Crónicas de Pegoland

Bastaba con pedir disculpas

Ni el error ni la bellaquería tienen unos legítimos depositarios

La alcaldesa, en su comparecencia por el título Valerio Merino
Rafael Ruiz

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Por si alguien lo pregunta, tengo título universitario pero no sé dónde. Me lo gané a pulso en sitios como La Parrapa , inolvidable bar anexo a la antigua Facultad de Periodismo de la Universidad de Sevilla, y en las escapadas por la taberna del Perejil y los garitos de la Alfalfa . Hice amistades para toda la vida y aprendí cuatro rudimentos sobre el negocio que me enseñaron profesores esforzados que soportaron estoicamente mis prolongadas ausencias. El resto me lo enseñaron en las redacciones de los periódicos, cuestión por la que tengo tanto respeto por el papel que firmó el Rey emérito como por el carné de conducir de motos que nunca me saqué.

La mayor parte de mi currículum es prácticamente cuántico. Años de trabajo en varias cabeceras y algún curso sobre materias prescindibles -la masonería en el primer tercio del siglo XX- que hice por pasar una semana de fiesta a bajo precio. Tengo un inglés nefasto, el mínimo imprescindible para que los turistas no se pierdan entre su hotel y el Cristo de los Faroles , labor promocional que no está pagada. Aún así, soy capaz de sobrevivir en países extranjeros a base de sonrisas, gestos y alguna onomatopeya.

Entiendo por tanto que el título universitario tiene un valor relativo para determinados desempeños profesionales siempre que no estemos hablando de médicos y cirujanos , a cuyos estudios les tengo cierto aprecio. Algunos de los mejores con los que he trabajado venían con bagaje académico de historiadores o filólogos. Y menos en la política donde la primera de las asignaturas, no quedarse con el dinero de otros, no se aprende en ninguna facultad. He conocido políticos de procedencia obrera, vecinal y orgánica. Para entender estas cosas, basta con tener sentido común, comprensión lectora y simpatía por el prójimo. Por eso no entiendo esta carrera del máster por el máster, del título por el título, para beneficio de algunos listos de las universidades y centros de negocios que se están forrando con la formación que deberían impartir durante sus años académicos ordinarios. Alguno incluso se permite dar lecciones en sus tribunas de opinión .

Alguien en el equipo de la alcaldesa de Córdoba la cagó como lo han hecho otros que quisieron exagerar su formación en papeles que se hacen para que nos lo lea nadie. En el caso de Isabel Ambrosio , la situación es más ridícula porque, desde que la trato, nunca puso su carrera encima de la mesa sino todo lo contrario. Cometido el error y aceptado su planteamiento, toca, sin embargo, un poquito de mesura. Pedir disculpas, cosa que no se ha hecho, y ponerse en el lugar de otros políticos que están en similares circunstancias independientemente del partido en el que militen. Puestos a pedir árnica, se tiene que estar dispuesto a compartirla . Y no volver a la matraca de siempre de que unos se equivocan y otros mienten como bellacos. Porque eso es lo que no cuela.

Bastaba con pedir disculpas

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