Cultura
Borges en Córdoba, las huellas del escritor
El autor de «El Aleph» visitó la ciudad y escribió de cordobeses ilustres
El espíritu juguetón y cultísimo del escritor argentino Jorge Luis Borges (1898-1986) anda de nuevo por Córdoba, ciudad que visitó varias veces a lo largo de su extensa vida. Regresa de la mano de la Fundación Cajasol , que en colaboración con el Museo del Escritor de Madrid ha programado una exposición bibliográfica sobre el autor de «El Aleph» en su sede de Ronda de los Tejares. La muestra se titular «El infinito Borges» .
En ese contexto, el catedrático de la UCO Joaquín Roses dictó una conferencia que retrata las andanzas del escritor en el sur. Con afán divulgativo, también recordó un buen puñado de anécdotas que reflejan tanto la visión que el Borges tenía de los español y lo andaluz como la opinión que le merecían los principales autores españoles.
De la primera visita del escritor a la ciudad se cumplirá en breve un siglo, pues sucedió en torno al otoño de 1919 y cuando el cuentista tenía 20 años de edad. No hay apenas datos de ese primer viaje, pero, según explicó anoche Roses, se sabe por testimonio de Ramón Gómez de la Serna que tanto Jorge Luis Borges como su hermana, la pintora Norah, visitaron a Julio Romero de Torres en su casa familiar de la Plaza del Potro.
La ciudad le dejó un hondo influjo, al igual que el conjunto de la tierra andaluza, que siempre le pareció más rica que Madrid y Castilla. «Yo hubiese querido ser andaluz», dijo Borges en alguna ocasión. El profesor dibujó así al escritor argentino como un hombre vehemente, con gran sentido del humor, enamoradizo y en ocasiones contradictorio. A Andalucía, más allá de ese viaje iniciático, regresó al menos en otras cuatro ocasiones: 1923, 1976, 1980 y 1984 .
Tales experiencias por España y por el Sur le permitieron relacionarse con algunos de los escritores más conocidos de su tiempo. En su juventud, por ejemplo, intimó con el sevillano Rafael Cansinos-Assens, fantástico y ácido memorialista de la vieja bohemia al que siempre consideró como uno de sus maestros. Y ya en su madurez trabó amistad casi que paterno-filial con el gaditano Fernando Quiñones, cuya narrativa breve elogió con la clásica vehemencia borgeana.
Las amistades
El escritor argentino también anduvo de joven en las guerras más o menos pueriles del ultraísmo, movimiento de vanguardia del que más tarde abjuró, y tuvo duras palabras tanto para Federico García Lorca como para Antonio Machado . Del primero decía con desprecio, según explicó ayer Roses, que era una especie de “andaluz profesional” cuya «Yerma» le aburría, mientras que al autor de «Campos de Castilla» lo ninguneaba tomándolo como un don nadie frente a su hermano Manuel.
La conferencia del profesor Roses permitió conocer por último la visión cambiante que Borges tuvo de Luis de Góngora , al que consideró durante años como inferior a Quevedo para finalmente rendirse a su talento como superior al del autor de «El Buscón». De esa evolución crítica da cuenta el poema dedicado al autor de «Soledades» que se incluía en su último libro, «Los conjurados», donde también aludía a otro cordobés, Lucano, en ese hermoso homenaje que es «De la diversa Andalucía» .
Por último, Roses habló del relato «La busca de Averroes» , una de las cumbres de la narrativa del escritor y en el que se tratan algunas de sus principales obsesiones. La conferencia de Joaquín Roses sirvió para recordar a Borges con melancolía andaluza en una noche plúmbea e invernal, que parecía propicia para volver a perderse por la literatura borgeana. Por su imaginación infinita y por su genio serpeteante.