CALLEJERO SENTIMENTAL DEL CASCO ANTIGUO DE CÓRDOBA

Callejero Sentimental de Córdoba | Adarve, frontera entre dos mundos

Un adarve es el camino que discurre sobre una muralla. Aquí se conserva un tramo de época almorávide que separa dos mundos: la Ajerquía y el Campo de la Merced

Vista de la calle Adarve con la torre de la Malmuerta al fondo Valerio Merino

Francisco Solano Márquez

SI en los primeros metros de Adarve vuelve uno la vista atrás verá la Malmuerta enmarcada por la calle, formando parte de su paisaje urbano. La torre albarrana -unida a la muralla quiere eso decir- se muestra triunfante sobre el tiempo, con sus sillares erosionados . Fue levantada en tan solo dos años por Enrique III , que la terminó en 1408. Cumplida su función defensiva , fue prisión de nobles, observatorio astronómico, depósito de pólvora, cámara de fumigación, sede de los boy-scouts y de la Federación de Ajedrez . En 1951 la rescató del olvido el alcalde Alfonso Cruz Conde, que dedicó su noble salón interior a enaltecer a «los cordobeses que tomaron parte en la epopeya colombina», pero aquello no cuajó. Hoy es una reliquia bajomedieval que se siente extraña junto al tráfico incesante y los edificios que la han ido ahogando.

Altar de Jesús de la Humillación, en la muralla de la calle Adarve de Córdoba Valerio Merino

En la esquina de Adarve con Colón se mantiene la antigua Casa Paco Acedo , una taberna histórica en la que se sucedieron tres generaciones de ese nombre y acreditó los rabos de toro preparados por Luisa y luego por Laura. Cerrada desde hace años, las pintadas vandálicas ensucian la fachada, sobre la que se alza una agraciada torre-mirador. En el balcón, el rótulo «se vende» aguarda a algún emprendedor que rescate su vieja esencia. La casa, pintada del albero de los cosos taurinos, tiene su entrada por el rinconcito que traza Adarve nada más iniciarse, y junto a la puerta abre la ventanita del salón Manolete , pequeño museo de recuerdos. ¿Cuál ha sido el destino del sillón verde de anea en el que se sentaba el diestro para jugar al dominó con sus amigos?; ¿dónde el estoque y el capote del Monstruo?; ¿dónde el reportaje fotográfico, bellamente enmarcado, de la memorable faena al toro de su alternativa, Mirador, en La Maestranza, el 2 de julio del 39?; ¿dónde tantos recuerdos reunidos allí, como en un santuario laico?

Dos caras

La calle Adarve tiene dos caras. La acera derecha, entrando por la Malmuerta, es la espalda de los nuevos edificios que fueron surgiendo en la vertiente oriental de la plaza de Colón, mostrando aquí un semblante blanco y anodino, sin puertas, sólo las de las cocheras. En la acera izquierda, en cambio, se alinean casas de buen porte , algunas de reciente construcción; generalmente de dos alturas, salvo la 26, que alcanza cuatro y desentona. La calle dio nombre al negocio Carrocerías Adarve , en décadas lejanas. Y al lado estaba el cocherón donde Manolete guardaba su automóvil cuando vivía en la Lagunilla. Hace pocos años cerró también Jardinter, de la familia Añón, muebles de jardín, como también desapareció la imprenta Gonbar, acrónimo de González Barbero, Rafael, concejal socialista. Porque la calle no es comercial. Es en cambio tranquila e introvertida y poco se parece a la que recuerda Luisa Luque, vecina de toda la vida: «No, no es como antes -dice-; antes los vecinos salíamos a la puerta a tomar el fresco en verano y había convivencia, pero eso ya no vuelve». Vaya por Dios. Hablando con vecinos antiguos surgen recuerdos, como la churrera Rafalita, al corriente de todo lo que pasaba en el barrio; la agradable Emilia, que regentaba un quiosco de prensa y chucherías; o la modesta frutera Encarnación, que no sabía de números, hasta el punto que «las mismas clientes la ayudábamos a ajustar las cuentas», recuerda aún Cristina.

Cuesta con escalones enchinados que va desde la plaza de Colón hasta la calle Adarve de Córdoba Valerio Merino

Adarve mide unos 300 metros y tiene dos tramos diferenciados. El primero hasta la cuestecita escalonada y sin nombre que baja desde Colón, donde la calle se estrecha y más de un coche se dejó la pintura en la esquina. Y el segundo tramo, desde la inmediata calle Marroquíes -la del premiado patio que atrae por mayo a miles de visitantes- hasta el final. A esa altura se conserva un buen lienzo de muralla almorávide (30 metros), aunque muy reparada, en la que don Tedomiro conoció un altarcillo con «un Ecce Homo con su luz, única que en lo antiguo había en todo aquel trayecto», que fue suprimido en 1841. En el mismo lugar figura hoy, embutido en el muro, un cuadro de Jesús de la Humillación con su cruz a cuestas. Hace años tenía una repisa por debajo, donde la fe popular depositaba botes con florecillas y colocaba velas entre los sillares, pero a raíz de una intervención en la muralla se eliminó aquello -sin duda para evitar que las piedras se deteriorasen-, privando a los devotos de expresar su religiosidad.

Memoria de un palacio

La antigua sede del Frente de Juventudes de Falange y más tarde Organización Juvenil Española mantiene su dedicación a los jóvenes, aunque sin politizar, como Instituto Andaluz de la Juventud, con su elegante fachada de blanco inmaculado. La mayor pérdida arquitectónica que sufrió la calle, ya en su tramo final, fue la destrucción del antiguo palacio de los Marqueses de Guadalcázar -título concedido en 1609 por Felipe III a Diego Fernández de Córdoba, virrey de Nueva España y del Perú- con fachada a Puerta del Rincón, donde residía durante el franquismo el aparato político del partido único, con los órganos del Movimiento y la Sección Femenina.

Fachada del Instituto Andaluz de la Juventud Valerio Merino

Como una premonición de lo que aguardaba al régimen, a principios de los años 70 entró allí la piqueta para no dejar piedra sobre piedra y sobre el solar se edificó el pulcro conjunto de viviendas que hoy vemos, recorrido por pasajes interiores; a través de uno de ellos se aprecia el rosetón de Santa Marina . El antiguo convento de la Merced, nombrado Palacio desde que se instaló allí la Diputación Provincial , recogió algunas piezas de interés, como la verja que hoy cierra el Patio del Reloj a la calle Reyes Católicos , una escalera de mármol y lámparas de araña.

Y una nota sentimental: al final de la calle, esquina ya a plaza de Colón, donde e l padre Posadas había tenido en el siglo XVIII su hospital de desamparados, aún se recuerda un simpático cine de verano, El Rinconcito, abierto en el 42, con dos puertas a Adarve. El mismo lugar en el que en 1968 abrió el moderno Isabel la Católica , cerrado en mayo de 2007, un edificio afeado hoy por pintadas y motivo de vergüenza en una zona de tránsito turístico. José María Alvariño , poeta popular y amigo de Lorca asesinado en el 36, en la flor de su vida, dedicó un poema amoroso a esta calle: «Callejón de Adarve / donde la llevé /¡Ay los besos suyos/ cómo los gocé!...»

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