Historia

El castillo de Espejo, un centinela solitario en la Campiña cordobesa

Levantado en el siglo XIII, es una de las pocas fortalezas ducales aún habitadas; desde octubre puede visitarse

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El castillo de Espejo visto desde un mirador a las afueras del pueblo Valerio Merino
Rafa Verdú

Rafa Verdú

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Quienes construyeron el castillo de Espejo sabían bien lo que hacían. Levantado a finales del siglo XIII, desde su torre se domina una vasta extensión de terreno en lo que entonces era una zona fronteriza entre cristianos y musulmanes. A este lado, el reino de Castilla; un poco más allá, las posesiones nazaríes de Granada. No eran infrecuentes las incursiones de uno y otro bando y las localidades de la marca podían cambiar de manos con facilidad. Durante más de dos siglos, el castillo de Espejo sirvió como centinela en la campiña cordobesa.

Es fácil entender los motivos que llevaron al noble Pay Arias de Castro a construir en el promontorio que hoy es Espejo una atalaya. A 418 metros de altura, los accidentes geográficos y poblaciones lejanas son reconocibles a simple vista . Hacia el norte, Sierra Morena -que dista una siete leguas o 30 kilómetros- limita la vista y en días claros se puede ver hasta Medina Azahara; al Sur, a otro tanto, se distingen con claridad la silueta del Picacho de Cabra y hasta la singular pirámide del Pico Ahillos de Alcaudete , ya en Jaén. Hacia Levante, a unos 20 kilómetros se recorta la silueta de la fortaleza medieval de Torreparedones ; y mirando hacia Poniente se ven las heridas en la tierra de las canteras de la Sierra de Estepa , a más de 50 kilómetros de distancia. Entre medias se distinguen los pueblos de la campiña: Aguilar, Montilla, Santaella, Castro del Río, Santa Cruz...

Panorámica de la Campiña desde la terraza del castillo Valerio Merino

Hoy en día el castillo de Espejo, topónimo que deriva de una mala traducción del latín «specula» -atalaya o fortaleza- , es uno de los pocos castillos ducales de Córdoba aún habitados. Pertenece al Ducado de Osuna , una de las mayores casas nobiliarias del país. El castillo es ahora propiedad de María Ruspoli Solís-Beaumont, Ángela Solis-Beaumont y Téllez-Girón, Pilar de la Torre Téllez-Girón y Asunción de la Torre Téllez-Girón.

. Desde octubre del año pasado una joven empresaria local, Inmaculada Porras , organiza visitas guiadas al interior del castillo (600 en tres meses). Es la primera vez en décadas que se puede conocer, al menos en parte, cómo es la vida en el interior de una fortaleza medieval.

Sólo se accede a una parte de las dependencias , pero es lo suficiente como para conocer un sinfín de historias. El castillo está repleto de enseres, obras de arte y utensilios de la vida cotidinada, algunos de gran valor histórico. Hace cuatro años se descubrió en sus sótanos una colección de sables de la orden de Santiago , junto con un casco de coracero e insignias de algún oficial de la época napoleónica que se exponen en una de las habitaciones. Es sólo un ejemplo de lo mucho que aún guarda la fortaleza medieval.

Visita guiada

La visita guiada comienza por un salón amueblado donde abundan los retratos de los duques de Osuna junto con un ilegible árbol genealógico. Se guardan allí legajos y libros de contabilidad que se remontan al siglo XV . Es una de las estancias donde pasaba su tiempo doña Petra, como aún se le recuerda en el pueblo, viuda del XV duque de Osuna, Mariano Téllez-Girón y Fernández de Córdoba . Su hija, la duquesa de Osuna fallecida en 2015, se casó en 1946 en la capilla del castillo, el primer templo cristiano de Espejo que aún hoy sigue consagrado. Para aquella boda ( de la que hasta el NODO dio cuenta ), recuerda Inmaculada Porras, fue necesario acudir a los vecinos del pueblo para albergar a los muchos invitados. El castillo no tenía suficientes habitaciones para todos.

