Aristóteles Moreno - Perdonen las Molestias

Cargos

El de gerente es un puesto técnico. Lo era hasta ayer. Y ahí está el señor Cebrián al volante de una empresa pública a punto de estrellarse

SI nos atenemos a la acepción de la Real Academia de la Lengua, el señor Cebrián podría encajar en la definición de gerente. Es decir: la persona que lleva la gestión administrativa de una empresa o institución. Otra cosa es que esté cualificado para ello. En eso no entramos. Ni nosotros ni, por lo visto, el secretario general del partido, quien, por lo normal, no tiene en cuenta ese tipo de consideraciones cuando propone a alguien para dirigir un conglomerado de 400 empleados, una flota de 133 vehículos y un presupuesto de 28 millones de euros.

Todo lo que el señor Cebrián sabe de transporte público y administración de empresas cabe en el carné del partido. Presuntamente hablando, como es natural. Por ahí, su currículo es abrumador. Secretario de Juventud, secretario de Administración, secretario de Organización, jefe de Gabinete del presidente de la Diputación, concejal, diputado provincial y parlamentario andaluz en unas cuantas legislaturas. En total, 36 años de dedicación ininterrumpida a la vida pública. Que se dice pronto.

Uno se pregunta entonces por qué diablos el señor Cebrián no ha sido fichado como gerente del partido en lugar de gerente de una empresa municipal, Aucorsa, que proporciona un servicio fundamental a los ciudadanos. Para aquel cargo, el de gerente del partido, reúne unas condiciones inobjetables. Para este, el de gerente de una entidad pública, tiene montado un carajal de tres pares de narices con pasado mañana.

Los partidos suelen afrontar un problema grave con sus excedentes laborales. No saben qué demonios hacer con ellos. Después de prestar sus servicios como concejal, diputado provincial, parlamentario y quien sabe si viceconsejero, el aparato les busca acomodo como director general. Para ser director general no es preceptivo saber dirigir nada. Solo es preciso tener unos cuantos trienios en el partido, ser de la cuerda de la ejecutiva, no hacer demasiado ruido y estar en situación de disponibilidad permanente. El de director general, por cierto, acostumbra a ser la antesala de quién sabe dónde. Una especie de intercambiador que lo mismo te lleva a la jubilación que a una consejería de segunda fila. Eso depende.

Hasta antes de ayer, los servicios prestados se pagaban con un buen cargo de confianza. Hay un universo paralelo de cargos de confianza en la administración pública. El único requisito que te piden en la puerta es el de gozar de la confianza del jefe. O, en su defecto, del secretario de Organización. Todos los demás méritos son prescindibles. Y, en ocasiones, inoportunos. En conjunto, todo este tipo de cargos reciben el apelativo de políticos, en contraposición con el de técnicos. Los cargos políticos ponen la voluntad, la brújula, el horizonte hacia el cual se quiere caminar. Los cargos técnicos aportan lo que los cursis de hoy denominan «know how», el saber cómo.

El de gerente es un cargo técnico. Lo era hasta ayer. No parece suficiente con la voluntad política para poner en marcha una flota de 133 vehículos, 28 millones de presupuesto y casi 400 empleados. Pero se ve que las redes clientelares no dan ya para cubrir tanta demanda y al señor Cebrián lo han puesto a pilotar un marrón considerable. Apenas lleva un año al volante de Aucorsa y cumplimos una semana levantándonos cada día con el alma en vilo. La otra mañana escuchamos en la radio al presidente del comité de empresa poner en cuestión los méritos y la capacitación del señor gerente. No se habrá leído su currículo. Licenciado en Ciencias Químicas y un máster en cargos orgánicos y de los otros. O séase.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación