CALLEJERO SENTIMENTAL DEL CASCO ANTIGUO DE CÓRDOBA
Callejero sentimental de Córdoba | Judíos: ensueño sefardí, artesanías y vino
La calle más turística regala un paseo íntimo y seductor por donde transitaron los antiguos judíos camino de la Sinagoga
Cuando desde la Puerta de Almodóvar se adentra uno en la calle Judíos y se ve abrazado por la cal de sus muros se siente transportado a un pueblo encalado. En Casa Rubio hay un viejo capitel prendido en la esquina, e inmediatamente una lápida colocada en 1979 recuerda que en allí «nació el día 3 de febrero de 1879 el historiador D. Antonio Jaén Morente », cuya «Historia de Córdoba» se reedita constantemente. Está entreabierta la puerta de la casa número 6 y veo que sus macetas rojas permanecen colgadas en el patio, que desde 2005 participa en el concurso municipal. Fue el primero que incorporó el riego por goteo a las macetas, innovación que desterró la caña y la lata. Más de medio siglo lleva viviendo allí Basilia, y dice que la calle se pone a veces «horrorosa de gente», aunque hoy está tranquila, así que se puede transitar.
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Para Rafael Guzmán Guerrero, tercera generación de la Bodega Guzmán , en el número 7, la calle es como «un oasis dentro de la ciudad, un reducto en el que hay que saber vivir, pues tiene sus limitaciones, ya que el coche no llega a tu puerta». La taberna la abrió su padre a partir del despacho de vinos de una bodega que perteneció al médico José Maldonado. Entre botas y medias botas la nave suma un centenar de envases, en los que se crían y reposan vinos procedentes de la Sierra de Montilla , mientras habita en su penumbra el duende del cantaor Onofre, retratado por el pintor Povedano en una bota. Vigila la entrada de la bodega la cabeza de un toro lidiado por Martorell, y en un saloncito tapizado de fotos taurinas se fundó la Tertulia Finito de Córdoba . Como las genuinas tabernas cordobesas no tiene cocina, aunque sí tapas, como buen queso, embutidos ibéricos y otras. El vino liga bien con la poesía, así que la taberna se abre a recitales poéticos del Ateneo , que le otorgó su Fiambrera de Plata. Un reducto de la Córdoba castiza, que recibe al visitante con los carteles de Feria de 1919 y 1920, hace un siglo exactamente.
Viaje a la Historia
La calle Judíos no sería hoy la misma sin Salma El Taji Al Farouki , una distinguida dama nacida en Jerusalén en 1940 que llegó a Córdoba en 1986 con su esposo, el filósofo francés Roger Garaudy , para poner en marcha la fundación y museo de la Torre de la Calahorra , cedida por el Ayuntamiento. A Salma la sedujo Córdoba por su pasado califal y años más tarde adquirió la casa número 12 para transformarla en Casa Andalusí , museo abierto en 1999. Cuatro euros cuesta sumergirse en la «memoria viva de Al-Andalus», como anuncia un cartel en la fachada. Se trata de una casa mudéjar que a finales de los años sesenta el artista Rafael Orti adquirió y restauró con respeto para instalar su estudio. Entonces entré allí por primera vez y me sorprendieron el tramo de adarve que se conserva al fondo, pegado a la muralla, y el mosaico romano hallado en el sótano, que Orti mantuvo in situ con permiso de la autoridad. Ambos elementos se mantienen hoy, pero la casa ha sufrido una metamorfosis decorativa que ayuda a viajar en el tiempo. Es para verla, más que para contarla, pero destacaré la máquina de madera para fabricar papel, soporte de cultura.
Converso con Salma breves minutos en una acogedora salita abierta al patio principal, mientras el sonido del agua y la música ambiental nos trasladan a otra época. «Pretendo que este espacio invite a la gente a la meditación -dice-; que sea como un viaje del alma a la Historia». La idea surgió cuando vio cómo algunas casas del barrio «las estaban convirtiendo en pisos modernos », pues cree que «en Córdoba suelen restaurar los sitios sin tener en cuenta el espíritu del espacio». Y eso ha pretendido ella no solo en la Casa Andalusí, sino también con otros proyectos emprendidos en la misma acera, como el pequeño Museo de la Alquimia (Al-iksir) abierto hace dos años en el número 14 y los apartamentos turísticos creados en el número 10 bajo el nombre de La Sultana. En ambos casos ha restaurado las casas con sensibilidad, realzando sus elementos antiguos, su alma, e incorporando el agua y la vegetación propias de un jardín andalusí. Me sorprende no obstante un museo de la alquimia en Córdoba, señora. «Se trata de una ciencia muy importante en el Califato , que se da la mano con disciplinas como la medicina, la filosofía, la astronomía y la química», justifica.
