TRIBUNA LIBRE

Calle la Feria: la calle Estafeta de Córdoba

Fue la elegida para correr los toros hasta la Corredera, aunque de manera muy distinta a como se hace en Pamplona

Aspecto de la Calle la Feria de Córdoba en 1912 en un desfile de estudiantinas

Manuel Ramos Gil

La mayoría de los cordobeses ha paseado alguna vez por la calle San Fernando , que muchos seguimos llamando por su antiguo nombre: calle de la Feria. Seguramente muchos de ustedes conocerán que aquella denominación deriva del hecho de cierto privilegio otorgado por los monarcas castellanos en el siglo XIV, concediendo derecho a la Ciudad para la celebración de una feria anual allí. Sin embargo, pocos conocerán ciertas curiosidades que nos ofrece la calle en cuestión como son las de contener las llamadas desde antiguo « casas-tubo » o ser la calle con más ventanas y balcones de Córdoba, de ahí que me haya tomado la licencia de compararla con la famosa calle Estafeta de Pamplona.

Al tiempo de la conquista de Córdoba en 1236, este emplazamiento ofrecía un panorama muy distinto a la visión de calle típica andaluza cuajada de naranjos y azahar que hoy contemplamos. En aquel momento era un amplio descampado situado junto al famoso « Muro de En medio », es decir, la muralla romana encargada de dividir tradicionalmente la zona alta de la ciudad (Medina o Villa) y la Axerquía. Durante seis meses, aquel descampado fue el escenario donde se libraron importantes combates entre las tropas cristianas que intentaban asaltar sin éxito las atalayas que coronaban el Muro y que hacía inexpugnable la Medina, y los habitantes de Córdoba, que habiendo sido sorprendidos en la Axerquía de madrugada por un grupo de aguerridos almogávares, corrieron a refugiarse a la parte alta.

Rendida por hambre y agotamiento Córdoba, aquel emplazamiento comienza lentamente a cambiar su fisonomía con la erección del monasterio de San Pedro el Real en unos terrenos que habían sido donados en 1241 por Fernando III a la orden franciscana. Pero fue en la siguiente centuria cuando la transformación urbanística se hace más patente a raíz de la concesión de la feria anual. Fueron muchos los tenderetes que se establecieron al abrigo del adarve, al principio, de modo provisional.

Con el paso de los años, una vez que Córdoba queda pacificada, aquella gran muralla pierde su antigua y primordial función defensiva , por lo que las viejas leyes, fueros y ordenanzas que prohibían adosar construcciones al adarve dejaron de cumplirse. De esta forma, los frágiles tenderetes terminan convirtiéndose en edificios sólidos, en «casas-tienda», apoyadas en la vieja muralla. En ellas los artesanos establecían sus negocios en la planta baja, mientras que las viviendas se ubicaban en las plantas altas. Surgen de este modo las «casas- tubo», así nombradas por disponer de muy poca superficie de solar (no más de 20 ó 30 metros cuadrados) y mucha altura, con hasta cuatro plantas . De esta tipología aún sobreviven sobresalientes ejemplos. Pero este tipo de edificios sólo se estiló en la acera del Muro, mientras que en lado contrario, al no tener aquel «impedimento», las casas podían tener más superficie.

Lo que si fue factor común de las viviendas de una y otra acera fue el elevado número de ventanas que comenzaron a abrirse a partir del siglo XVI. Por aquella época Córdoba empezaba a superar la Edad Media , las casas perdían el carácter intimista heredado de los musulmanes haciéndose más abiertas. Pero sobre todo, en aquella ciudad comenzaban a proliferar las fiestas y las procesiones. La calle de la Feria fue la elegida para correr los toros hasta la Corredera, aunque de manera muy distinta a como hoy se hace en Pamplona durante San Fermín . En Córdoba esta labor estaba encomendada a los jinetes, quienes se afanaban por mostrar su destreza y agilidad montando a la «jineta», haciendo continuos quiebros a los toros en una suerte de rejoneo ante las aclamaciones de los espectadores. Pero en aquellos tiempos, al igual que hoy sigue aconteciendo en Pamplona, los propietarios de los edificios vieron claro el negocio y comenzaron a abrir ventanas y balcones a diestro y siniestro, para posteriormente alquilarlos al mejor postor. De esta guisa permaneció la calle durante muchos años, acudiendo y teniendo balcón en ella muchos ilustres cordobeses, entre ellos, don Luis de Góngora.

Pero como tantas otras cosas en Córdoba, todo aquello fue olvidado y relegada la importancia de la calle, de manera que hoy apenas si conservamos un pequeño atisbo de su antiguo esplendor en la Semana Santa , pues sigue siendo paso obligado de muchas hermandades que que nos regalan estampas de belleza inigualable.

¿Tendremos la oportunidad de contemplar de nuevo aquellas ventanas y balcones repletos de gente, tal y como aconteció siglos atrás? Ese es uno de los objetivos que desde Casa de las Cabezas nos propusimos con la creación del Memorial Diego López de Haro , convirtiendo esta calle en el epicentro de la marcha ecuestre que tuvo lugar el 21 de octubre. Ojalá las autoridades lleguen a comprender la importancia de aquel evento, el esfuerzo personal y económico realizado y terminen apoyándolo institucional, pero sobre todo económicamente para que no desparezca como tantas otras cosas…

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