José Javier Amorós - Pasar el rato
Buena gente
Con un mundo lleno de gente que nunca ha hecho mal a nadie, pero tampoco bien, sólo se construyen sociedades frías
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Mientras los políticos están ocupados en sus insignificantes rencillas de mercaderes, la buena gente de la vida diaria sostiene el mundo y ayuda a su prójimo. Sin esperar nada a cambio, ni poder ni dinero ni gloria. Vivir es hacer el bien. La ética es un saber práctico, no un argumento de tertulia.
Este artículo es un canto a toda esa gente anónima, deliberadamente anónima, sin relieve, sin protagonismo, que a pesar de todo, también a pesar de ella misma, vive con el corazón orientado a los demás; y con su trabajo callado consigue mantener en pie el frágil edificio de la dignidad humana. La verdadera generosidad no tiene conciencia de sí. En cuanto la generosidad se ve por el protagonista, es sólo narcisismo. Una madre quiere a su hijo lo mismo que respira, porque no podría dejar de hacerlo. No es un mérito, no es un favor al hijo, es el oficio de madre. No podría no quererlo, es su razón de ser y no una medalla. También la dedicación a los demás es una razón de ser, un argumento de humanidad.
Mira uno a su alrededor y ve que en Córdoba estamos rodeados de buenas personas. Voluntarios del Banco de Alimentos, en plena recogida estos días; de Cáritas, el nombre civil del cristiano mandato de amor al prójimo; de Cruz Roja, que estrena edificio para ayudar aún más y en mejores condiciones; del Comedor de los Trinitarios, pensando ya en las comidas de Navidad para sus acogidos, como una madre… Y tantos guerrilleros de la compasión, que participan en el sufrimiento de los otros regalando tiempo y bienes por su cuenta. Una ciudad con estos hábitos del corazón no puede temer por su futuro.
La bondad existe en la acción, no en el pensamiento. Ser una buena persona no consiste en no hacer mal a nadie, sino en hacer el bien. Y el bien es conducta, no simple ausencia del mal. Con un mundo lleno de gente que nunca ha hecho mal a nadie, pero que nunca ha hecho bien a nadie, únicamente se podrían construir sociedades frías y despiadadas, esencialmente injustas.
Hacer el bien es lo propio de las buenas personas. Y esa conducta incorpora un magisterio de los buenos sentimientos muy superior a cualquier doctrina. Cada vez que nos comportamos como buenas personas, estamos enseñando a otros a ser buenas personas y ayudamos a elevar el nivel moral de la sociedad.
Lo que importa, lo verdaderamente distinguido no es tener criterios morales, sino vivir conforme a ellos. Porque sólo lo vivo da vida a lo vivo. Cualquiera puede tener criterios morales. Pablo Iglesias los tiene, que ha leído la «Ética de la razón pura», a saber de quién es el libro; de Kant no parece, porque él escribió la «Crítica de la razón pura», el equivocado es Kant. Un hombre que está siempre ocupado, ¿de dónde ha sacado el tiempo para llegar a ser tan ignorante?
La bondad es más que un asunto moral o filosófico. Es también materia médica. El doctor Valentín Fuster, un cardiólogo español de prestigio internacional, sostiene que dedicarse a los demás ayuda a mantener sano el corazón. «La felicidad, dice, es dar, más que recibir». Eso significa que la felicidad reside en los pronombres, pero en los de segunda y tercera persona nada más: tú, vosotros, ellos. En el yo, sólo habita el psicoanálisis.