PRIMERA PLANA
Vidas en temporada baja
La epidemia se come otra vez nuestros mejores meses turísticos, que el Domingo de Ramos debían tener su entrada triunfal
Se acabó la Semana Santa , un bálsamo para las heridas anímicas que nos ha provocado el Covid . Cierto es que el coronavirus ha impedido la celebración de las procesiones, pero no es menos verdad que Córdoba ha podido salirle al encuentro en las iglesias a sus hermandades y titulares . Y eso ya es un avance porque en 2020, por estas fechas, la epidemia empezó a enseñarnos el calvario en que iba a convertir nuestras vidas cotidianas cuando no es que no pudieran salir los pasos a la calle, que tampoco, sino que éramos nosotros mismos los que no podíamos ponernos en la vía pública, salvo que tuviéramos un motivo justificado para ello.
El triunfo de la Semana Santa sobre el coronavirus, aunque parcial, fue un alivio para nuestras mentes, abofeteadas por una pandemia que se nos está haciendo larga. No tuvieron ese respiro los hosteleros , que siguen su vía crucis. Su patronal, Hostecor, advirtió de que las ventas de bares y restaurantes de Córdoba en este ciclo festivo se cogieron vacaciones si se las compara con las de este mismo periodo de 2019 . El retroceso de la facturación fue del 60% . Desde el sector, ya se había despachado un agrio aperitivo, antes del arranque de la Semana de Pasión, advirtiendo de lo que se les venía encima, porque jugaban en su contra factores como la ausencia de turistas que facilitaban que las mesas tuvieran más rotación que el once del Córdoba CF con Pablo Alfaro o la limitación del horario nocturno. Este colectivo alertó además de que en la hostelería del Casco , precisamente por esa ausencia de viajeros, sus cajas no hicieron honor a su nombre, porque registrar tuvieron poco que registrar. Sus ventas cayeron un 75% respecto a 2019 y sólo abrieron un 55% de los establecimientos ubicados en el corazón de la ciudad.
Peor aún le fue a los hoteles . En los que están abiertos, pernoctó básicamente la nostalgia de las Semanas Santas de los tiempos preCovid. Y lo más dramático para los negocios de hostelería y alojamiento es que lo sucedido en estos días es sólo la indigesta tapa de otro atracón de malas noticias . Porque la epidemia se va a merendar por segundo año consecutivo nuestra temporada alta, que el Domingo de Ramos debía haber tenido su entrada triunfal.
Los ‘haters’ —vea, lector, que voy a por el público joven ampliando mercado— del turismo estarán contentos con el silencio de la Judería, sin el ruido de las maletas de los visitantes que eran música celestial para miles y miles de nuestros vecinos. Se da un dato especialmente estremecedor en las cifras de paro de la capital. A 31 de marzo , hay 25.205 personas que llevan más de un año paradas . Ese colectivo ha crecido un 57% el último año . Son cerca de 9.200 más. Entre ellos, tiene que haber camareros o cocineros que esperaban la campaña alta de 2020 para volver a trabajar o cuyo empleo se ahogó cuando el tsunami de la epidemia tocó tierra aquí por primera vez. A ellos hay que sumar los trabajadores de la hostelería y alojamientos que, con esta recesión, no hacen más que entrar y salir del mercado laboral y los que han convertido ya el ERTE y a su compañera la incertidumbre en dos más de la casa. Son cordobeses cuyas vidas han entrado en una larga temporada baja , sin visos a corto plazo de que se les aloje en sus existencias una mejoría.
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