Francisco Poyato - Pretérito Imperfecto

Campanero

Porque primero fue Rafael, y luego el Córdoba CF; y como buen padre, se es sufridor para siempre

Rafael Campanero es un mapa vivo de la última centuria cordobesa. Patrimonio humano de las entretelas de su historia. Viejo general de su pasión infinita blanquiverde. Porque primero fue Rafael, y después el Córdoba CF , y como todo buen padre, se sufre con la criatura tenga la edad que tenga. Triunfe o fracase. Aunque no se llegue a reconocer de lo que haya podido cambiar. O te haya sido infiel y traicionera. Él es la metonimia del cordobesismo, y éste, una parte de su poliédrica personalidad. Un calmado pasional que prefiere morderse la lengua a herirte con palabras punzantes. Un caballero. Un hombre de fútbol. Del fútbol que añoramos hoy y en el que aprendimos todos. Sí, de lo que se ha dado en llamar lo más importante de lo menos importante que hay en esta vida, pero que tanto ayuda a entender al ser humano y sus irracionales sensaciones. Sus anhelos y frustraciones. A escenificar la capacidad del colectivo o el catálogo de las virtudes y defectos del individuo frente al resto. A sus 90 años ha recibido en el Real Círculo de la Amistad el homenaje tardío pero inmensamente justo. Más de trescientas personas de los más variopinto -y porque no cabían más- brindaron en pie una larga ovación a quien, sentencioso y acertado, como siempre, coronó emocionado esa reunión de amigos con una frase que quedará para la posteridad: «Vosotros sois mi corazón». Junto a él, cinco alcaldes de Córdoba (de todas las siglas políticas) que resumen los últimos 26 años de la ciudad. Y un símbolo legendario de nuestra España futbolera y de los buenos valores como es don Vicente Del Bosque . Un cordobesista más.

No podría entender Las Tendillas sin el rasgueo de la guitarra de Juan Serrano en su reloj, pero tampoco sin el pensativo caminar de Rafael Campanero en busca del primer café de la mañana y los periódicos, su segundo cordón umbilical con la vida, ya que al quedar huérfano apenas con diez años tras el fusilamiento de su padre en la Guerra Civil , uno de sus primeros quehaceres fue, precisamente, el de vender periódicos por la calle, y el de haber sido un acérrimo lector de ellos durante todos sus días y noches; teniendo además el orgullo, éste que les escribe, y este centenario periódico, de tenerlo entre uno de sus más antiguos y fervientes lectores.

A partir de ahí surgió la figura redonda de un hombre hecho a sí mismo, dotado de una inteligencia innata, de un fino instinto empresarial, de una enorme honestidad y honradez, de una lucidez sobrehumana, de una gran tenacidad (y a veces sana terquedad) bajo la manija del más absoluto respeto y buen talante, y de un compromiso ineludible con su tierra. Vendió regaliz, alpargatas, libros, vino, electrodomésticos y pisos... Un barrio entero, el de Edisol , allá por los años 60 del siglo pasado, su primera gran aventura promotora. Tiró del carro de la cultura en una institución como el Centro Filarmónico «Eduardo Lucena» o el Ateneo de Almodóvar del Río , su tierra natal. Y hasta dio el paso al frente en política en 1991, a sus 65 años, para encabezar la candidatura del PP en Córdoba, en el fragor del «Califato rojo» para más señas, mostrando unas formas y un saber estar que en los tiempos presentes resultarían extraños. Anteponiendo el interés general al particular y abrochando acuerdos frente a disensos.

Y como una línea continúa de fondo, un escenario inamovible que lo acompañará, a buen seguro, por la eternidad, el Córdoba CF. Le ha faltado ponerse las calzonas -que a buen seguro que lo habrá hecho-, porque lo ha sido todo: entrenador, delegado, presidente... Querido y odiado. Ungido y vilipendiado por la grada. Adorado por la pléyade de entrenadores y jugadores a los que cuidó y mimó hasta con exceso fraternal . Requerido cada vez que el precipicio, el estado natural del cordobesismo en su historia, se asomaba. Haciendo lo que tuviera que hacer para evitar esa dura caída. Gracias por todo , Rafael.

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