Desde hace una veintena de años el arquitecto Arturo Ramírez vive en la calle Judíos tras adquirir un solar y construirse su casa. Como más le gusta la calle es desierta, sin turistas. Tampoco le agrada que los negocios expongan sus reclamos en la calle, pues «sacar las cosas fuera le dan un aspecto de zoco barato que desprestigia mucho lo patrimonial» dice.
Escolares en la Sinagoga
Esta mañana no encuentro la calle colapsada ante la Sinagoga , como otras veces, aunque hay un goteo constante. La entrada es gratis para los visitantes de la Unión Europea ; los que no lo son pagan un ticket de 30 céntimos, bien poca cosa. Ahora irrumpe un disciplinado grupo escolar, niños de sexto de Primaria que vienen de Almagro . Les acompaña una joven guía, Pepa, que en pocos minutos les explica el monumento con palabras comprensibles. «La sinagoga es el templo donde rezan los judíos», dice, y luego resume la evolución del edificio, que cuando la expulsión de los judíos en 1492 se convirtió en hospital de hidrófobos (rabia) y más tarde el gremio de los zapateros transformó en ermita dedicada a su patrono San Crispín , «por eso hay una cruz pintada en el hueco del tabernáculo», añade señalándola. La sinagoga data de 1315; tras cinco siglos oculta Rafael Romero Barros la descubrió y el arquitecto Félix Hernández emprendió su restauración en 1929. Cuenta Ricardo de Montis en sus «Notas cordobesas» que «durante mucho tiempo un zapatero remendón tuvo su taller en ese monumento nacional». Hay que ver.
Arturo Ramírez conoce muy bien el monumento, que «despierta mucha emoción en los judíos», dice. Lo considera «un edificio nazarí de primer orden, comparable a Granada, una joya. Pero también es muy vulnerable -añade- porque el vapor de agua que desprende la respiración de los visitantes afecta a los yesos, así que necesita ventilación». A él le encomendó la Junta fijar las yeserías y solucionar la ventilación, para lo que propuso cerrar las ventanas altas con un sistema que deja pasar el aire.
Nada más salir de la Sinagoga un cartelón anuncia en la acera de enfrente la Casa de Sefarad . Acertó Sebastián de la Obra con la elección de la casa donde instalar su museo, aprovechando la corriente de visitantes de la Sinagoga. A la entrada, en la esquina con la calle Averroes, un vinilo promete «un recorrido por la tradición judeo-española sefardí». Las salas, situadas en torno a un patio sugerente, muestran piezas y objetos evocadores de la cultura judía mediterránea, relacionados con el ciclo de la vida, la diáspora , la sinagoga, la lengua, Maimónides , la Inquisición , las mujeres de Al-Ándalus -a las que pone bellos rostros el pintor José Luis Muñoz-, las fiestas, la música, la diáspora sefardí, los judíos españoles y la propia Judería. Cuatro euros, tres para cordobeses, cuesta sumergirse en tan cuidada recreación.
Zoco de artesanías
Cuando la calle se estrecha sus muros moldean un hueco cóncavo que facilitaba el tránsito de los carros. La familia Centella dedica su casa al arte e invita a contemplar sus creaciones, entre ellas los rabeles de calabaza y taracea creados por Enrique, un suvenir singular. Y enseguida el Zoco municipal de artesanía, creado por el alcalde Antonio Cruz Conde en 1954 para reunir a artesanos que trabajasen y vendieses sus obras a la vista del público, como en Marruecos . Y aunque la idea pervive se aprecia escaso interés municipal por protegerlo y promocionarlo, pues varios bakalitos (talleres) están cerrados.
Permanecen activos Rafael Varo, cueros; Francisco López, platero; Ricardo Cané, madera y marionetas; Blas Pérez, pasta de papel, y Carmen Lucena, cerámica innovadora. «Tienes que esforzarte mucho para vivir de lo que haces, pero no estamos valorados; los políticos deberían valorar más esta cultura» afirma con resignación. En el patio de entrada la Asociación de Artesanos concentra en su tienda los trabajos de una decena de talleres dispersos. Hoy le toca atenderla a Paqui Benítez , creadora de decorativos relojes en cuero: «Queremos que esto sea el punto de referencia de la artesanía cordobesa pero está poco promocionado ». Aparte de su oferta artesana el Zoco brinda también al paseante sin prisa patios en los que el tiempo se detiene, especialmente el del ciprés , con dos de sus lados recorridos por arquerías de ladrillo de acento mudéjar.
Y solo añadir que la íntima placita de Tiberiades parece el patio de la casa de Maimónides , teólogo, filósofo y médico que nació en Córdoba en 1135 y murió en El Cairo en 1204, como informa el pedestal de la estatua sedente labrada por Amadeo Ruiz Olmos e instalada en 1964. No hay turista que no toque su babucha -por eso está reluciente- creyendo que le da buena suerte. A veces un guitarrista espontáneo acaricia las cuerdas para sumar su música susurrante a las sensaciones que flotan en la calle.