PRIMERA PLANA
No todo va a salir bien
Cuando el 17 de marzo de 2020 me senté a escribir esta columna sobre lo que podía suponer el Covid, me equivoqué
Hace un año , nada más declararse el estado de alarma, escribí lo siguiente en esta columna : «Pienso que de esta pandemia saldremos más fuertes . Nuestras defensas como sociedad ante graves emergencias mejorarán». Acerté equivocándome . Claro que saldremos robustecidos , pero por haber superado unos zarpazos del Covid mucho más descomunales de lo que podía pensar cuando me puse frente al ordenador aquel 17 de marzo de 2020. Nos habremos curtido en una tragedia que sólo en nuestra provincia nos dejaba a fecha de este miércoles 900 fallecidos . Ésta es una pandemia cruel hasta el extremo de no poder dar el beso final, un abrazo de despedida, a ese amigo o familiar a quien ya no verás más. Viene a mi mente el reportaje que hicimos en el Hospital de la Cruz Roja en mayo, porque me estremezco al rememorar lo que me comentó Loli , auxiliar de enfermería en su UCI : «Sientes muchísimo dolor, porque en los últimos momentos eres tú quien acompaña al paciente y le das el último adiós».
A estas dramáticas pérdidas hay que sumar el hecho de que 44.565 cordobeses hayan sufrido o aún estén padeciendo esta enfermedad. Una parte de ellos sufrirá secuelas físicas y psicológicas. El Covid ha roto algo dentro de mucha gente y puede ser que les siga doliendo de forma prolongada —aún no lo conocemos todo de un enemigo que hace poco más de un año no sabíamos ni que existía—. Atenderles lo mejor posible es un reto para nuestra sociedad . Cuando al coronavirus le desinflemos a base de pinchazos de Pfizer o Moderna —los de Astrazeneca, por ahora los devolvemos a la nevera—, sería intolerable olvidarles.
Pero la epidemia no sólo infectó nuestra salud. De golpe mandó la economía de Córdoba a la UCI y en 2020 se le desangró un 10% del PIB , una hemorragia que aún nos costará taponar . Actualmente, hay en la provincia 11.482 parados más que un año antes (+16%) y son 83.265. La situación, eso sí, es mejor que la registrada en abril cuando la primera ola del Covid empujó las personas sin trabajo hasta las 87.982.
De ese mes, nunca podré olvidar los testimonios de esas personas a las que su trabajo les daba para vivir al día y que, cuando el coronavirus les demolió los ingresos de la noche a la mañana, se vieron haciendo fila para poder comer y, sobre todo, para alimentar a los suyos. Porque se me asfixia el alma al pensar lo que tiene que sentir un padre y una madre que no tengan nada que poner a sus hijos en la mesa. Por eso, las palabras de Juan José , un empleado de la construcción al que el virus le mató su curro y el de su mujer, en una cola del hambre se me grabaron en el ADN, por tristes y dignas:« Cuando no tengo, me da igual pedir . Todo, menos robar. Y mis niños no pasarán hambre ». Aquel 17 de marzo, escribí también esto:«Todo va a salir bien». Es obvio que me equivoqué. Envolví mi miedo a lo desconocido en buenismo. Si pudiera volver atrás, lo que pondría es: «Lo siento. No todo va a salir bien ».
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