Rafael Aguilar - EL NORTE DEL SUR
El azucarillo
El mal no es nuevo pero sí el concejal contagiado. Luque se enfurece en una pataleta tan infantil como sectaria
YA estábamos tardando. Qué tendrán los muros del Ayuntamiento de Córdoba que apenas hay concejal que entre por la puerta y que al cabo de unos meses no quede abducido por el síndrome de la baja política. Los primeros síntomas son ciertas conductas ensimismadas y pronto se manifiesta la señal más clara de que el servidor público, es un decir, está contagiado de lleno: sí, se trata de ese tic de arrearle a la prensa, de llamarla mentirosa, tendenciosa, falta del espíritu necesario para eso que desde hace un tiempo los cursis denominan «hacer ciudad». No hay quien escape a la encerrona de los pasillos de la calle Capitulares. Hasta los más sensatos acaban sucumbiendo al mal que exudan. Ahí tenemos el último caso. El de David Luque. Llamado desde el principio del mandato a ser la cabeza pensante de un gobierno municipal -o de un PSOE, mejor dicho- un poco desnortado y sobrepasado en ocasiones, a este lugarteniente de Isabel Ambrosio -sí, la alcaldesa- se le ha ido la cabeza así de un día para otro. Este jueves compareció ante los medios de comunicación en la sala de prensa del Consistorio, que viene a ser el confesionario en el que los ediles hacen propósito de enmienda, y aprovechó la ocasión para cargar contra quienes tenía delante. Contra los periodistas en concreto. Ustedes no dicen la verdad, vino a reprocharles el teniente de alcalde de Presidencia a los reporteros en una pataleta que tuvo tanto de infantil como de sectaria y en la que sacó a pasear las mociones contra el maltrato animal -los toros, entre líneas- y contra el pacto antiyihadista.
Luque, además, dijo en voz alta lo que todo el mundo sabe y todo el mundo calla por discreción, por respeto y por decencia. Que una concejala está enferma y no de cualquier cosa. Y añadió que la oposición, así en general, está tratando de aprovecharse de la delicada tesitura en la que se encuentra la edil en cuestión. Eso es altura política. La del «número dos» de la regidora, digo. Y ceguera. Porque él ha de saber, como sabe seguro, que hasta los adversarios más viscerales de los socialistas en el Pleno guardan desde hace meses una elegante prudencia en relación a este asunto que si a algún ámbito afecta es al privado, no al público en el que Luque se ha encargado esta semana de pregonarlo. Un concejal con mando en el PP, por ejemplo, comentó hace un mes largo a un grupo de periodistas en la puerta del Ayuntamiento, y justo cuando los trabajadores de Aucorsa protestaban bocina en mano por la inseguridad en la línea que va a Las Palmeras, que con la compañía municipal de transporte no iban a hacer sangre hasta que la salud de su responsable política mejorase.
El fenómeno pernicioso del que anda aquejado Luque no es nuevo, insisto. Un exalcalde reciente acusó aún en la oposición a los gerentes de las empresas del Ayuntamiento de tomar sustancias. Se retractó a los pocos minutos. El nivel no ha mejorado: el concejal socialista enfurecido prescribió este jueves al PP un azucarillo diario para que la cabeza le funcione. No consta disculpa.