CASCO HISTÓRICO

Axerquía Norte, ni ocio ni tampoco negocio

Los vecinos de la zona que agrupa a San Agustín y Santa Marina creen que les hace falta algo más que una plaza renovada

Obras en una calle de la Axerquía Norte ROLDÁN SERRANO

J. M. C.

«El único bullicio que tenemos es cuando salen los chiquillos del colegio Jesús Nazareno, luego esto está totalmente muerto». Una descripción de la Axerquía Norte un tanto tétrica por parte de Pilar Molina, vecina de San Juan de Palomares. Y es que esta mujer, al igual que su marido, Manuel Sinoga, consideran que el principal problema que arrastra este barrio es su imperiosa necesidad de rejuvenecerse.

Y es que las recientes obras de remodelación de la plaza de San Agustín, que han supuesto más de 560.000 euros, no bastan. «Una plaza no cambia un barrio», en palabras de Antonia Cabrera, que tiene un taller de artesanía en cuero asomándose a la plaza y que en breve va a tener que abandonar el local, porque el dueño lo vende. Sería el enésimo establecimiento que desaparecería de la zona. Su intención es buscar otro por la misma zona, «pero la cosa está difícil».

Hace 37 años «el barrio estaba lleno de vida, con muchos establecimientos, y cosas que hacer gracias a l Carnaval, la Semana Santa o las tres verbenas que se celebraban en la plaza y a la que venía todo el mundo», recuerda Pilar Molina. Era una época en la que también se movía el dinero por la zona y muchos todavía vivían en armonía en casas-patio.

Oficina de Cajasur

De hecho, como bien recuerda Antonio José León, pescadero en la calle Montero, en tiempos «éramos seis pescaderías y ahora estoy yo solo; también había cinco fruterías y quedan dos, o de los ocho bares que había abiertos queda uno». Se refiere a la zona más próxima a su calle, porque en Rejas de Don Gome todavía funciona un establecimiento de alimentación general y cerca de allí están tres establecimientos de hostelería, pero poco más queda. Han caído la oficina de Cajasur, la mercería y la panadería de la plaza de San Agustín.

Y es que los buenos tiempos se esfumaron y donde antes vivían diez, ahora hay un único vecino, como le ocurre a Rosario Castillo, de la calle Parras, 6 (efectivamente la ganadora del Concurso de Patios del pasado año), quien lamenta la cantidad de casas que se caen literalmente a trozos por falta de mantenimiento o los solares vacíos y sin uso, cuando «bien se les podría dar una utilidad».

La solución pasa, precisamente, por atraer a más población, sangre fresca que reactive la zona, y eso se consigue «ofreciéndoles cosas que hacer; ocio», en opinión de esta vecina. «Aquí no hay casi bares o tiendas donde comprar siquiera unas chuches para los nietos, ni una mala churrería y mucho menos un lugar de recreo para nuestros niños».

Derribo de casas

Por eso, esta mujer se planta en plan radical y habla de «derribar las casas donde no vive nadie y únicamente anidan las ratas, como la que tenemos al lado (un inmenso caserón de Reja de Don Gome)». Su idea es ubicar, por ejemplo, parques infantiles o «miniaparcamientos» para poder dejar el coche «sin que te multen al segundo» y, en su caso, va a poner su granito de arena para recuperar población: «voy ha hacer un par de apartamentos donde vivo para que puedan instalarse un par de familias».

Eso sí, a precios asequibles. Porque eso es lo que plantean los habitantes de la Axerquía. Que el Ayuntamiento incentive o facilite el alquiler de viviendas o la instalación de nuevos negocios que sirvan «para rellenar la ingente cantidad de huecos dejados por las jubilaciones de tenderos que ya lo han dejado».

«Es una pescadilla que se muerde la cola», señala María del Carmen García, que regenta el establecimiento de alimentación de Rejas de Don Gome, «sin locales, viviendas asequibles o lugares de ocio no viene la gente a vivir y si no hay población no se instalan los comerciantes». En su opinión, sería realmente necesario que hubiera la posibilidad de construir y levantar nuevas casas, y pone como ejemplo contrario la casona que tiene al lado de su negocio. «Allí vino un hombre que quería transformarlo en cinco aparcamientos pequeños, pero le pusieron trabas de todo tipo para no tocar la fachada y al final el hombre lo dejó». Ahora el techo del edificio se hundió y ahí continúa acumulando polvo.

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