Perdonen las molestias

La caja del río

Veinte montañeros pertrechados con peligrosas mochilas eran una amenaza para la paz de los dominios del señor del todoterreno

Montañeros en la desembocadura del río Guadiatillo ABC
Aristóteles Moreno

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Cuando estábamos justo en la desembocadura del río Guadiatillo que tributa sus aguas transparentes al Guadiato , un todoterreno descendió lentamente por un camino de tierra. El vehículo se detuvo a tres metros de nosotros, apagó el motor y el conductor bajó la ventanilla. El señor no se apeó de su asiento y, provisto de un tono monocorde y frío, nos informó de que todo aquel paraje inmenso era propiedad privada . Ustedes no pueden abandonar la caja del río , advirtió.

La caja del río. La expresión describía con exactitud aritmética la realidad orográfica y nuestra ubicación en ella. El señor del todoterreno tenía razón. La ley estipula como espacio de dominio público el cauce de los ríos y los arroyos. Todo lo demás, los alcornoques y la cornicabra, el lentisco y el buitre negro, los barrancos y los acebuches, los collados y las nutrias, los quejigales y el silencio cósmico, todo ese territorio de estremecedora belleza figuraba a nombre de alguien en el registro de la propiedad privada.

El hombre del vehículo no se mostró antipático ni cordial. Se limitó a desgranar con timbre funcionarial la naturaleza jurídica de una de las sierras más prodigiosas de España . Y nosotros, por lo visto, constituíamos una amenaza para la paz de sus dominios . Veinte montañeros pertrechados con peligrosas mochilas y armados de una pérfida voluntad de respirar aire limpio.

El señor nos ofreció las indicaciones pertinentes. A quién pertenecía qué y quién estaba autorizado a transitar por este portentoso punto cardinal del planeta . Pero no hacía falta. Nosotros conocíamos la legislación vigente como la palma de nuestra mano. Por eso, habíamos tomado el corredor del río Guadiatillo y llevábamos ya casi siete horas atravesando su curso retorcido de meandros y gargantas angostas. La ley nos reserva un resquicio natural a través del cual conectarnos con los prodigios del universo y nosotros disciplinadamente la acatamos.

Poco después cruzamos el Guadiato y abandonamos la caja del río para tomar una antigua vía pecuaria, que aún no ha sido fagocitada por el registro de la propiedad privada. Pero no se desanimen: es solo cuestión de tiempo .

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