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Bakunin no es lagartijo

Aquí somos reacios a honrar la obra de los benefactores de la sociedad reciente

El busto de Lagartijo, tras el reciente acto vandálico ABC
Natividad Gavira

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Cádiz está poblado de placas conmemorativas y de esculturas y bustos de personajes ilustres. Es una ciudad conquistada por la memoria de su historia y ofrecida al recuerdo de sus creadores grandes o pequeños, pero todos ellos acogidos en esa grandeza expresada en el «ser gaditano» . Artistas de todo rango conviven con políticos en este homenaje mudo de sus calles. Desde la señora Gabriela , bailaora y madre de Joselito y Fernando, hijos de «El Gallo», hasta el fundador de ascendencia gaditana de la República Domincana, Juan Pablo Duarte , tienen en el casco urbano gaditano un lugar que expresa el reconocimiento de un pueblo que quiere seguir señalando la casa donde nació Castelar.

Recientemente, el busto de Juan Pablo Duarte fue objeto de troleo y lució durante días una placa con el nombre de Mijail Bakunin , anarquista ruso. Alguien, dotado de algo más que de guasa gaditana, decidió sustituir la leyenda estampada en piedra dedicada a Duarte y en su lugar cinceló un texto asociado a Bakunin con un mensaje atribuido al teórico político en el que se leía: «La carcoma derechista local frena el progreso de Cádiz». La modificación de fecha termina el secuestro del busto con un «La Ciudad de Cádiz, agradecida, 2015» . Ésta es una acción vandálica organizada que tiene menos de broma que de exceso ideológico. Tomen nota los aficionados a las comparsas porque el cambiazo ya está en las agendas sarcásticas de autores carnavalescos. En Cádiz ha habido una fuerte condena a estos hechos por la intencionalidad política que esconde cambiar la memoria de un liberal por la de un anarquista . Los medios no se han detenido a explicar el hecho como un suceso sin transcendencia y han aportado todas las claves sobre qué significa alterar la ideología de los muertos y de los vivos que se reflejaron en ellos valorando su figura como admirable.

En Córdoba somos más reacios a honrar las obras de los benefactores de la sociedad reciente, somos más proclives a engrandecer el baluarte califal y todo aquello que implique una mirada intercultural y mezclada. Con los nuestros de aquí y ahora somos implacables. Hay tantas razones para honrar a un filósofo universal que el homenaje en la calle es un atributo necesario, pero también las hay para recordar la obra de un torero , guía de los sueños de muchas generaciones que ahora son arrinconadas en la memoria ultrajada de Lagartijo.

Al final, la revancha ideológica repara en estos símbolos visibles del pasado por la dote de libertad (y de falta de vigilancia) que garantiza el presente. Todo depende del tamiz ideológico. Esta manera de expresar desacuerdo resume la falta de aceptación de un pacto anterior por el que todos los cordobeses desearon agasajar a los autores de proezas y gestas. En esta nueva tarea de defender una única manera de ser y de pensar, están prohibidas las concesiones a todo lo que recuerde a la ciudad heredada, que no tiene por qué enterrar sin gloria a sus maestros .

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