Jesús Cabrera - EL MOLINO DE LOS CIEGOS
La carta
Andrés Bódalo ha escrito una misiva desde prisión que retrata al personaje en unos postulados alejados de la realidad
Las redes sociales , que son el signo de nuestro tiempo, facilitan a uno acceder a una cantidad ingente de información, seleccionarla y leerla a placer. Esta posibilidad, inimaginable hace unas décadas, permite disfrutar, aprender e informarse si se tiene un mínimo criterio. Estas mismas redes, por el contrario, también nos proporcionan de forma aleatoria otras informaciones en la que no estamos interesados, pero que pueden despertar nuestra curiosidad, porque ésta es la grandeza de las nuevas tecnologías.
El uso del verbo navegar para describir la acción de husmear por las redes es acertado en tanto en cuanto significa moverte por una cantidad ingente de materia, pero yerra porque la navegación es desde hace siglos una ciencia exacta y saltar en internet de información en información nos puede llevar a un lugar no deseado, como me ocurrió el otro día en que me topé con la carta escrita desde prisión por el ínclito Andrés Bódalo , el dirigente del Sindicato Andaluz de Trabajadores (SAT) y filopodemita que agredió a una embarazada, entre otras lindezas recogidas sin ambigüedad en el Código Penal.
Esta carta, imagino, habrá tenido entre los suyos el mismo seguimiento que tienen las del líder venezolano Leopoldo López entre los demócratas y los amantes de la libertad, aunque no se pueda comparar un caso con otro, porque Bódalo está en el trullo por ser un delincuente y López por el antojo de un totalitario. Bueno, pues esta carta, que ha pasado desapercibida para todo el mundo menos para mí, que me la topé sin querer en la pantalla de mi ordenador, nos hace un retrato fidedigno del personaje idolatrado por los de Podemos , que lo han elevado a un altar —laico, por supuesto— como mártir del sistema.
No es cuestión, ni mucho menos, de hacer sangre con la sintaxis de la misiva, ya que el propio Bódalo reconoce en las primeras líneas que está « estudiando prácticamente todo el día », por lo que es de suponer que la próxima vez que coja el papel lo hará mejor, con más aplicación. Aun así el fondo de la carta es lo mejor, porque retrata la simpleza del esquema mental del personaje y de quienes le amparan, que no son tantos como imagina, ya que muchos empezaron a recular cuando se fueron conociendo los detalles de sus hazañas violentas.
Su día a día, según explica, arranca asomado a la ventana de su celda, respirando aire fresco. Es el momento en que se pone a cantar «A ti, mujer» o «Tienes que aprender», con bastante quejío flamenco. No habla de las comidas, pero sí dice que pasa mucho tiempo con los libros , haciendo deporte y «sobre todo» durmiendo, porque así sueña con la libertad.
También se preocupa de los componentes de la marcha a Madrid para pedir su libertad , como si su encarcelamiento fuera el capricho de alguien que se pudiera revocar con tres gritos y una pancarta. «Espero que la marcha a Madrid vaya bien para todos y no sufráis mucho por la carretera, que el asfalto es muy duro y las ampollas en los pies duelen lo que no está escrito», afirma como experto en protestas, para añadir esta perla a continuación: «Y a los que se escuecen, cremitas para las nalgas. Ja ja ja».
Reconoce Andrés Bódalo en su carta que el SOC y el SAT les han hecho fuertes y duros «como el hierro y el acero » y que espera lograr algún día «una Andalucía libre y soberana y en manos del pueblo llano y sencillo». Con estos postulados tan alejados de la realidad no es de extrañar que cuando apareció la Guardia Civil para detenerlo comenzara a lloriquear y dijera: «Ea, ya me habéis jodido el desayuno».