas que hacen parar los relojes. Aquí hay todavía sitios en que huele a verdura fresca y a la sal del Mediterráneo en el pescado, pero cada vez menos, porque no tienen grandes tiendas que proteger y no hay excusa para que los coches no pasen por las calles estrechas a donde las desvían quienes quieren que no pasen por las más anchas.
Córdoba es una ciudad más rica desde entonces. Se ha construido mucho en el extrarradio y se van a seguir levantando bloques, porque en algún lado tendrán que estar quienes se marchan de la ciudad antigua. Y por supuesto que ha mejorado la calidad del aire por allí: no hay humos de coches ni de chimeneas ni de cocinas que emitan a la atmósfera los gases nocivos de los cocidos, los flamenquines y la fritura de los boquerones. Se ahorra el agua de las lavadoras . Después de todo, y cambiando la dictadura militar por la peatonalización, están haciendo una Córdoba como la que relataron Les Luthiers en su ficticia República de Banania : «De no ser por nuestra acción de gobierno nuestras calles estarían llenas de pornografía, de corrupción, de violencia... ¡de gente!».