Crónicas de Pegoland
La bofetada
¿Qué se tiene que hacer cuando la violencia de género sucede al lado?
La bofetada se perdió entre el sonido de la música del local nocturno a esas horas apacibles donde aún se puede hablar. Lo que vino después fueron empujones, algún grito. Había visto el temor pero nunca el pánico en una cara de mujer. Algunos insultos, sí, pero ninguna agresión. Ella, menuda y joven, buscó acomodo entre nuestra espalda y la barra del bar mientras los parroquianos buscábamos la manera de abrir un espacio de seguridad que impidiera que le volviese a tocar un pelo. No es lo mismo leerlo, intuirlo, que verlo. Que te caigan los empellones de ese maromo que nos sacaba a todos dos palmos y medio de alto. Las amenazas, la sensación prepotente de la fuerza sobre el débil, la profunda disposición de sentirse una mierda ante quien es, en pocas palabras, un auténtico mierda.
Los chicos que hacía unos minutos bailaban despreocupadamente hicieron piña a riesgo de llevarse un recuerdo de la noche de autos. A ella solo tocaba tranquilizarla, repasar los daños, revisar si tenía alguna herida. El notas , con todo su cuajo, amenazaba con su (falsa) condición de agente de las fuerzas del orden a todo el que se interpusiera entre su mano y la cara de aquella joven horrorizada que solo acertaba a silabear sonidos deslavazados .
La violencia contra las mujeres no viene con manual de instrucciones . Alguien debería escribirlo. Qué se le dice a una mujer agredida, cómo controlar a un tipo que está fuera de sí. De la bofetada inicial, de la tensión de los primeros momentos, se pasa a las palabras agrias. Nada parecido a un diálogo. Bajar el tono, mostrar las palmas de las manos en señal de calma, recordar que existe una cosa llamada Policía que se dedica a atender a las víctimas y a detener a los agresores. La ley, ese lugar mullido y cálido al que se recurre cuando todo falla.
El tipo pagó airadamente su cuenta pendiente. La del bar, no la otra. El personal del local, serio y profesional , avisó que pondrían el asunto en conocimiento de los agentes del orden correspondientes. Estos sí, con número de placa y arma reglamentaria. Que ella pondría una denuncia por la bofetada que se confundió con la batería de esa canción de los años ochenta. Le preguntaron, salió de nuestra espalda (al parecer, protectora) y dijo claramente que no.
Lo intentamos. Prometo que lo intentamos con todo el arsenal de argumentos razonados. Que era mejor quedarse acompañada, que no iba a estar sola en ningún momento. Que no tomara la decisión errónea de salir a la calle con su agresor . Que podía pasarle cualquier cosa. Que existen recursos para quien se encuentra en esta situación. Que las denuncias están para algo. Todo fueron negativas alegando años en común, que el tipo no es así, que estas cosas pasan. La vimos salir a la calle en su busca con ese agrio sabor que deja el fracaso en el paladar.
Espero, sinceramente, que le vaya bien .