Primera Plana

De calles y fosas

El debate sigue en el cambio de vías; no en ver cómo las familias recuperan 80 años después los restos de sus seres queridos

Ambrosio saluda a Pedro García, su compañero de cogobierno, en el Pleno del Ayuntamiento de Córdoba VALERIO MERINO
Baltasar López

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Andan IU y Ganemos Córdoba pidiendo que se aplique rápido e íntegro el dictamen de la comisión municipal de Memoria Histórica, que plantea retirar el nombre de 15 calles por considerarlos vestigios franquistas. La polvareda se desata porque, entre las que se caerían del nomenclátor, hay algunas tan arraigadas en Córdoba como el flamenquín. Es el caso de José Cruz Conde, plaza de Cañero o Conde de Vallellano . El PSOE -sin sus votos, no habrá modificación de rótulos en los casos más controvertidos- ha puesto diques de manual para contener una polémica que viene crecida. Levanta presas apelando a la búsqueda de consenso y a, que para lograrlo, se necesita tiempo.

A las fuerzas de la izquierda alternativa les ha sonado esto a alta traición. IU asegura que no hay nada que negociar. Alega que, según la normativa autonómica de esta materia, se considera contrario a la memoria democrática que haya calles rotuladas como conmemoración, exaltación o enaltecimiento del golpe de 1936, del franquismo, de sus dirigentes o de sus organizaciones.

Impecable. Pero es que a José Cruz Conde , que, cierto es, colaboró con el alzamiento, se le pone la vía con su nombre a finales de la década de los veinte por su labor como alcalde. Al Conde de Vallellano se le da una avenida por ser un ministro de Obras Públicas franquista, que impulsó actuaciones importantes en la ciudad. En la capital del Estado, este último tiene una vía y Ahora Madrid (Podemos e IU) no planteó quitarla.

En cuanto a la plaza de Cañero, la placa con el nombre del que fue donante de parte de los suelos sobre el que se levantó lo que fue inicialmente un barrio de casas sociales difícilmente puede ser ningún homenaje a la dictadura. Porque se colocó en 1989 tras pedirlo una asociación vecinal de allí y la puso un Ayuntamiento dirigido por IU. Suena extraño que, si, como defienden los colectivos memorialistas, Antonio Cañero participó en una unidad paramilitar en la Guerra Civil , años después de muerto Franco, habitantes de esta zona pidieran darle su nombre al corazón del barrio, con el visto bueno de la coalición de izquierdas.

Ése es un pasado que estorba a la nueva IU, empeñada en demostrar que es más de izquierdas que el grifo del agua caliente. Ahora ajusta cuentas con su historia: dirigió la capital durante décadas y no cambió estas vías tan dictatoriales. Por molestarle, le molesta hasta una de sus señas de identidad: la participación ciudadana. IU se niega a que se consulten los cambios más polémicos con la sociedad. Argumenta que «en una democracia la ley está para cumplirla y no para discutir si se aplica o no».

Todo muy coherente . Tanto como que el debate siga siendo si se modifican determinadas calles -en otras, hay consenso total- y no el de ver cómo en esta ciudad y en este país de una vez los familiares pueden recuperar los restos de sus seres queridos que ochenta años después yacen en las fosas y las cunetas.

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