LABOR SOCIAL

Una asociación de Córdoba logra rescatar de las mafias de la prostitución a cuarenta mujeres en siete años

Aperfosa trabaja en coordinación con Uno por Uno para rehabilitar a las víctimas de la trata de blancas

Elena Moiche y Abraham Aparicio (Uno a Uno) junto a Eileen Calles (Aperfosa) ROLDÁN SERRANO

Rafael A. Aguilar

El porcentaje de prostitutas que logran salir de este círculo vicioso es pequeño. Lo dice la directora del Proyecto Rescate, Eileen Calles: «En los últimos siete años hemos atendido en Córdoba a unas setecientas sesenta chicas, de las cuales el ochenta por ciento son víctimas de trata de blancas o de explotación sexual, y la gran mayoría de ellas de origen extranjero. Hemos logrado sacar de ese mundo a unas cuarenta en todos estos años», expone.

¿Cuál es el procedimiento que sigue Proyecto Rescate para conseguir su objetivo? Lo primero que hay que tener en la cabeza es que se trata de algo complejo y lento. «La fase inicial es la de la detección e identificación de los casos. Y no es sencillo», puntualiza Calles. El método es sencillo, aunque arriesgado: una o varias personas de las organizaciones se «infiltran» en los lugares en los que operan las prostitutas, en el polígono industrial de La Torrecilla por ejemplo, y se ganan su confianza. «Les repartimos equipos de higiene básica, preservativos, geles, toallitas y empezamos a hablar con ellas y a informarles de los recursos que podemos poner a su disposición, como las clases de español, los cursos formativos o el asesoramiento para que regularicen su situación legal en España», completa la componente de la asociación Aperfosa.

Una profesora de Uno por Uno ordena el material ROLDÁN SERRANO

Justamente ese, la promesa cierta de obtener unos papeles en regla, es el gancho que emplea Proyecto Rescate para que las mujeres bajo las redes mafiosas decidan romper con esa vida. «El ochenta por ciento de las prostitutas extranjeras con las que entramos en contacto tienen su situación legal más que precaria, algunas ni siquiera disponen de pasaporte. Les entramos por ahí y con el ofrecimiento de que podamos integrarlas poco a poco en el sistema de sanidad pública, cosa que agradecen también mucho», indica Calles.

Una cuestión que no es menor consiste en asegurarse de que la beneficiara potencial del programa de rehabilitación es, sí o sí, una víctima de la trata de blancas. «Hay que hilar muy fino, porque al principio, cuando conoces a la persona, quizás puede darte la impresión de que no estás ante un caso de explotación. Pero siempre has de tener presente que ninguna mujer hace eso, prostituirse, porque quiera o porque se lo pase bien. Siempre está obligada. Por alguien. O por las circunstancias», concluye Eileen Calles, que conoce al detalle historias de chicas de gran parte del mundo que llegan a España engañadas, con una condena de la que es difícil zafarse.

Africanas: deuda de hasta 80.000 euros

«Casi todas son captadas en sus lugares de nacimiento y les cuentan que si vienen a España van a trabajar de camarera o cuidando niños y con ese señuelo aceptan a endeudarse mucho con el billete y con los supuestos trámites del viaje. Las que traen una deuda más elevada son las africanas: nos hemos encontrado a chicas con hasta ochenta mil euros pendientes de pago, y todo después de un viaje de más de año desde sus países, unas veces en vehículos a motor y otras a pie por el desierto».

El paso siguiente a la identificación de los casos de trata de blancas es la inserción de las víctimas que así lo desean en un programa de rehabilitación. Ahí entra el Proyecto Dignidad que lidera la asociación Uno a Uno , inmersa en la organización de la marcha contra esta y cualquier tipo de esclavitud que se celebrará el 20 de octubre en el Centro de Córdoba. «Desde que deciden dejarlo hasta que obtienen la documentación en regla suele pasar un año. Nuestra labor es poner a su disposición en ese periodo recursos formativos y de orientación sociolaboral para que se queden en España ganándose una vida digna», resume Elena Moiche, la coordinadora del programa. Rainbow está en el camino de ello: al menos ya no es una ciudadana del infierno.

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