VERSO SUELTO
Avenía de la bulería
Que los flamencos se preocupen de una calle de Córdoba es como una bulla en la Feria del Libro

Para intentar evitar que la avenida de Vallellano vuelva a llamarse avenida de Vallelano, la Plataforma Mezquita-Catedral para Todes, o al menos muchos de los suyos, ha recurrido a una técnica de publicidad rancia. Se trataba de conseguir que alguien con cierto prestigio ... y autoridad intelectual opinara e hiciera sentir que su palabra valía más que la del resto. No es que los famosos hiceran de modelos, que es lo que pasa ahora con esos tipos de rostro estreñido que de vez en cuando juegan al fútbol, sino que hablaban y argumentaban para convencer a la gente de que compre una marca y no otra.
Cuando tenía ocho o nueve años yo no veía Falcon Crest más allá de la pegadiza música, pero incluso a mí me daba vergüencita ajena aquello de « Lorenzo Lamas , el rey de las camas». De colchones iba otro, no menos grimoso, en que Fernando Rey jugaba con su apellido y con la marca Reig de colchones y yo me preguntaba si de verdad no había mejores ideas para vender el producto que un eslogan al que podía llegar el chaval menos espabilado del patio del colegio.
La Plataforma Mezquita-Catedral para Todes , que ya recurrió a las firmas pomposas y hasta las puso a cantar en un impagable videoclip que tuvieron que quitar de la circulación porque hasta a los laicistas más impenitentes les parecía pelagra de la chunga, ha empezado ahora con una campaña que busca lo mismo que aquellas de los colchones de los años 80: tirar del nombre de gente famosa en algo para que quienes no distinguen el polo de la caña piensen que si ellos lo dicen, que saben mucho de esto, será que llevan razón.
Como no iban a encontrar romanos, y menos con la cosa de la gripe china mandarina esta, y como el arte jondo es cosa más progresista que aquella civilización del derecho y las leyes que terminó haciéndose cristiana, han sacado las firmas de los artistas para pedir que se mantenga el nombre de avenida del Flamenco a la que vuelve a ser de Vallellano. Es lo habitual en una buena parte de la izquierda, que no venera a la aristocracia de apellidos y blasones, sino a una cierta nobleza cultural y moral a la que se otorga la capacidad de saber más que los ciudadanos que votaron a las opciones que no estaban por cambiar los nombres de calles que habían nacido con ese título y que por lo demás recordaban a gente de la que nadie ha demostrado que tengan las manos manchadas de sangre. De sangre roja, por supuesto. Ya pasó con aquello de la inmatriculación en que la Plataforma se ha dejado en tornillos la poca credibilidad que le quedaba, cuando se recurrió a escritores y profesores para que dijeran «ex cathedra» lo que nadie parecía saber por sí mismo.
Que Manolo Sanlúcar pierda el sueño por perder la avenida del Flamenco de Córdoba es tan probable como que haya que suspender la Feria del Libro por grandes aglomeraciones, y los que están activos, que habrán firmado después de un guásap y sin pensar demasiado, pasarán a glosar las virtudes de Fernando Suárez de Tangil y del puente de San Rafael si es necesario para un buen contrato en la Noche Blanca o el Festival de la Guitarra. Cuando haya barrios nuevos pueden empezar a rotularlas con palos flamencos, y así hacen pedagogía: plaza de la Soleá, calle Petenera, callejón del Mirabrás y avenía de la Bulería. Aunque aquí habría tener cuidado de que nadie se pregunte por qué lleva nombre de jirafa del zoo o qué tiene que ver el arte jondo con aquella canción de Bisbal.
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