Primera Plana
Puente a la anormalidad
La triste instantánea de bares y tiendas cerrados por la tarde bajo la alegre luz navideña nos estampa con la cruda realidad
Lo de la nueva normalidad fue una milonga de esas que intenta vendernos el Gobierno central, más hábil en la palabrería que en la gestión de una pandemia que, hay que reconocer, es un miura sanitario y económico muy difícil de lidiar. De hecho, este puente que acaba de pasar ha evidenciado que no hay prácticamente nada en nuestras vidas igual que antes de que el Covid irrumpiera en ellas poniéndolas boca abajo. Porque, por ejemplo, no creo que haya nada de cotidiano , aunque le añadamos muchos toques novedosos, en que el Ayuntamiento haya tenido que encender con buen criterio el alumbrado navideño en la clandestinidad para evitar aglomeraciones.
Tampoco hay ni un ápice de normalidad , aunque el Ejecutivo de Pedro Sánchez se esfuerce en escondernos la realidad con juegos de palabras, en ver la estación de tren desierta este viernes por la mañana, en la víspera de que el superpuente arrrancara . Su hall, de no habernos dejado la epidemia la existencia en vía muerta, debería haber tenido tráfico pesado en esa jornada. Pero lo que vi allí, al acudir a hacer un reportaje de ABC Córdoba, no fueron unas instalaciones funcionando a alta velocidad, como lo tenían que haber estado con un largo ciclo festivo calentando motores.
Las estampas eran las del descarrilamiento al que nos ha llevado el virus : pocos viajeros , trenes llegando y partiendo con una ocupación que no va precisamente a toda máquina, taquillas en las que no hay pasajeros que hagan parada y la inmensa mayoría de sus tiendas cerradas (algunas, eso sí, ya habían echado la persiana antes de la pandemia). Esa impactante imagen de la estación obedece a las decisiones que tuvo que adoptar la Junta para que el Covid no nos arrollara aún más: desde el 10 de noviembre, Andalucía tiene cerrada su frontera y tampoco está permitida la movilidad entre sus municipios.
Son medidas duras pero necesarias, que también influyeron en el aspecto que presentó el Centro durante estos días . Estuvo animado, pero los comerciantes se quejaban de que casi podían haber dado día libre a sus cajas registradoras , porque las ventas no se recuperaban con la celebración de la Constitución y la Inmaculada. Los cordobeses se habían quedado como sus únicos clientes y los bolsillos de muchos de ellos se han visto infectados por la recesión del coronavirus. Algo mejor parecía irle a la hostelería , aunque desde sus cocinas servían un aviso: la pandemia ha hecho que una parte importante de sus ingresos en estas jornadas festivas pase a mejor vida , con el cierre anticipado de sus negocios a las seis de la tarde, ordenado igualmente por el Ejecutivo autonómico, en otra de sus decisiones para frenar el avance del Covid. En este pasado fin de semana eterno, las calles del Centro por la tarde, con la triste instantánea de bares y tiendas cerrados, pero bañados por la alegre iluminación navideña, se han convertido en un puente por el que hemos transitado para estamparnos contra la cruda realidad de la anormalidad que vivimos, de la que esperamos nos pueda curar la vacuna que ya se otea en el horizonte.
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