CALLEJERO SENTIMENTAL DEL CASCO ANTIGUO DE CÓRDOBA

Callejero Sentimental | Fernando Colón: Supervivencia de casas señoriales

Aunque situada cerca del centro urbano, la calle dedicada al hijo de Cristóbal Colón nacido en Córdoba constituye un remanso de tranquilidad con buenos ejemplos de casas distinguidas y patios visibles

Una persona camina por la calle Fernando Colón FOTOS: VALERIO MERINO

Francisco Solano Márquez

La calle Fernando Colón –Barrionuevo en la Baja Edad Media y luego de la Ceniza– nace en Diario de Córdoba, periódico histórico que se publicó entre 1849 y 1938. Se inicia con un tramo escalonado que la preserva del tráfico, dotado por su derecha de una cómoda barandilla. Lo más importante del arranque es el potente edificio en esquina que en 1925 –lo dice en su fachada– nos legó el arquitecto y dirigente socialista Francisco Azorín Izquierdo , que salvó la vida exiliándose a México. Ay, la guerra incivil que tanto nos dividió. Pero sigamos. ¿Quién ha visto una esquina como ésta, con forma de torre circular , en la que destacan el colosal balcón y el armonioso templete superior, cubierto por una cupulita de tejas amarillas? Buen ejemplo de arquitectura regionalista, con fachada de ladrillo rojizo y artística rejería.

La esquina opuesta es más modesta, pero la buganvilla fucsia donde hace años hubo una parra trepadora le proporciona un vivo brochazo de color, iluminado por el sol de la mañana. Nace la calle entre dos bares: a la derecha Rafalete , con ventanales de casino, y a la izquierda El Palquillo , que se llama así porque enfrente, al comienzo de Claudio Marcelo, donde antes arrancaba la carrera oficial de la Semana Santa, se instalaba el palquillo de horas. Y es que el dueño del negocio, David Arce, está muy ligado a las procesiones y ejerce como capataz de la Sentencia y el Descendimiento.

Al término de la escalinata Fernando Colón conecta con la calle Tundidores , nombre de un antiguo oficio consistente en igualar con las tijeras el pelo de los paños de lana. Allí se encuentra desde 1924 la Taberna Salinas , ahora de Manuel Jiménez, con su acogedor patio acristalado, ambiente cálido, cocina casera –entre sus especialidades, la sangre encebollada–, pinturas de Rafael Pineda con motivos cordobeses y una de las últimas piqueras tabernarias. Pura reliquia viva.

Casas señoriales

La calle Fernando Colón seduce por su sosiego y por sus casas señoriales bien conservadas, sobre todo en la acera izquierda, la de los impares, que además mantienen abiertas las puertas del zaguán para que podamos admirar desde las cancelas sus patios sugerentes. Ojalá siguieran su ejemplo tantas casas con patio que permanecen cerradas a cal y canto. La primera de la serie es la número 5, antigua residencia y taller de los plateros Jiménez Cruz , adquirida y reformada respetuosamente, a primeros de este siglo, por la pareja de arquitectos José Luque y Cristina Bendala , que establecieron un acogedor hotel, La Casa de los Azulejos . Desde la calle seduce su patio de estilo sevillano, con alto zócalo de azulejos y galerías sustentadas por columnillas de hierro. «Pase, pase usted», me invita la encargada al ver que tomo notas ante la cancela. Casi al mismo tiempo llegan dos jubilados que dedican las mañanas a conocer Córdoba. Ya somos tres curiosos. Contemplo los macetones de palmeras, colocasias, filodendros, clivias y otras plantas de interior que arropan la fuente central de mármol, cuya taza superior desprende susurrantes hilillos de agua. En esto llega el director, Manuel Luque , y elogio esa música acuática, pero me baja de las nubes: «Pues hay clientes a los que les molesta». Caramba, qué poca sensibilidad. Al vernos tan observadores nos adentra en la profundidad de la casa por vericuetos que descienden hasta la calleja que llaman de los Gitanos, enfrente del Arco Grande de la Corredera, donde tuvo hace años su bar Mexicano y ahora quiere fabricar cerveza artesana. Un emprendedor nato.

En la misma acera hay otras dos casas de interés. La número 9 se adaptó para viviendas unifamiliares, doce buzones cuento en el zaguán, con su cancela fechada en 1860 y flanqueada por columnas, que deja ver dos patios, uno enchinado, más íntimo; otro señorial, al fondo, y, entre ambos, un corredor que respira por triples arcos festoneados de blancas yeserías en contraste con el albero de las paredes. La casa número 15, rebautizada como Alberca , se ha adaptado para apartamentos turísticos, siete en total, decorados con exquisito gusto, como muestra la web del negocio. Una odalisca sobre azulejo da la bienvenida en el zaguán, y tras la cancela, fechada en 1878 –aunque la casa presume tener su origen en el siglo XIV–, un patio cuadrado cuya blancura contrasta con el macizo central de macetas, entre las que no faltan las gitanillas . Al fondo se intuye un segundo patio, semioculto tras una celosía, en el que la casa brinda a los viajeros una alberca o impluvium. Qué afortunados sus huéspedes, que se imaginarán habitar en una Córdoba de resonancias romanas y andalusíes , dos en una. Al exterior muestra una puerta adintelada con frontón partido en el que se inserta una ventana con reja, y en la planta superior la casa respira a través de ocho arquitos con gitanillas en el alféizar, puro encanto.

La casa del poeta

Y más detalles. La casa 4 está en avanzada rehabilitación. La renovada casa 17, con fachada de ladrillo visto y balcones corridos de hierro, se inspira claramente en la cercana Corredera, a la que baja la bocacalle de Pedro Muñoz. Al final de la acera de los pares se alza la casa que fue del genealogista, abogado, anticuario y poeta de Cántico Julio Aumente , con entrada por Maese Luis, pero echo de menos una simple placa que lo recuerde en la fachada. Una torre mirador, coronada por una veleta del Arcángel , subraya la esquina; el mismo mirador en el que escribió sin duda estos versos de su mejor poema, «Paisaje con campanas»: «Desde este mirador veo Córdoba: sus torres / y sus casas bañadas en el sol de la tarde, / con un silencio apenas roto por unos pájaros / o por llantos de niños en las casas cercanas…».

Y dos palabras sobre Fernando Colón, hijo de don Cristóbal el descubridor y de su amante cordobesa Beatriz Enríquez de Harana , que entretuvo la espera del navegante, ya viudo, mientras aguardaba que le recibieran los Reyes Católicos en el Alcázar para exponerles su proyecto. Nació Fernando en 1488, vivió aquí hasta los cinco años y a las catorce se embarcó con su padre en el cuarto viaje a las Indias, que estuvo lleno de calamidades. Pero lo que más destacan de él los biógrafos es su gran afición a los libros, que lo llevó a formar una de las mejores bibliotecas de la época.

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