Aristóteles Moreno - Perdonen las molestias

Caminos

Han tenido que pasar décadas para que el Ayuntamiento publique un catálogo con 104 senderos propiedad de todos

En 1789, el Cabildo catedralicio inició unas obras de reforma en la Mezquita de Córdoba. Parte de los materiales los acarreaba desde Trassierra a través de un viejo camino que descendía por una vaguada en dirección a la ciudad y cruzaba una finca cercana al monasterio de San Jerónimo. El prior del cenobio no aceptó de buen grado que las carretas transitaran por un terreno que juzgaba de su exclusiva servidumbre. Mucho menos que el Cabildo hubiera actuado sin su consentimiento expreso. Ordenó, por tanto, que los guardas se apostaran en la vereda y detuvieran los cargamentos con destino a la Mezquita.

La negativa del prior provocó un revuelo considerable. Cuando el deán catedralicio tuvo conocimiento del desaire, enfureció y mandó que las carretas retenidas junto al monasterio de San Jerónimo no se movieran ni un milímetro del lugar hasta que el contencioso fuera resuelto. Acto seguido recurrió a la Real Cancillería de Granada y puso en marcha un largo y engorroso pleito que se demoró por espacio de dos años y medio. La sentencia dio la razón al deán. Y para despejar todo género de duda sobre el conflicto, ordenó colocar dos monolitos de piedra negra en el tramo objeto de la disputa con la siguiente leyenda: «Por sentencias a instancias del señor doctor don Francisco Xavier Fernández de Córdoba, deán de esta Santa Iglesia, ante don Francisco Molina, año de MDCCLXXXIX, conforme a títulos de propiedad, se haya declarado que el presente y demás caminos que sobre esta tierra descienden a la ciudad de Córdoba son públicos, de público tránsito y disfrute del común y de los pasajeros que por ellos viajan».

Un siglo después, en 1884, el Ayuntamiento publica por primera vez, pero sin mapas, un catálogo de caminos protegidos en sus ordenanzas municipales. Lo que sucedió a continuación ya lo conocen ustedes. Muchos senderos fueron abandonados, otros tantos invadidos y la mayor parte de ellos apropiados por particulares sin pudor alguno. La proliferación de cotos privados y la nefasta epidemia que se extendió como la gripe de vallar encinares y lentiscos acabó por dar la puntilla de gracia a este tesoro natural de la Sierra de Córdoba.

En 1935, según relato de Bartolomé Olivares Dovao, durante las obras de la carretera a Medina Azahara auspiciada por la Diputación Provincial, apareció semienterrado uno de aquellos monolitos que proclamaron solemnemente la naturaleza pública de los caminos serranos. El estado de abandono del letrero esculpido en piedra fue, de alguna manera, premonitorio del futuro que estaba por llegar. La Sierra de Córdoba es hoy un paraíso impracticable de parcelaciones y cercados que impiden el paso y secuestran un espacio que debe estar al alcance de todos.

La ley protege los caminos públicos y las vías pecuarias. Pero la ley, como la vida, es preciso a veces conquistarla. Han tenido que pasar décadas para que un grupo de ciudadanos, interpelados por la defensa del bien común, se hayan propuesto rescatar el espíritu de aquel monolito que desde 1789 proclama lo obvio. El colectivo «A Desalambrar» trabaja incansable desde hace años en la recuperación de los caminos públicos y las vías pecuarias.

En 2003 logró rescatar el histórico hito de piedra para colocarlo en la puerta del Ayuntamiento como símbolo de un derecho inalienable. Pero han tenido que transcurrir otros once años para que el Consistorio publique un catálogo con 104 caminos públicos que, esta vez sí y con todas las garantías jurídicas, son propiedad indiscutible de todos los ciudadanos.

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