Rafael González - LA CERA QUE ARDE
La avutarda
«El año que viene se bendice en suelo sagrado», me han dicho
POR San Antón he llevado a bendecir a mi avutarda al zoológico y me han advertido que es la última bendición que se realiza en terreno municipal. «El año que viene se bendice en suelo sagrado» me ha manifestado un asesor que estaba por allí, tomando nota de que la bendición no se excedía de los límites impuestos por la Constitución, La Declaración de Los Derechos Humanos, La División de Poderes, L´Estatut y el Convenio Colectivo Municipal. Que se queden las cosas claritas no vayamos a fastidiarla. Yo he tenido varias mascotas y nunca tuve problema en llamarlas por su nombre. A mi avutarda le he puesto Rosa, en recuerdo de un mito personal y colectivo de los cordobeses.
El último referente que nos quedaba antes de que el resto de líderes se fueran jubilando. Aunque parezca mentira, las urnas perolistas jubilaron a Castillero y aunque parezca más increíble aún, desde la pasada semana Carreto ya no es presidente de la CECO. El abismo, señores, tenemos delante un abismo y una orfandad que nos va a pillar sin nuestras mascotas, animales de compañía y suegras sin bendecir. Ya empezamos a cojear cuando nuestra Rosa, como mi avutarda, emprendió altos vuelos. Ni tan siquiera sus sucesores consiguieron hace volar el avión cultural. Ni los sucesores de los sucesores, que inventaron el zeppelin-flamenquín y que ardió en la Noche de la Urnas como el Hinderburg, otro desastre que nos ha dejado con un líder en Madrid, capital de las Españas con rastas.
Hubo un tiempo en el liderazgo era uno y se bautizaban perolistas por San Antón, las oenegés católicas no suponían un problema de confesionalidad civil, los comunistas salían bajo palio, Castillero daba conferencias en la Sorbona, CECO inventó la cámara criogénica de presidentes, la mezquita- catedral era mezquita -catedral y la gente era feliz. Unos más que otros, evidentemente, pero el liderazgo de aquel entonces sabía repartir para todo el mundo, y evitar que se cuestionaran las Grandes Líneas de Pensamiento. Cualquier fricción se resolvía con un consejero colocado, una capea benéfica o un almuerzo popular. Tú podías llevar a tu avutarda o a tu mono tití a bendecir y hasta le ponían una cartilla a plazo fijo al mono. Pero todo eso acabó. Hemos estado viviendo los estertores de una época que tenía sus certezas y sus sobres repartidos. Ahora hemos entrado en el caos: que me amenacen con no bendecirme mi lechón el próximo año es que estamos llevando a un extremo los compromisos de co-gobierno que ya quisiéramos ver en la finalización de un estadio a medio acabar o en un centro de exposiciones, ferias y congresos. Los líderes más viejos de la manada han dado paso a un grupo de machos-alfa, hembras-beta, y género-gamma que están muy vigilantes de que lo civil sea aconfesional, lo confesional si deja dinero sea de ellos, a los negritos de Centroáfrica sin ayudas laicas y a mi avutarda sin bendecir el próximo año. Cómo echo de menos cuando antes todo esto se arreglaba con dinero.