La pequeña capilla de la fortaleza, primer templo cristiano de Espejo Valerio Merino

Doña Petra, viuda desde 1925 , hizo su vida en Espejo y allí murió en 1985. «Hizo muchas cosas buenas por el pueblo», relata la guía turística. Entre otras, construyó el colegio del Sagrado Corazón y organizó la primera cabalgata de Reyes Magos de la localidad. Le gustaba pasar el tiempo con sus vecinas en las oscuras y frescas estancias.

La pequeña iglesia dentro del castillo de Espejo atesora, entre otros enseres, una talla en piedra de la Virgen de la Fuensanta -patrona de Espejo-, un Belén barroco del siglo XVIII y varios cuadros de temática religiosa que se salvaron de la quema durante la Guerra Civil. Espejo fue un enclave importante durante la contienda: la represión republicana fue brutal y está bien documentada y en las cercanías tomó Robert Capa la famosa foto del miliciano muerto. Un monumento en las afueras del pueblo recuerda ese episodio.

Sala de cacería con los trofeos cinegéticos; el más reciente es de 2013 Valerio Merino

Puede verse también el comedor del castillo , que se alquila para eventos particulares en donde los comensales usarán una vajilla de plata grabada con el escudo del Ducado de Osuna. Al lado queda el llamado salón de caza, adornado con trofeos cinegéticos de no hace tanto tiempo: el más reciente data de 2013. Era la estancia donde los hombres -y sólo los hombres- pasaban el tiempo después de una cacería, tomando brandi y jugando a las cartas. Está pavimentada, como casi todo el castillo, con baldosas hidráulicas del siglo XIX.

En la segunda planta recibe al visitante una pequeña biblioteca con algunos libros antiguos y un par de réplicas destacadas. Perteneció en su día al XII duque de Osuna, un aristócrata del siglo XIX que llevó a la casa nobiliaria a la ruina . Llegó a ser embajador en Rusia, y allí era conocido por las fastuosas fiestas que pagaba con las rentas de las tierras del ducado. El título se salvó sólo tras emparentar con la casa de Medinaceli, cuenta Inma Porras.

El mirador de Doña Juana Valerio Merino

Leyendas y fantasmas

En un lateral de la biblioteca se encuentra el llamado «mirador de Doña Juana». La leyenda cuenta que Juana I de Castilla, la hija de los Reyes Católicas, tuvo que pasar en el castillo una noche al verse sorprendida por una tormenta mientras iba de camino a Sevilla para reunirse con su esposo, Felipe el Hermoso. Tan enamorada estaba que permaneció junto a una ventana todo el tiempo esperando a que cesaran los truenos para poder retomar su viaje. Gracias a ello el castillo de Espejo obtuvo el llamado «privilegio de cadenas» , un título que permitía a los nobles pagar allí una pena de cárcel si habían cometido algún delito.

Se visita también el patio interior, que antaño fue un aljibe. Y aunque suene a leyenda, desde allí parte un túnel que recorre todo el pueblo y desemboca en dos lugares diferentes bien distantes. Era una escapatoria en caso de asedio, aunque en la actualidad se encuentra anegado.

Inmaculada Porras en el denominado Salón de la Mazmorra, por su uso primitivo; sirvió como refugio durante la Guerra Civil Valerio Merino

¿Y qué sería de un castillo medieval sin un fantasma? El de Espejo no tiene uno, sino dos. Cuentan en el pueblo que hay quien ha visto el espíritu de una niñera del siglo XIX, cuyo retrato se expone en una de las salas, tejiendo sentada en una cama o en la cocina. Más estremecedor es el relato del guardés actual del castillo, que asegura haber oído en la torre del homenaje -que no es visitable- fanfarrias de tambores seguidas del estrépito de un cuerpo al desplomarse sobre el suelo. Así murió, cuentan las historias antiguas, el último defensor republicano de Espejo en 1936.

Las visitas guiadas pueden concertarse contactando con Inmaculada Porras en el teléfono 633 93 56 42; más información en su página web .

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