CALLEJERO SENTIMENTAL DEL CASCO ANTIGUO
Calle Muñices: El colegio salvó al palacio
Desde los coches de caballos, los turistas contemplan la fachada del palacio convertido en colegio mientras los niños alegran la mañana en el recreo y las gentes del barrio se afanan en sus quehaceres cotidianos

A las 11.30 de la mañana suena una sirena en el colegio público San Lorenzo que anuncia la hora del recreo. Enseguida el patio-jardín del antiguo palacio de los Muñices , visible desde la calle a través de sus rejas, se puebla de niños; niños de sexto de primaria que deslían los bocadillos, organizan sus juegos e inundan la mañana de jubiloso griterío. El jardín tiene cuatro parterres delimitados con setos de evónimos y separados por pasillos terrizos que se cruzan en el centro, donde surge una modesta fuente, ahora seca. Algunos naranjos proyectan su sombra sobre el jardín , recorrido en dos de sus lados por una galería con robusta balaustrada. De vez en cuanto un coche de caballos de los que pasean a los turistas sube desde San Pedro por Diego Méndez, el cochero lo detiene frente a las rejas del jardín y, extendiendo el brazo, lo señala diciendo escuetamente « Palacio ». Esta exhibición del jardín al turismo aconsejaría esmerar su mantenimiento.

Poco más adelante se alza la portada del antiguo palacio de los Muñoz de Godoy , que en el siglo XVII pasó a los Díaz de Morales . Fue casa de vecinos y hoy colegio público, un buen destino para salvar de la piqueta edificios históricos. La portada, de gusto barroco, data de 1795 y al profesor Manuel Pérez Lozano le llama la atención «el gran balcón corrido que evoca construcciones señoriales de la cercana ciudad de Écija». En el dintel decorado con triglifos y metopas que ya anuncian el neoclásico figura esta inscripción latina del « Libro de los Salmos »: «Dominus custodiat introitum tuum et exitum tuum» (salmo CXX), que se puede traducir como «El Señor te guardará en todos los pasos de tu vida». Remata la portada un balcón volado y un frontón curvo en el que se inscribe el escudo de los Muñoz de Godoy, que dejaron así su marca. Sin embargo, don Teodomiro escribió con desprecio en sus Paseos que la fachada «nada ofrece que merezca mencionarse», y es que desdeñaba el estilo barroco. Se detiene en la descripción de la casa y en sus distinguidos habitantes, entre los que figuraba su propio suegro, así que la conocía bien. Cuenta que en el oratorio se veneró como reliquia la cabeza de San Bonifacio , nada menos.
La casa solariega de los Muñoz de Godoy fue sede del Centro Filarmónico, casa de vecinos y hoy colegio
La puerta de la calle está cerrada, pero a las dos de la tarde se abre para que salga la chavalería, ocasión que se puede aprovechar para asomarse al patio, enmarcado por un arco rebajado pintado de almagra y ocre, simulando dovelas. Aquí tuvo su sede por unos años, desde 1903, el Centro Filarmónico Eduardo Lucena , que pagaba una renta anual de 750 pesetas y en una añeja imagen de entonces aparece fotografiado en el patio. Y volvió a ensayar aquí en los años ochenta, una época dorada.

Frente a la portada palaciega se abre una plazoletilla para que los carruajes de la nobleza pudiesen girar, y en su vertiente frontal, con el escudo de los Díaz de Morales en el dintel, conserva el portalón de la casa que comunicaba con la calle Abéjar, salida y entrada de carrozas. El barrio la llamaba « la casa del Burro» , por el asno blanco, «Pajarito», que don José Morales tuvo en gran aprecio, y aún hoy la silueta de un burro figura en la veleta del inmueble, en el que muchos cordobeses mayores conocieron la Bodega Ordóñez . Y es que los recuerdos surgen por doquier a poco que se escarbe en los papeles o en la memoria.
Un goteo de gente transita la calle a media mañana. Anoto palabras de sus conversaciones que cojo al vuelo, como transferencia, bricolaje o salud. Frente al palacio tres mujeres mayores hablan de una conocida a la que los sobrinos despojaron de su piso y la ingresaron en una residencia y «el otro día llamó llorando», dice una. «Es que cuando llegamos a viejos nos exponemos a eso; nadie nos quiere», comenta otra con mucha tristeza. Me alejo de sus lamentos y continúo mi recorrido.
La plazoletilla que se abre frente a la casa facilitaba las maniobras de los carruajes de la nobleza
Es curioso que en un corto tramo de la calle coincidiesen tres celebridades, como atestiguan otras tantas inscripciones en placas de mármol dedicadas por la Real Academia y el Ayuntamiento; así, en la casa número 19 vivió y murió el 18 de mayo de 1909 Teodomiro Ramírez de Arellano , «ilustre historiógrafo y poeta», y también allí vivió su hijo Rafael, «arqueólogo, historiador y cronista», que fallecería en Toledo en 1921. Y poco más adelante, en la casa 27 «murió el 2 de febrero de 1668 Antonio del Castillo Saavedra , insigne pintor». Un triple honor para la calle, enaltecida por estos nombres que dejaron honda huella en la cultura y el arte cordobeses.

La calle tiene 200 metros de longitud, dato fácil de averiguar hoy midiéndola en Google Earth. Arranca del Realejo y padece un primer tramo problemático, hasta la inmediata calle Diego Méndez, por la que no dejan de subir autos y furgonetas de reparto camino del Realejo. A veces los retiene un coche de caballos y se acumula una fila. Pero una vez pasado el cruce con Diego Méndez la calle Muñices cobra tranquilidad, tranquilidad de pueblo, y hay un chorreo de gente que transita sin prisa. Observo con curiosidad cómo todas las muchachas que pasan, ellas sobre todo, caminan ausentes, pendientes de la pantallita del dichoso móvil. ¿Qué verán que sea tan absorbente como para desconectarse de la vida real?
En esta calle vivieron el pintor Antonio del Castillo y el escritor Teodomiro Ramírez de Arellano
Esta calle es una de las afectadas hace décadas por aquel disparatado proyecto de abrir una vía rápida de tráfico desde el Paseo de la Victoria hasta Puerta Nueva , que afortunadamente se abortó, pero dejó su huella en los retranqueos que sufrieron algunas vías, como se puede apreciar en la acera de los impares. Las casas de Muñices son de dos alturas, salvo alguna excepción, y en gran parte renovadas o reformadas. Hay ejemplos de edificios nuevos con casas unifamiliares en torno a un patio, como los números 33 y 35, que permiten entrever desde el zaguán un nuevo estilo de convivencia, cada cual en su casa, donde el patio es una bocanada de luz de mero tránsito. Antes del final, tras el palacio y sus ventanas con celosías, la calle termina con la fachada lateral de la casa número 13 de la Magdalena, en la que se abren una cuarentena de austeros balcones y ventanas. Una plaza dominada por la joya recuperada de su iglesia fernandina, que en abril de 1999, tras su cuidada restauración, pasó «del culto a la cultura», como dijo la consejera del ramo Carmen Calvo .
Noticias relacionadas