Gastronomía
El Caballo Rojo cumple 50 años | Medio siglo embriagando paladares junto a la Mezquita de Córdoba
El restaurante en su actual emplazamiento abrió sus puertas en 1971, convirtiéndose en uno de los pioneros en la difusión de la cocina de la ciudad allende fronteras
El germen del Caballo Rojo surgió del tesón de un joven hostelero que, con alma de restaurador, consiguió levantar el que es, sin duda alguna, uno de los referentes gastronómicos de Córdoba. El desaparecido José García Marín abrió hace hoy medio siglo el restaurante en su actual emplazamiento, en la calle Cardenal Herrero . Pero su historia detrás de la barra y los fogones se remonta muchos más años atrás cuando, con tan solo 15 años, García Marín comenzó a ayudar a sus padre en la taberna familiar.
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El barrio de San Cayetano fue el de su primer negocio, que consiguió en poco tiempo ganar prestigio, con una clientela variada, de todos los estratos, que elogiaba el buen hacer de este empresario y su cocina, en la que el peso de lo autóctono predominaba en sus recetas.
En 1962, José García adquirió un local en la Judería , más amplio y mejor adaptado a las exigencias de sus incondicionales. Siguió entonces cosechando éxitos y ya en 1971, el 5 de abril, cortó la cinta a su nuevo establecimiento: un restaurante innovador, con espacio para 300 comensales y un lema que perdura hasta nuestros días: 'Para comer, Córdoba'.
Precisamente, fue a partir de entonces cuando este empresario decidió abrir su carta a platos de la cocina mozárabe que recuperó de la época califal, después de leer pasajes de la época, que le animaron a reinterpretar platos de entonces.
Su extensa carta es un constante tributo , por un lado, a la cocina tradicional cordobesa inspirada en recetas del antiguo califato, como los centros de alcauciles con habitas, un clásico de la casa; el rape mozárabe, el rabo de toro y las deliciosas alcachofas a la montillana, que fueron en su día merecedoras del premio nacional de gastronomía. Además, dispone de una amplia oferta de platos de pescado y carne, e interesantes platos cuchara como las habichuelas con perdiz.
A lo largo de su trayectoria, García Marín ha dado de comer a Reyes, Jefes de Estado, Presidentes de Gobierno, representantes notabilísimos del mundo de la cultura, las letras, la economía, la política, etc. «Ha llevado su cocina, o sea, la de Córdoba –pues siempre lleva su querido Córdoba por estandarte- por toda la geografía española. Así mismo, debido a su trabajo y conocimiento de la cocina española, sefardí y mozárabe , es invitado a participar y mostrar nuestra cocina en Francia, Gran Bretaña, Portugal, Suiza, Filipinas, Marruecos, Alemania, Estados Unidos, etc», indican desde El Caballo Rojo.
Pero este restaurador no ser quedó ahí. En el año 1.986 abrió un nuevo establecimiento, El Blasón , situado en el centro de Córdoba; y en 1.991 levantó un palacete en la zona residencial de la sierra cordobesa destinado a congresos, bodas y celebraciones de mayor envergadura, con capacidad para quinientas personas: Las Palmeras del Caballo Rojo .
Diez años después, y dentro de ese proceso de expansión, García Marín compró otro edificio que convirtió en el Mirador del Caballo Rojo , con espacio para 400 personas.
Pepe, 'el del Caballo Rojo', como se le conocía en el mundo hostelero, se fue el 9 de enero de 2018. Este embajador de la gastronomía cordobesa se marchó tras despuntar con una trayectoria profesional que le hicieron merecedor de una gran multitud de distinciones , como la Medalla de Oro del Trabajo, otorgada por el Gobierno de España; Medalla de Oro de la Ciudad de Córdoba; Medalla de la Junta de Andalucía; CECO de Oro de la Asociación de empresarios de Córdoba; Placas de Plata y Bronce del Ministerio y Dirección General de Turismo y últimamente Oficial de la Orden de Isabel la Católica, distinción otorgada por S.S.M.M. los Reyes de España, entre otras.
Hoy en día es su nieta, María Escribano , es la que está al frente del negocio, la tercera generación de la familia está presente en los distintos ámbitos de las empresas del grupo. La pandemia también le ha pasado factura a este negocio, como a todo el sector, que trata de sobrevivir a las restricciones horarias y reducción de aforos.