Francisco J. Poyato - Pretérito imperfecto
La bola parcelista
La bola parcelista sigue creciendo en un incestuoso modo de hipotecar a la ciudad que la parió
Como esos fantasmas en los armarios familiares de Isabel Allende que con frecuencia vienen a visitar la conciencia del vivo, los parcelistas hacen acto de presencia con sus espejos de la vergüenza para recordarnos que Córdoba sigue engordando su absurda apendicitis urbanística a riesgo de que un día estalle en peritonitis aguda política. Todo es un puro círculo vicioso. El mismo cenutrio que se sube a los asientos del salón de plenos armando jarana y queriendo escenificar su oronda fuerza cortando el Pleno, es el que meses o años antes se ha sentado en una mesita de alguna venta perdida entre las parcelaciones con el mismo político al que ahora pretende acogotar para que le dé el enganche de turno. Chantaje consentido a costa de un incauto tercero que puede ser usted mismo que está leyendo estas reflexiones.
Nadie les ha impuesto a estos señores las «condiciones infrahumanas» en las que dicen vivir y por las que cortan las calles del Centro, agitan el lugar donde todos los cordobeses estamos representados o amenazan con escraches y más algaradas callejeras. Por cierto, una estética muy reconocible en la hebra del 15-M y los ancestros podemitas que tan bien conocen algún que otro concejal sentado en el estrado de este Ayuntamiento. Nadie les puso un puñal en el pecho para que le compraran una parcela proindiviso a los que ya conocemos en Córdoba, se subieran a un autobús para escriturarla en otra ciudad, edificaran una vivienda sin licencia y con piscina y llamaran a la empresa de los sondeos para abrir el correspondiente pozo ciego arbitrando su particular red de abastecimiento y saneamiento. Nadie le instó a que lo hicieran al lado de una pista del aeropuerto, junto a Medina Azahara o en plena Sierra y parque natural. O en plena Vega bajo el señuelo del mal de muchos... Por lo tanto, las consecuencias de esos hechos han llegado y no se pueden revertir con trazo grueso por la puerta ancha en un timo hacia el resto de los cordobeses que no usan la política de hechos consumados, se buscaron un piso de sesenta metros cuadrados donde buenamente pudieron, y es posible que pasen las mismas o peores penalidades.
Y aunque no se trata de que haya cordobeses de primera o de segunda, sí se trata de poner en su sitio a quienes trampean con la norma frente a los que la cumplen. Si de verdad hubiera «veinte mil familias» (sic) como «en los años 40, sin agua» (sic) en esta ciudad, el Ayuntamiento estaría ahora mismo convertido en un contenedor blindado y con la mitad de la plantilla de la Policía Local vigilando en los alrededores. El problema reside en que no hay sector, colectivo, profesional, partido o lobby que no haya metido las narices en un problema transmutado en negocio económico, político y hasta social.
La bola parcelista sigue creciendo en un incestuoso modo de hipotecar a la ciudad que la parió. Y llegará el momento en que la bola nos arrastre. ¿Cuánto habría que subir los impuestos y tasas municipales para de verdad atender todas las promesas que unos políticos -de todo signo- irresponsables han hecho y harán al parcelismo militante a cambio del voto...? En quince años de vigencia del actual Plan General de Ordenación Urbana ha habido tres partidos políticos diferentes al mando de Capitulares y tres amnistías urbanísticas han propiciado la regularización de casi diez millones de metros cuadrados no urbanizables y miles y miles de viviendas , incapaces, por cierto, sus dueños en todo este tiempo de seguir la hoja de ruta trazada para contar con todas las bendiciones legales que les otorgaron.
Lo que está en juego es la sostenibilidad pública y el modelo de ciudad, pervertido desde hace décadas. Pero nuestros concejales y gobernantes siguen empeñados en buscar las dobleces de los renglones oficiales para alimentar a la bestia. Ya vendrá otro a gobernar que lidie con su rumbo. Dale a la bola.